El chico encima de la terraza

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Despues de tanto, me había decidido.

Me estiré lo más que pude para agarrarme a la punta del muro que me defendía de una caída libre. Incluso pese a las pocas fuerzas que me quedaban en mis flácidos y pálidos brazos logré alzarme sobre el muro de la terraza. Apoyando una de las plantas de mis pies encima del borde me impulsé como gancho hasta subir ahora todo mi cuerpo encima de aquel muro. Ahora tenía un pie colgando del precipicio infinito, donde mis ojos veían solo luces de farolas y carteles los cuales en conjunto me impedían diferenciar algo claro de aquél vértiginoso vacío total que me aguardaba. El viento me hacía sentir frío, mucho frío. Mi cuerpo temblaba, mi espalda sobre todo, generándome de vez en cuando un escalofrío desagradable. Aunque honestamente varias veces me cuestioné si el frío era el culpable o si lo eran mis mismos miedos.

No podía creer que por fin, después de tanto tiempo, me había decidido a dar mis últimos respiros.

Estaba de lado, sentado, dejando colgar un pie de un lado de la muerte, y otro del lado de la esperanza. Pero. ¿Qué esperanza? Incluso veía oscuro aquél lado de la terraza que me pedía simbólicamente que viviera, no había luz que le diese a esa zona, y eso creo que armonizaba con mi espíritu en esos momentos.

Mi conocimiento sobre la vida siempre fue como la de un soldado retirado, lleno de táctica, pero cero de técnica como para llevar a prueba todas esas esperanzas que días atrás me propuse alcanzar. Eran años de intento, mientras detrás de una computadora me lamentaba una y otra vez aquellos desaciertos, esperando estúpidamente alcanzar la gloria aunque sea una vez... Una maldita vez...

Mientras apretaba mi puño con fuerza y mis nudillos crujían, recordaba con impotencia lo fácil que era que alguien  te motive un poco para seguir adelante. Lo había leído en un libro, "con tan poco, podía alguien hacer muchísimo en otra persona". Lo recordaba con impotencia pues eso en mí no existía. Me envenenaba ver el éxito en mi alrededor. Ver como quizá, si sobrevivo a la caída, alguien por allí en el fondo del precipicio, detrás de esas luces molestas que me ciegan la visión ahora, seguro estará cumpliendo un sueño, o siendo amado. En el peor de los casos, sintiendo una palmadita en la espalda de alguien cercano.

Mis ganas de seguir eran ínfimas, pero, ¿Realmente podía tomar las riendas de todo aquello yo mismo?

Sin poder cuestionármelo, una ola de viento empujó mi cabeza desde el más alto de los pisos hacia el asfalto. En el envión me arrepentí, mi pecho se cerró al instante. Por primera vez sentía la adrenalina y aún no había caído del todo, la parte anterior de mi rodilla hacía gancho a mis últimas esperanzas de vida.

¿Por qué algo me dice ahora que quiero seguir viviendo? ¿Por qué ahora, que estoy colgado de una pierna que poco a poco resbala por la ropa de aquella esquina que me mantenía encima de la terraza, se me da por pensar en actuar?

No lo entiendo, ¿no me conocía lo suficiente ya?

"¡Niego haber pensado en todo aquello, niego totalmente querer seguir vivo!" declaré, como si se lo dijese a un dios, un dios en el que no creía. Tras eso con furia por haber pensado en salvarme me dejé caer. Esta vez, fui yo quien soltó el pie, y me lancé con un grito lleno de furia, tal que sentí como si mis pulmones se rompiesen. No era un grito de miedo, sino de guerra, de declararle guerra a todo aquel mundo de mierda que me hacía sentir sensaciones infelices, mientras incluso mis lágrimas me dejaban caer a mí solo en picado.

Todo en mi casa estaba destruido, no tenía nada a lo que volver, mi ira me impedía totalmente pensar. Declaré odio eterno a todo eso que sentía, a sentir en general, a la deshumanización que sentía de mi parte gracias a otras personas. A todo aquello de lo que percibía. Recordaba en la caída libre un libro que decía que una vez mueres, ya no sientes absolutamente nada, como si anestesiado estuvieses.

Tengo que decir, que al recordarlo incluso llegué a sonreir a la vez que divisaba el asfalto una vez las luces fueron disminuyendo y ví como el destino de mi cuerpo era despeñarse encima de un carro gris. Pensé "lo hice, me animé". Y tras eso, mi cuerpo dejó de funcionar.

Pero la vida tenía el oficio de torturarme aún más, y como por arte de magia, me di cuenta que seguía existiendo.

Ahora, no era capaz de usar ninguno de mis sentidos, simplemente existía, y me daba cuenta, y lo peor es que me atemorizaba darme cuenta, era como una piedra, era como las imaginaba: En su letárgico sueño, en sus letárgicos pensamientos de sinsentido. 

Poco a poco con el pasar del tiempo, mi capacidad de sentir (que ya era muy poca) también me abandonó por completo, pensé que había abandonado mis sentimientos el día que me suicidé, pero cada día me sorprendía más aquellos sentimientos que ya no sentía, era como si estos se fuesen de manera discreta con el pasar del tiempo, tiempo del que por supuesto ya no tenía noción.

Con el tiempo mis sentimientos me abandonaron. Me quedó solo de ello la capacidad de filosofar, me quedo de ello la capacidad de ser curioso, de imaginarme teorías sobre como sería la vida ahora que sin mí, lamentablemente, mi capacidad de imaginar era casi nula, solo eran manchas que se interponían una tras otra, que para mí representaban ciertas cosas, imágenes, personas, etcétera.

La pega de todo esto, era que ya ni siquiera podía preguntarle a alguien cosas que me intrigaban, o buscar en google, o llamar a un amigo que supiera de todo esto. No, no podía, quizá eso es lo que más... ¿curiosidad? me daba. Creo que lo hubiese añorado tiempo atrás, pero es que incluso perdí la capacidad de extrañar cosas, de nuevo, ahora mismo era parte de una naturaleza de palabras y pensamientos. Pensamientos que nunca iban a evolucionar, recuerdos que no se podrían modificar, palabras y poesías que no me generaban nada debido a que nada de ello tenía un sentimiento para mí y por ello prefería descansar, desligarme de ellas.

 Todas estas cosas, ya no se podrían cambiar, porque ya estoy muerto, y lo sabía perfectamente.

Ahora muerto, llego a la conclusión de que me hubiera gustado poder seguir informándome de todo, me hubiese gustado seguir sintiendo esos sentimientos, me hubiese gustado sentir todo aquello que ahora no siento.

Quizá no tenía por lo que luchar, quizá mis esperanzas eran ínfimas, pero el placer de conocer todo lo que me rodea un poco más cada día no me lo quitaba nadie. Es que, honestamente a veces sentir tristeza me gustaba incluso. Me hacía sentir que no todo en la vida era un cuento de hadas.

Estos días muerto, por suerte todo lo pude ver de una forma diferente, fuera de la verguenza, fuera de la imparcialidad, fuera de todo ello, ya que, después de todo, de este lado no hay consecuencias una vez estás aquí.

Pero... ¿Qué se sentía estar allá? Espero que este camino extraño, de sensaciones insípidas, me devuelva algún día a ese punto de la historia. Espero que aquello que vaya a ser yo el día de mañana, que ya no seré yo, disfrute de serlo.

A mi me hubiese gustado volver a la vida, estoy seguro. Pero...

¿Qué era sentir gusto por algo?

Vidalogía (Album de Cuentos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora