Un trozo más

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Si  Hester hubiera sabido dónde estaba realmente, quizás no pensaría tanto en ello, ¿o sí? 

El marqués Werrington tuvo el tiento en no preguntarle a nada más recibirle en su casa. Despachó al mayordomo y entregó una copa de whisky con una cantidad generosa, intuyendo de que lo necesitaba por su expresión taciturna.

— No es muy común que me devuelves las visitas, ¿qué te ha hecho salir del banco? — se acordó de algo muy importante, esbozando una sonrisa picarona —. Es para darme las gracias por el regalo que te mandé, ¿no? Si te digo que fue difícil de escoger la candidata.

Levantó la mirada hacia su amigo, y este se percató de que no estaba contento.

— ¿No te gustó?

— Mas que gustarme lo que recibí fue un regalo envenenado, pero ya veo que lo desconocías.

— No te comprendo. La dueña de la casa de citas me habló muy bien de esa chica, hasta estuve tentado de quitártela y hacerme un regalo para mí. 

— Al parece ser esa chica tenía otro nombre, ¿o qué crees, se presentó nada menos que lady Sanders en su lugar?

Adam abrió los ojos.

— ¿Lo juras?

— Como que mi esposa está en mi casa — añadió lacónico, desencajando más a su amigo.

— ¿Lady Darian ha vuelto?

— Sí — se bebió de un trago el líquido que le calentó y necesitó más — con una sorpresa cargada bajo el brazo.

— No te veo dichoso con la noticia.

Con la copa rellenada otra vez, le comenzó a relatar cómo lady Darian está en Londres. Le hacía gracia cómo iba transformándose las facciones de su amigo hasta pasar el desconcierto por su cara cuando acabó el relato.

— Vaya, cómo te ha salido tu esposa — silbó —, nadie se podía creer que se escondería tras esa cara de cordero degollado y de modales inmaculados una ...

— Dilo, no te contengas por mí — se puso en pie, con la copa casi vacía en su mano; faltaba mucho para alcanzar un estado de embriaguez que le hiciera desconectar y olvidar.

Sí, arrancarla de su pecho, de su sangre, de su cuerpo y mente. 

— En vez de estar jugando con las muñecas, ha estado practicando de verdad — comentó, aún atónito por los recientes comentarios, divagó si...

¿Por qué se le venía a la mente? Sacudió la cabeza como si de un mosquito molesto se tratara.

— Sí, quién me lo iba a decir después de que me reprochara sobre mi comportamiento.

— No fue inteligente de tu parte ocultarle tu relación con la esposa de Sanders — levantó las manos en son de paz.

— Ya, y mira lo que me ha llevado, casarme con alguien que no dudó en vengarse y pisotearme porque ella está muy tranquila, la muy condenada— hasta él notó un deje de decepción —. Quiere que acepte el niño como si fuera mío cuando es una prueba viviente de su traición. 

Adam se calló porque no le gustaba ver a su amigo así. Fue hasta él y le palmeó la espalda, dándole su apoyo.

— Divórciate.

— Eso seguramente es lo que querrá, pues va a ser que no. No le voy a dejar el camino libre después de lo que me ha hecho.

El caballero se encogió de hombros. 

 — Bueno, si es lo que quieres.

— No sé lo que quiero ya — miró lo poco que le quedaba de whisky, perdiéndose en ese color. 

Hester tenía los ojos de una cierva, casi de ese mismo color.

— Sé lo que necesitas y vamos a salir de juerga.

Darian esbozó una sonrisa burlona y se tragó lo que le quedaba. 

— ¿Todo lo solucionas con la diversión?

—Ay, amigo, y pensar de lo que le estabas perdiendo mientras le guardabas cierto luto. No pienses más en ella y diviértete. Después de todo, has estado mucho tiempo sin una mujer porque le querías ser fiel a su recuerdo y mira como te lo ha cobrado. 

— Sí. 

— Entonces, ya está dicho— le dio otra palmada —, no esperemos más. Como alguien dijo: un clavo saca otro clavo.

Lo oyó y se preguntó si sería cierto. 




Regresa a mí #7.2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora