Capítulo 3: Draco Malfoy

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Cerro con seguro la puerta antes de adentrarse completamente el baño. Camino hasta el inodoro y se arrodillo frente a él.

No fue capaz de mirarse en el espejo, no en esos momentos.

Acomodo los rubios cabellos que caían por su frente antes de abrir el cajón que se encontraba en le mueble debajo del espejo. Abrió la caja con cuidado, estaba llena de papeles con jugadas de Quidditch; hechas desde segundo hasta su quinto años. Eran un buen recuerdo de su yo de hace un año.

En medio de todos esos papeles, una pequeña snitch de juguete; la había comprado junto a su primera escoba cuando tenia cinco años. La tomo entre sus manos, admirando lo brillante que era, lo hermosa que se veía entre sus pálidas manos.

La tomo por sus delgadas alas, extendiéndolas frente a sus ojos. Eran firmes, pero muy frágiles a la vez. Y se volvió a sentir una mierda cuando recordó lo que había dentro de ella.

La dejo a un lado para poder volver a tomar la caja. Saco los papeles con cuidado, dejando ver una toalla estirada en el fondo de la caja; debajo de ella, unas vendas. Tomo entre sus manos ambas cosas, luego las dejo y volvió a tomar la snitch.

Debía recordar porque lo hacia; tal vez porque merecía todo el dolor que eso causaba, o porque era la única manera de poder sentir algo que no sea decepción hacia sí mismo.

Tomo ambos extremos de la snitch, estirando con fuerza, logrando separarlos; viendo ahí en medio el pequeño trozo de vidrio que tanto odiaba.

Extendió la toalla sobre sus muslos, tenia algunas manchas de diferentes tamaños de color carmín al rededor de ella; y no se sintió capaz de mirarlas. Solo pudo levantar la manga de su pijama y tomar entre sus manos el vidrio.

Lo miro, solo durante unos segundos, luego lo acerco a su antebrazo, en donde habían pequeñas cicatrices que ya casi no se notaban.

Así que, cerrando los ojos en el proceso, movió rápidamente el vidrio, sintiendo arder la zona del nuevo corte mientras las gotas de sangre caían sobre la toalla.

No abrió los ojos en ningún momento. Prefirió centrarse en sentir el ardor de su brazo, ignorando los gritos de su padre en el fondo de su mente, gritos que ya no entendía para nada.

Volvió a mover el vidrio, esta vez un poco más arriba. Y ahí fue cuando sus ojos también comenzaron a arder.

En su mente solo podía pensar en su padre recordándole lo decepcionado que estaba de él. El profesor Lupin hablándole sobre como su calificaciones comenzaban a bajar, en un tono tan delicado que le hacia sentir ganas de vomitar. Su tío Regulus, enfermo desde hace dos años, sin que nadie supiera que es lo que le sucedía. Su madre, tan hermosa como siempre, mirándole desde la lejanía, sin notar sus ojos cansados y su mente adentrándose en un mundo cada vez más oscuro, vacío y solitario.

Sintió la sangre llegar hasta sus dedos, caía a través de ellos. Y creyó que al fin podría mirar.

°°°

Harry pasaba su mirada desde Ron hasta Hermione, preguntándose internamente en que momento había creído que hablar sobre esa estúpida fiesta había sido buena idea.

—No es una buena idea.

Ron suspiró desesperado, volteando a mirar a Harry, que solo se encogió de hombros mientras veía divertido hacia su amigo.

—Iremos solo por un rato, volveremos antes del toque de queda definitivo.

Hermione se dejo caer junto a Harry en el sofá. Ron se cruzo de brazos, sentándose en el suelo, frente a ambos.

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