Arnaud de La Huerta, 57 años, Empresario Magnate.
8 de Enero del año 2009
Un estruendoso sonido de la puerta partiéndose junto con la cerradura suena al otro lado -¡Arrrrrrnaud! ¡Estoy en casa! – Grita agitando la cabeza mientras alarga su presentación como un coro de opera, lleva de carga en su hombro un bate de baseball. Todos dentro de la casa, incluido Arnaud, sabían que él vendría a buscarlo. Ahora solo quedaba él y su depredador, un hombre alto, flacucho de nariz aguilada y arremangada, con unas arrugas y pálidez blandiendo su rostro. Su pelo era largo, negro y desprolijo. Sus ojos celestes de lobo eran acompañados con un corte en la mitad de una de sus cejas, que se extendía entre medio de su mejilla hasta la comisura de su boca, la cual esbozaría una sonrisa de dientes chuecos, junto con una risa pausada, que pronto aumentaría su volumen a medida que se metía dentro de esta casa.
-¡Veo que has leído mi carta querido! – Expresaba mientras caminaba a saltitos apurados de habitación a habitación, primero revisando la cocina, luego el living y luego desde el lobbie volvería para escuchar el ruido de un perro que avisaba su llegada con gruñidos desde los escalones de arriba.
Su sonrisa se hizo más larga al ver al pitbull bajar convencido en atizar sus largos colmillos en el muslo de aquél sujeto. Un movimiento con el bate le bastó para luego de aturdirlo sacar un arma de su cinturilla. Con tres disparos el perro comenzó a mover el torso de lado a lado rápidamente hasta que luego éste pereció al tercer disparo. Asegurándose darle en la cabeza.
-No te merecías sufrir... - Murmuró, con cara larga. -Es al hijo de puta de tu dueño al que quiero hacer sufrir! – Gritó a viva voz contra el techo para que Arnaud supiera quién era, cambiando repentinamente a un rostro de hasta incluso placer por haber encontrado al fin la casa de Arnaud. -¡Yo se que andás por acá hijo de puta! – El asesino de la marca se agarró de la barandilla de las escaleras y se impulsó tirando de ellas antes de mover sus pies. Al instante subió alargando pasos, salteándose dos escalones por cada escalón que subía.
Al arribar el segundo piso, sintió el silbido de una bala rozar su nariz, incluso pudo verla pasar. Palpó con su rostro pedazos de polvo que había soltado la pared por aquella raspada de la bala. – Casi chabón. – Aquél hombre reclinó su cabeza para mostrarse ante su presa: Arnaud. Un hombre de sienes canosas. Frente arrugada y estatura mediana. Era apuesto, tenía una mandíbula prominente, unos dientes blancos como un lavamanos y una mirada verde oscura que cautivaría si no fuese por la pequeñez de sus pupilas sometidas por el terror de la escena -¿Te acordás de mí, querido? – Expresó con jovialidad de nuevo el cazador asomándose un poco para luego entre risas esquivar otro balazo que ni siquiera fue a su dirección. La puntería de Arnaud no era muy precisa. Era la primera vez que sostenía un arma. -Espero que extrañes a aquél al que le robabas la plata para comprarte esos fulbitos insulsos en los kiosquitos de primaria.
-¿¡Qué mierda querés Walter!? ¡Hijo de remil puta!
-Vos sabes lo que quiero. – Replicó, apoyándose contra la pared y echando atrás la carcaza del arma para poner primera bala en la recámara. – Si no, no estarías con un arma.
-Me enviaste un mail diciendo que me ibas a matar, pedazo de infeliz, ¿Quién mierda te creés? ¿Cómo safaste de la policía?
Ni bien alcanzó a decir eso, Walter se hizo aparecer ante sus ojos, descubierto con la pistola entre sus manos débiles. No pudo levantar a tiempo la pistola antes de que su depredador le disparase en la rodilla y ágilmente luego en su mano. Su boca se abrió como si fuese una flor y lanzó un grito al aire con todas sus fuerzas, desgarrando su pecho y sus cuerdas vocales mientras se sobaba con su mano y su codo libre de daños de balazos aquella rodilla afectada.
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Vidalogía (Album de Cuentos)
Short StoryEsta amalgama de pequeños relatos son para vos, lector. Para ti, y para aquellos sentimientos desbloqueados en ti, en favor de la impotencia, la esperanza, o la fidelidad de aferrarse a algo. Si existen o no esos sentimientos dentro de nosotros como...