Capítulo 18

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Las secuelas de una noche apasionada no hicieron que las aguas volvieran a su cauce. En vez de acercarlas, parecía cada vez más distanciadas de ese punto de retorno que alguna vez lo fue o si solo el recuerdo lo había maquillado.

Darian se había prometido de no dejarse llevar por la locura que le había dominado en la anterior noche, no muy seguro de su capacidad de mantener el control a bajo recaudo en lo que respectaba a su esposa.

 Mientras tanto... Hester intentaba buscar la manera de poder abrirse a él y la pudiera escuchar. Sin embargo, al parecía ser ese mismo día no era, ocasionando más frustración y desazón en su interior al ver que se había marchado, dejando a Ian en la cuna, dándole nuevamente una bofetada sin mano. Al menos, había cumplido con su petición, pensó con un pálpito de aliento al observar la carita relajada del bebé.  

¿Qué posibilidad había a que fuera a peor? Su suegra le había dado esperanzas, por lo que supuso que no sería tan negro. Sin embargo, la confianza en uno mismo podía dinamitarse en cuestión de segundos. Cuadró hombros y llamó a Clarisse, había un nuevo día que enfrentar y no estaba dispuesta a desanimarse. Si no la escuchaba, tarde o temprano lo iba a hacer, aunque eso significara otra batalla que librar.

***

Darian intentaba centrarse; los números bailaban delante de sus ojos y no tenía manera de poder estar centrado. Se llevó una mano a la sien y se la apretó, si dejara de latir tan fuerte. Se recostó en el sillón y miró  a la nada; no podía quejarse, no había clientes haciendo cola para quejarse de que sus negocios fueran a mal. 

¿Entonces qué fallaba?

Fallaba que se había llevado por la pasión y se había olvidado de que su esposa lo había engañado. Esa espina se le había clavado más en el costado, más molesta, más espinosa y venenosa. No obstante, aunque su mente se lo recriminara, su cuerpo era otro cantar. Como si no le hubiera bastado las horas que había pasado con ella, como si no le hubiera sido suficiente haberla tenido en brazos, haberle hecho gritar adentrándose en ella. No, no había sido suficiente, y lo estaba llevando por el camino de la penitencia. 

—  ¡Maldición!

Por más que maldijera, no se iba a sentir mejor. Cuando alguien tocó la puerta de su despacho, no pudo hacer otra cosa que gruñir a la persona que estuviera detrás. Su secretario, tan fiel y tal leal no se quejó de su trato, más obvió ese detalle.

— Sir, hay un caballero que desea hablar con usted.

— ¿No tiene cita previa? — había creído que iba a tener una mañana tranquila —. ¿Cómo es su apellido?

Debería haber sabido desde que su esposa le dejó con el crío, ya el día había empezado torcido. 

— Charleston, sir. No tiene cita previa, pero como he visto que no hay nadie que atender he pensado que podría pasar.

— Hazle que pase.

Se levantó para saludar al caballero que de primera impresión no se le hacía conocido, aunque a la vista él, sí, o era una extraña sensación por la manera que lo miraba y le sonreía.

— Buenos días, sir. Espero no molestarle — le tendió la mano para darle el saludo.

— No, no es una molestia. Como verá, no nos pilla muy ocupados. Puede sentarse.

Tommy entró para preguntar si deseaba alguna bebida o comida, cosa que ambos rechazaron.

— ¿Qué se le ofrece, lord Charleston? — preguntó cuando él hizo lo propio detrás de su escritorio.

Regresa a mí #7.2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora