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Ya era hora de salir de ahí. Eran casi las doce de la noche, y no tenía ni la menor idea de cómo iba a llegar a mi casa.

Mejor dicho, yo no podía llegar a mi casa. Mis padres pensaban que estaba en una pijamada en la casa de Amanda e inventar alguna excusa relacionada con la pijamada ni siquiera era una opción, porque la ropa que estaba usando definitivamente no era para dormir.

Me maldije por no pensar las cosas antes de hacerlas.

Todo esto no estaría pasando si hubiese rechazado la invitación de Amanda. Aquello hubiese implicado muchas cosas, como escucharla quejarse durante una semana entera, pero sin duda eso era mejor que el problema en el que ahora estaba metida.

Pensé de repente que todo sería mucho mejor si mi mejor amigo, Jack, estuviese en la fiesta. Pero eso no era posible, estaba de vacaciones con su familia al otro lado del país y volvía en unos días.

Frustrada, intenté llamar a Amanda por enésima vez en la noche, y por enésima vez no contestó. Guardé mi teléfono cansada y caminé hacia adentro.

Logré salir de la casa sana y salva. Ahora el problema era cómo llegaría a casa... No. El verdadero problema era dónde pasaría la noche si Amanda no mostraba señales de vida y no conocía a nadie más en ese lugar que pudiera ayudarme.

Me senté en la acerca con cuidado, esperando que una idea llegara a mí por inspiración divina o algo por el estilo. Todavía ahí alejada de la fiesta, podía escuchar la música.

Alguien pasó cerca de mí caminando muy rápido. Distinguí al chico de la pelea, el de pelo rojo, que sin duda había ganado. Estaba dándome la espalda, así que no podía ver su rostro. No se había dado cuenta que yo estaba ahí.

Sacó algo del bolsillo trasero de su pantalón negro y pude ver que encendía un cigarrillo.

Decidí dejar de mirarlo antes de que notara mi presencia.

Tomé mi cabeza entre mis manos y cerré los ojos. Tenía frío, bastante sueño y lo único que quería en este momento era estar en mi cama durmiendo.

Todo esto era culpa de Amanda.

—Hey, tú —escuché una voz. Levanté la cabeza, sin saber si era conmigo.

Ahí estaba el chico de pelo rojo, recargado en una motocicleta negra cerca de donde yo estaba sentada, aún fumando su cigarrillo.

—Hola —murmuré viéndolo, y luego apartando la mirada.

No lo conocía pero digamos que después de ver esa pelea, me intimidaba un poco. Además, hubiese visto la pelea o no, me sentiría así. Ese chico era todo lo que describía a un tipo rudo.

—¿Qué haces ahí? —preguntó dando una calada de su cigarrillo.

Tardé en responder.

—Esperando que mi amiga aparezca para poder irme de esta maldita fiesta —murmuré una vez más.

Asintió. Terminó su cigarrillo y lo tiró al suelo, después lo pisó haciendo que la pequeña llama se apagara.

—¿Quieres que te lleve?

¿Qué le diría ahora? No podía dejar que me llevara porque ni siquiera sabía su nombre, me daba un poco de miedo y, en realidad, no tenía a dónde ir. Estaba jodida.

—N-no, no tengo a dónde ir —dije con torpeza.

El chico abrió la boca para decir algo, pero una chillona voz detrás de nosotros lo interrumpió.

—¡______! ¡Al fin te encuentro!

Me levanté rápidamente al reconocer a mi mejor amiga y caminé hacia ella. Quería matarla.

—¡Estuve buscándote por horas! —exageré con un ademán.

Ella sólo puso los ojos en blanco.

—Ya cállate y vámonos de aquí —dijo tomándome del brazo.

—Espera.

Me solté de su agarre y me dirigí al chico de pelo rojo que estaba a unos metros detrás de nosotras. Sólo miraba su teléfono.

Levantó la mirada y sus ojos se encontraron con los míos.

—Creo que ya podrás irte de esta maldita fiesta —me dijo, repitiendo lo que yo había dicho segundos atrás.

Sonreí a medias y asentí.

—Adiós —dije agitando mi mano como despedida.

Él sólo hizo un gesto con la cabeza.

Caminé de vuelta a donde estaba Amanda y me preparé para darle un sermón acerca de todo lo mal que había estado el dejarme sola en ese desastre.

—¿Qué hacías hablando con Clifford? —me preguntó antes de que yo pudiera empezar a reclamarle.

—Quería llevarme a casa —me encogí de hombros.

Amanda y yo caminábamos por la acera hacia su auto, que estaba aparcado en la calle lejos de la casa.

Detuvo su paso y me miró con los ojos bien abiertos.

—¿Qué?

Asentí sin entender su sorpresa. Era un tipo rudo pero sólo estaba siendo amable.

—¿Qué tiene de malo? —pregunté.

—¡Michael Clifford te coqueteó, ______! —exclamó con cierta emoción, mientras entrábamos al auto.

Michael Clifford. Así se llamaba el chico de pelo rojo.

—Claro que no, estúpida, simplemente quiso llevarme a casa porque le dije que tu no aparecías.

—Sí, seguro —ironizó—. Debes saber que ese tipo no hace cosas así con las chicas.

Rodé los ojos. —¿Va con nosotras en el instituto?

—Sí, ¿cómo no lo habías visto antes? Es el que siempre anda metido en líos.

De acuerdo, eso explicaba lo de la pelea en la fiesta.

—Oh, lo vi peleando con un chico en el jardín hace rato —le conté.

—Qué lástima que no pude verlo.

—¡Amanda! -dije riendo. ¿Para qué quería ver algo así?

Ella rió conmigo, y luego apago el auto. Finalmente habíamos llegado a su casa, justo a la una de la mañana.

Entramos sin hacer mucho ruido para no despertar a su madre. Un rato después ya estábamos en su habitación, preparándonos para dormir. Y enseguida mi cabeza rozó la almohada, caí en un profundo sueño.

trouble :: m.c [slow updates]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora