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CANTO PARA IVÁN KUPALA

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CANTO PARA IVÁN KUPALA

Olga y Tatyana bailaban alrededor de la fogata, hermosas coronas de flores adornaban sus peinados, mientras los delicados vestidos blancos ondeaban con el movimiento que sus piernas hacían

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Olga y Tatyana bailaban alrededor de la fogata, hermosas coronas de flores adornaban sus peinados, mientras los delicados vestidos blancos ondeaban con el movimiento que sus piernas hacían.

Sonreían mientras intentaban no tropezar.

Iván Kupala, la fiesta en donde encontrarían al hombre que las llevaría al altar.

Aunque Olga Larina ya estaba comprometida con el poeta Vladimir Lensky, gozaba de bailar junto a su hermana mayor, además estaba ansiosa de poner su corona de flores en el río, para que esta flotara hacia donde su prometido se encontraba, ansioso de atraparla.

—¿Saltarán sobre la fogata? —preguntó Tatyana mientras se acomodaba la corona.

Olga sonrió.

—¡Por supuesto! Vladimir y yo hemos esperado tanto por la llegada de este día —respondió emocionada—. Aunque también queremos dejar mi corona sobre el río, si flota... ¡Ay Tanya! ¡Seré la mujer más dichosa si eso pasa!

Tatyana le dedicó una mirada de complicidad.

—¡Sucederá! Ustedes están hechos el uno para el otro. —Al pronunciar aquellas palabras, su mirada se nubló.

—No te preocupes, encontrarás a tu alma gemela esta noche, eso es lo que se dice —incitó la menor.

Al caer la noche, las hermanas Larina, junto a otras jóvenes doncellas, se dirigieron al río, llevando consigo velas blancas que encendieron al momento, después, se quitaron las coronas y les pusieron encima las velas, dejando que el río se las llevara.

Mientras la corriente se llevaba las coronas, una joven cantaba con dulce y melodiosa voz, que bien podría confundirse con la de un ángel:

«En los verdes bosques trina el ruiseñor,

Fluye, fluye, coronita, buena de vinquita,

hacia el amado, hacia el amado...»*

Entre ritos, bailes y cantos, la celebración de la llegada del verano continuó su curso, hasta que el momento de adentrarse al bosque, en búsqueda de la flor roja del helecho llegó.

Las hermanas se introdujeron en el bosque, separándose tiempo después.

A lo lejos, Tatyana alcanzó a escuchar la risa de su hermana, seguida de una masculina que reconoció de inmediato. Estaba con Lensky. Se sonrojó al pensar en lo que ellos podrían hacer estando a solas, por lo que procuró mantener la mente en otro lugar.

Siguió buscando la dichosa flor del helecho, tropezándose repetidamente gracias a la oscuridad.

«Onegin...»

Se sobresaltó al escuchar ese nombre susurrado por el viento.

De pronto, a su mente llegó el recuerdo de tal extraño sueño: la llegada de un demonio.

—¡Tanya! —La voz de su hermana se escucha a lo lejos.

La joven parpadeó varias veces, dándose cuenta de que se ha alejado bastante. No reconocía los árboles a su alrededor.

«Onegin...»

El paso de una nube permitió que la luna iluminara un poco los árboles, sin embargo, de entre ellos logró visualizar la silueta de un ser con cuernos que identificó como a la criatura de su sueño.

«Onegin...»

Ese nombre otra vez. Era como si fuera atraída hacia él. Caminó poco a poco hasta quedar sumida en un trance del cual, gracias a la llegada de su hermana y del poeta, logró salir.

—¿Estás bien, Tanya?

—Creo que sí —respondió sin dejar de mirar a la criatura que, al parecer, solo ella podía ver.

—Creo que sí —respondió sin dejar de mirar a la criatura que, al parecer, solo ella podía ver

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*Canción tradicional de la celebración de Iván Kupala, traducida del ruso

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*Canción tradicional de la celebración de Iván Kupala, traducida del ruso.

Tras el demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora