Capítulo 4: Un pequeño favor

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El profesor Lupin pasaba por entre los asientos del aula, diciendo cosas que Draco no entendía para nada, tampoco es como si quisiera entenderlas si debía ser sincero.

No tenia ni idea de en que momento las clases le habían dejado de importar. Pero en esos momentos no podía pensar en otra cosa que no fuera en su brazo. Había sentido como la venda se soltaba cada vez más, haciendo que la herida chocara con la tela de su túnica, haciéndola arder demasiado.

—...Recuerden divertirse y descansar de todo esto de las clases. ¡Nos vemos en la cena! 

Draco volteo hacia su mochila, comenzando a guardar todo de manera rápida, sin importar lo mucho que le doliera el brazo en esos momentos. Se levanto, poniendo la mochila en sus hombros, y estuvo apunto de sacar su varita y maldecir al profesor cuando este lo llamo, pidiéndole hablar unos minutos.

Se sentó frente al escritorio del profesor, viéndolo anotar un par de cosas en un pergamino. Toco su brazo, sin que el profesor Lupin lo notara, y apretó un poco, sintiendo que podría morir si apretaba un poco más fuerte. Y realmente quería hacerle, pero morir en un aula frente a un profesor no era algo muy digno para tratarse de él.  

—¿Como estás? —preguntó el mayor, obligándolo a dejar su brazo en segundo plano. Miro el poco polvo que había en la túnica del profesor, y quiso reír o burlarse solo para que no se notaran sus ganas de llorar al ver que su ropa no estaba bien acomodada. Ese maldito sentimiento de querer ordenar todo de todos era algo tan horrible.

—Bien —respondió rápido, centrándose en otra cosa que no fuera el desorden que había por todo el salón. Tal vez mirar sus manos serviría un poco.

—¿Trabajar con Harry te esta ayudando? —preguntó el profesor, analizando sus expresiones. Y Draco temió porque notara algo fuera de lo normal en él.

—Sí.

El profesor Lupin asintió lentamente, suspiró y analizo muy bien sus palabras antes de volver a hablar.

—¿Sabes, Draco? —preguntó con paciencia. Y Draco quiso golpearse a sí mismo, o tirarse por la ventana, al comenzar a pensar hacia que rumbo estaba tomando la conversación, y al saberlo, tuvo ganas de llorar—. Me recuerdas un poco a mi cuando era menor. Y tal vez... pueda entender si me dices la verdad. ¿Estás bien? ¿Realmente lo estás?

Decidió que era buena idea mirar hacia otro lado. Sus ojos hormigeaban, amenazando con comenzar a derramar lágrimas. Y Draco se sintió horrible, porque un Malfoy no debía llorar, no frente a los demás, y en esos momentos le estaba fallando a su apellido, porque estaba a segundos de derrumbarse frente a un profesor que su padre odiaba. Y no quería estar ahí, su brazo dolía y eso empeoraba la situación. Cerró sus ojos, bajando la cabeza, y el profesor Lupin debía saber que nunca la bajaba ante nadie.

—Oye... Vamos —murmuró Lupin, tomando su mano en un intento de poder transmitirle confianza—, es bueno llorar, anda. Si quieres, puedes fingir que yo no estoy aquí. ¿Eso serviría de algo?

Draco apretó sus labios entre sí, preguntándose en que momento se le había pasado por la cabeza burlarse de ese profesor. Porque si debía ser sincero consigo mismo, Lupin era la única persona que se había acercado a él para preguntarle como estaba. Ni siquiera sus padres lo habían hecho, y era horrible, porque le hacia sentir que tal vez no estaba logrando llegar a la altura de un Malfoy, que tal vez sus padres simplemente no podían verlo a los ojos sin sentirse decepcionados. Su brazo seguía doliendo, y no supo si su mente lo estaba traicionando al decirle que merecía ese dolor, que merecía mucho más que eso.

No miro al profesor Lupin cuando sus lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas. Sintió arder la herida de su brazo pero no dijo absolutamente nada sobre eso.

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