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RECENTLY.

HUSBANDO: SANO MANJIRŌ (MIKEY).

TÍTULO: POR VERLA.

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Sano Manjirō no tenía necesidad alguna de ir a un hospital a ser atendido ni mucho menos. Era líder de una de las bandas más grandes de Japón, y aunque últimamente estuviera un poco disperso de la misma, eso no quitaba que todos sus miembros supieran que él era superior. No tenía la necesidad de ir a un lugar público ni mucho menos de pedir ayuda; pero igual lo hacía. ¿Por qué? Solo por verla.

Ella, una joven enfermera graduada hace apenas dos años. Nunca se había atrevido a preguntar su nombre, mas no le preocupaba este hecho. Cuando la veía a los ojos sentía que ese pasado que tanto lo atormentaba era una nube lejana de problemas, los pocos minutos que pasaba a su lado se sentía separado del mundo, era como encontrar esa felicidad que siempre estuvo persiguiendo pero nunca llegó.

Sus constantes peleas hacían que sus visitas fueran regulares a la sala de esa mujer. Ella siempre lo recibía con una sonrisa y lo trataba con tanto tacto y delicadeza que lo aterraba, pero le gustaba ese miedo que provocaba en su interior.

—¿Otra vez tú? —inquirió la fémina, cruzándose de brazos y arqueando una ceja en modo de reproche.

El pelinegro se mantuvo estático en el lugar, sin decirle nada, recostado a la puerta; todos sus encuentros solían ser así, él solo guardaba silencio mientras ella hablaba hasta por los codos, y aunque no hubiera un instante de mutismo, para Mikey era muy tranquilo el ambiente. Tenía los puños ensangrentados, dañados por culpa de un idiota que lo sacó de quicio, aunque en el fondo le agradecía porque así podría ver a su persona favorita en el mundo.

—Vamos, pasa —ordenó la chica, haciendo un gesto con su mano mientras se daba la vuelta para buscar en su closet algunas vendas y analgésicos. Llevaba casi un año tratando a ese joven y conocía a la perfección que clases de heridas sufría, siempre le provocó curiosidad pero prefería abstenerse a preguntar; sabía que era más conveniente no involucrarse demasiado.

Manjirō se sentó en la camilla de la sala y la observó sin detenerse un solo segundo. Desconocía el hechizo que se había aplicado sobre su persona, y el por qué entre tantas mujeres atractivas en el mundo, él había la escogido. De lo único de lo que estaba seguro, era que, últimamente, lo mejor de pelear era que después podría venir a verla.

La chica caminó donde su paciente con una bandeja y sus utensilios dentro, colocó la susodicha al lado de Manjirō y suspiró. Con mucha delicadeza atrapó la mano herida entre las suyas y casi que por acto reflejo acarició la piel de Mikey con sus pulgares. Tenía la mirada gacha pero podía sentir como esos oscuros orbes negros la examinaban hasta el cansancio.

—Esto se ve feo —murmuró, jalándolo para obligarlo a ponerse en pie. Cuando consiguió lo que quiso, lo guió hasta el lavabo y tomó una toalla. Introdució la mano de Mikey en el chorro de agua que desprendía la llave y con toda la amabilidad y dulzura del mundo se encargó de borrar toda mancha de sangre. Sabía que eso no detendría la emorragia, pero al menos ayudaría; ella estaba consciente que gran parte de la sangre no pertenecía al pelinegro—. Deberías dejar las peleas.

Tras aquella línea siguió con el procedimiento, poniendo todo el cariño que la caracterizaba, mostrando lo que la preocupaba ese joven. No quería involucrarse demasiado, pero no podía evitar querer ayudarlo, siempre se veía tan apagado y triste, albergando una inmensa oscuridad en su interior. Por alguna razón ella no estaba satisfecha con curar sus heridas físicas únicamente.

Mas no lo haría, no se dejaría envolver por una apariencia atractiva y un alma que necesitaba sanar, sabía que meterse en la vida de ese muchacho del cual no sabía ni su nombre solo le traería desgracias y un sin fin lágrimas. Aunque se estuviera muriendo por dentro por acercarse, seguiría lejos, solo siendo su enfermera, luchando por contener sus deseos. En la vida habían cosas más importantes que esa clase de sentimientos.

Cuando por fin los nudillos de Manjirō estuvieron vendados, la visita de hoy llegó a su fin.

—Sano Manjirō —dijo él, con voz ronca. La tomó por el mentón y la obligó a alzar la vista para mirarlo. Se acercó peligrosamente al rostro de la chica y cuando sus respiraciones se entrecortaron prosiguió—. Recuérdalo.

Tras esa declaración, y sin llegar a concretar un beso, el aludido se separó y caminó hacia la puerta, dejándola confundida. Eran las primeras palabras que le dirigía en todo su tiempo juntos, y también serían las últimas.

Sano Manjirō no se dirigía a otra pelea, iba a terminar la guerra, la misma guerra con la que estuvo lideando desde que nació. Lo que ella no sabía es que esa sería la última de sus reuniones, él estaba caminado rumbo al final de su vida.

Mikey simplemente no se quería suicidar sin verla una última vez...

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PURE PHRASE  •|One-shots|• ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora