Capítulo 27 (final)

2.8K 377 44
                                    

Cumplió con su palabra, a primera hora de la mañana tras asegurarse de que Hester estaba bien y prometerle que volvería pronto. Sin ningún titubeo, ni echarse para atrás, fue al despacho de abogados. Había varios, pero el que fue, era muy conocido y respaldado por su familia. No hacía falta hacerle esperar. Tenía que hacer las gestiones pertinentes para que Londres supieran de las dos alimañas que había en sus filas. No tuvo remordimiento; bastante había permitido que el tiempo transcurriera sin hacer nada, por haberse tomado la responsabilidad de la situación. Por último. 

— ¿Qué haces por aquí? — Lombart salió de la mesa y le tendió la mano para estrechársela —. Tú que siempre decías que no necesitabas los servicios de un abogado.

— Pero ha habido unos cambios en mi vida que me ha hecho rectificar.

— Nunca es demasiado tarde para cambiar de opinión, o eso dicen, ¿no? Dime, ¿en qué te puedo ayudar?

Darian carraspeó para ponerse serio.

— Quiero hacer una declaración pública y dar legalmente mis apellidos al hijo de Hester. No entraré en detalle del porqué de mi petición. 

— No te lo he pedido — lo decía sinceramente —. Pero no te preocupes, haré lo que me pides. ¿Algo más?

— Sí, quiero que oficialmente sea mi primogénito. 

— Va a ser un chico con suerte — se subió más las gafas.

— Nosotros, por tenerle. Por otra parte, es mi deseo, imperativo, de poner una denuncia a lady Sanders y Charleston por haber hecho daño y haber perjudicado la imagen de mi esposa.

— Eso tomará su tiempo.

—  No me importa, el que sea necesario mientras que ellos paguen.  

— Lo harán, te lo prometo. Me gustaría que me facilitases unos datos para tener más información y poder poner la denuncia. 

— Además, de hacer llegar una nota a los periódicos, informando los trapos sucios.

—  Claro, ¿eres consciente de que puedes provocar una guerra con lord Sanders? No creo que cuando lo sepa, esté tomando el té con pastas tranquilamente.

Lentamente, lord Darian esbozó una sonrisa.

—  Lo sé y eso quiero. 

— Será como tú digas. 

*** 

Había visitas cuando regresó a casa, menos mal que eran las de sus padres. 

— Cuando nos enteramos, quisimos saber cómo estaba y si podíamos ser de ayuda.

—  Gracias, mamá —  le dio un abrazo —. Por ahora, necesita descanso. No es mejor alterarla.

—  Cualquier cosa que necesites, nos avisas —  dijo su padre.

— Lo tendré en cuenta.  Voy a subir a verla. ¿Os quedáis?

—  No, nos iremos en unos minutos. Sabemos que quieres estar con tu esposa e Ian.

— Suponéis bien. 

— Te dejaremos con ella.

Se despidieron y Darian no tardó en subir hacia la habitación de su esposa donde la encontró despierta y con la mirada despejada.

— ¿Cómo te encuentras?

Fue hasta ella, que se deslizó hacia un lado para dejarle sitio que él no desaprovechó y la cobijó con sus brazos.

— Mejor, ahora que estás conmigo.

Dejaron que el silencio se interpusiera mientras las paredes se teñían de otros colores.

— Sabes que cada día que me levanto agradezco a Dios porque en una noche irrumpiste en mi oficina, disfrazada de chico.

— Oh, no. No me lo recuerdes.

— ¿Por qué no? Es mi recuerdo más preciado.

Se arrebujó en su cuello, sonrió.

— Me hiciste el mejor nudo de corbata.

— Para — se le hinchó el pecho al escucharla reír —. No fue nada extraordinario.

Le cogió con suavidad su rostro, extendiendo sus dedos por su mandíbula y mejilla.

— Para mí, lo fue  — respiró hondamente y apoyó su frente en la de ella —. Te quiero, Hester.

— Y yo, a ti, mi caballero andante.

¿Lo era? Con sus ojos llenos de pureza y calidez, le hicieron creer que lo era.

¿Por qué no?

Su amor también se lo decía.

Un año atrás, se había sentido desorientado, huérfano, rabioso, frustrado con su marcha. Ahora, con ella, volvía a su hogar, a su refugio.

Porque Hester era lo que le daba sentido a su vida.

Ella y su manera de ver la vida.

Lombart se equivocaba.

Él era el afortunado.




Regresa a mí #7.2 Saga MatrimoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora