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BULMA

La rabia se apoderaba de todo mi cuerpo hasta más no poder.

Haber tenido que soportar cada una de sus órdenes, sus risas, sus comentarios machistas y misóginos...había tenido que morderme la lengua por primera vez y hacer oídos sordos.

Fue difícil, sí, porque yo nunca me callaba ni me mordía la lengua. Y por mi comportamiento, no sabía controlarme adecuadamente. Pero había tenido que soportarlo; uno, por mi orgullo que se negaba a dar la vuelta atrás y mandar a volar todo esto; y el segundo, porque sabía que, si sobrepasaba aquella prueba, podría controlar cualquier tipo de comentario en un futuro sin tener que afectar a mi comportamiento.

Sí, porque lamentablemente yo no podía frenar mis emociones y, aunque parezca raro, no solía pensar mucho en las palabras cuando no me controlaba y tampoco cuando no lo hacía. Varias personas, amigos míos, habían salido ofendidos de ello y lo que menos quería era volver a perder amigos nuevamente.

Aunque el único que tenía era Goku, mi mejor amigo desde que tengo memoria. Aquel que a pesar de haber lastimado algunas veces, seguía mi lado.

El problema no solo era que no podía controlar adecuadamente mis emociones, sino que sufría de bipolaridad.

Sí. Lo tenía.

Y una de las formas de poder lidiarlo era haber tomado esta opción.

Tiré la bolsa que tenía en mi mano y la lancé a la basura. Eran las 8 de la noche, yo me iba a las 10.

Como deseaba que las horas pasasen volando.

Subí hasta la habitación de Tarble y abrí la puerta. Y lo que me recibió, fue un globo explotado de pintura roja en la cara.

Fue como si me dieran una cachetada.

Me dolió horrible.

Cerré los ojos con fuerzas mientras mis manos sacaban la pintura de mis párpados. En toda la habitación, la risa de Tarble volvía a resonar.

Apreté los puños con fuerza cuando lo vi reírse y mirarme con una sonrisa macabra.

No me pude controlar.

Sin aguantar más, agarré uno de sus globos llenos de pintura que estaban en la cómoda de su cuarto y le lancé con la misma fuerza que él me dio.

El sonido de la explosión resonó por todo el cuarto, con la diferencia que yo no me reía, sino que lo miraba con unos ojos rabiosos.

Cuando Tarble se limpió los ojos y me miró, lloró peor que un bebé abandonado.

¡Mátenme!

—¡Deja de llorar, yo no lloré cuando tú me tiraste!—grité enojada.

—¡Me golpeaste!—chilló.

—¡Tú lo hiciste primero, Tarble! ¡Pudo haberme entrado pintura en los ojos!

—¡A mí también! —siguió chillando peor que un gallo—¡Eres una abusadora!

—¡¿Que yo soy una abusadora?! —pregunté incrédula ante sus palabras— ¡El abusador acá eres tú, no sé qué te hice para que me lanzaras ese globo!

Él me miró con sus ojos llorosos haciendo un puchero.

—¡No me gusta el color amarillo!

—¡Pues a mí no me gusta que den la bienvenida tirándome globos en la cara, Tarble! —me quejé. Sabía que no debí haber reaccionado así con él, era solo un niño y, al igual que a mí, pudo haberle caído pintura en los ojos. Pero no pude evitarlo, me había dejado impulsar por mi enojo.

Niña de la escuela (V. B)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora