Capítulo 22: San Mungo

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Era una noche hermosa a ojos de Harry. Y se volvía aún más hermosa cada vez que miraba a su lado, viendo a su novio combatir con las pocas hormigas que había mientras susurraba lo mucho que las odiaba. 

Era divertido pasar tiempo con él, incluso cuando estaba tan irritante como ese día, porque así se daba cuenta de que le gustaba con todo y sus defectos, aunque muchas veces creyera que no los tenía.

Ambos estaban en el jardín de Lily y James, sentados sobre una manta, pero eso no impedía el acercamiento de las hormigas a las que Draco tanto odiaba.

—Potter, de verdad que no sé si debamos estar aquí —murmuró el rubio, sin despegar su mirada de sus manos, moviéndose a un lado de Harry—. No quiero que tú madre se moleste, me cae demasiado bien y no podría soportar saber que esta molesta conmigo.

—No va a enojarse, tranquilo —rió, ayudándolo con otra de las hormigas que pasaban por su pierna—. En todo caso, si llegaran a molestarse sería conmigo. Es como si nadie aquí fuera capaz de mirarte con enojo. Ni siquiera yo puedo hacerlo.

Draco sonrió divertido, golpeando su rodilla cuando vio una mancha negra muy pequeña caminar por ahí.

—Las odio con toda mi alma...

—Pobres hormigas, ¿como se sentirá su familia cuando se enteren de su muerte?

—Felices, porque sabrán que son los siguientes y vendrán encantadas hacia mi, ¿a quien no le alegraría morir? —suspiró, dejándose caer sobre el césped.

—A mi no me alegraría morir —murmuró, recostandose a su lado—. Tampoco me gustaría que murieras.

—Lo sé —asintió el rubio, extendiendo su mano hacia la de su novio, alzandolas sobre ellos—. Me gusta tomar tu mano, me ayuda a calmarme. Perdón por ser tan irritante.

—Hablar sobre la muerte te pone un poco sensible, según lo que he notado —sonrió, pasando su brazo por sus hombros, dejando que se acomodara en su pecho—. Sobre lo de irritante... No lo sé, muy pocas veces lo noto.

—Estoy trabajando en ello, con el psicomago. Me cae bien, aunque a veces es un poco molesto —murmuró.

Harry se inclino hacia él, dándole un suave beso en su mejilla. Draco sonrió, tomándolo de la mano.

—Eres muy lindo, ¿lo sabias?

—Sí, tu eres quien se encarga de recordarmelo todo el tiempo.

Pudieron quedarse ahí sobre el césped, soltando suaves risitas mientras intentaban que las hormigas se fueran de la manta. Pero resultaron ser interrumpidos por un "pop" muy reconocible, que indicaba la llegada de uno de los elfos.

Draco se giro hacia la aparición de la criatura con una sonrisa. Harry también, pero él fue consciente de la mirada triste y alterada de Kreacher, que se acercó titubeante hacia el rubio.

—¿Qué pasa? —preguntó, y el elfo pareció aún más afectado—. Kreacher, ¿qué...?

—Kreacher ya llevo a su amo a San Mungo —titubeó, y Harry sabía que en cualquier momento comenzaría a llorar—. Kreacher fue rápido...

—¿De qué hablas? —preguntó Draco. Harry le miro temeroso, ya lo había entendido, pero Draco no parecía querer entender lo mismo—. Kreacher, no creo que sea mucho pedir que seas claro, por favor, me estas poniendo nervioso...

—Draco —le llamó Harry en cuanto vio sus intenciones. Draco quiso levantarse, pero volvió a caer junto a su novio cuando este tiro de su mano—, debemos ir a San Mungo, anda.

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