Capítulo 1

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20 de Septiembre, 2015.

— ¡Curva a cinco metros Hela, ya sabes que hacer!

Es el momento que más espero en cada carrera. Todo circuito tiene por lo menos dos curvas que orillan a los corredores a reducir la velocidad de manera repentina. Si no estás lo suficientemente alerta es probable que termines fuera de la pista, con un auto volcado y haciendo que otro conductor tenga un encontronazo contigo.

Nadie quiere pasar por algo así.

Creo que la clave está en ir disminuyendo la velocidad de forma lenta. Los demás conductores se confiaran, creerán que llevan la delantera, que van ganando, pero la curva los tomara desprevenidos, causando que tengan que improvisar sobre la marcha mientras yo paso por el lugar de forma fácil, rápida y efectiva.

Tan fácil, rápido y efectivo como ponerse un condón.

Sentir el aire pasando por mi cabello al subir la velocidad es algo que siempre voy a amar de correr, me relaja y hace que me olvide de donde estoy. Logra que me aparte de todo por al menos unos minutos, para mí esto es algún tipo de meditación. A algunos les funciona el yoga, a otros correr en las mañanas, pero a mí lo único que logra despejarme y hacer que me sienta en paz conmigo misma es esto.

Esto me conecta con mi yo interior y me hace sentir en control. Algo que durante toda mi vida me ha sido arrebatada.

Cuando por fin veo la línea de meta -Que viene siendo una chica vestida con una minifalda y un top súper escotado con una bandera roja en sus manos- freno de forma abrupta logrando que el vehículo de una vuelta de 130 grados quedando de lado.

Inmediatamente llego me apresuro a ponerme el gorro de cabeza completa tipo los que usan los ladrones y salir del auto para recibir mi parte de las apuestas. No me gusta perder el tiempo, si me entretengo con cualquier otra cosa puede que alguien se propase y decida revelar mi identidad, es algo que aún no me puedo permitir, tengo mucho que perder.

Nadie puede saber que estoy viva, y en lugares como estos las noticias vuelan.

Cuando voy caminando lejos, en dirección a mi motocicleta y con la mochila llena de dinero en un hombro decido sacar mi teléfono justo en el momento en el cual enciende con una llamada entrante de Jax.

— ¿Qué quieres?

—Lo que me encargaste ya está casi listo. Estoy triangulando los lugares frecuentes a los que va para así saber que tan lejos van diariamente y cuáles son esos lugares.

—Bien... Al fin eres útil.

—Por alguna extraña razón todos ellos frecuentan los mismos cinco lugares, todos con la misma distancia de 30 kilómetros los unos de los otros— de fondo puedo escuchar como constantemente está tecleando en su computadora—. Lo extraño es lo que hay justo en medio de esos cinco sitios.

»Te voy a enviar los primeros cinco lugares, el de en medio debes verlo por ti misma cuando vuelvas. Considero inoportuno mencionarlos a través de una línea telefónica.

— ¿Estás seguro? Sabes que no podré volver con ustedes hasta dentro de unos meses.

—Completamente. Mientras el tiempo de tu regreso llega te informare lo que este dentro de mis posibilidades— asegura para después colgar. Maldita sea, sabe cuánto detesto que cierre la línea de manera tan repentina.

Justo en el momento en que llego a lugar donde está ubicada mi motocicleta escucho las sirenas de policía a lo lejos y a alguien gritar: — ¡Policía!

Es tan cliché que siempre llamen justo luego de terminar, solo para joder.

Y sé que en definitiva ya es mi jodido momento de huir. No espero otro grito de alerta más, simplemente me quito el gorro luego de verificar que nadie me haya visto y me subo a mi moto para así emprender la huida lejos de este nido de gallinas.

Dulce Venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora