Capitulo 6

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Habían sido los 20 minutos más largos de mi vida. Los 20 minutos más intensos. Los 20 minutos más sufridos. Habían sido mis últimos 20 minutos. 

De pronto llegamos a un edificio, que parecía algo antiguo, pero gigante. No conseguía asignarle ningún tipo de muerte con el sitio. Por el camino, nos habían encadenado. Incluso a mis hermanos pequeños. Eso me partió el corazón. Atravesamos las grandes puertas, y llegamos a una oficina, parecía tranquila. Un señor, enseguida se percató de nuestra presencia, y salió disparado hacia una puerta. A los pocos segundos salió un señor, bajito, calvo, y con un gran bigote gris.

-Vaya vaya, que tenemos por aquí. -dijo. Desde ese momento me cayó mal.

-¡Señor, Señor!, nosotros no somos judíos, de verdad, somo alemanes, como usted. -dijo i padre realmente nervioso.

-Ya ya, como todos los que pasan por ahí. -dijo tras lamerse los labios. 

Mi padre le iba a responder, hasta que él sacó un papel. 

-Mire, ¿ve esto?- dijo con una pícara sonrisa.

-Si señor - contestó mi padre nervioso

-Bueno, se trata de el acta de nacimiento de Elisa Herzog, la cual es propietaria de vuestra casa. Y vosotros sois su familia por lo que sois judíos. 

-No señor, yo... - mi padre no terminó, ya que este lo interrumpió.

-Ahora ustedes no están en mi mano. A partir de ahora ustedes vivirán en campos de concentración. 

-¿Alguien tiene alguna habilidad? -dijo sin ni siquiera mirarnos a la cara.

-Yo señor. -me atreví a decir. Mi familia se quedó extrañada. 

-Bueno, y ¿cuál es? -dijo

-Bueno señor, tengo buena puntería y me considero bastante ágil, me he estado entrenando.

Mi familia se quedó petrificada, aunque mi abuelo un poco menos, ya que estaba al tanto de la puntería. 

-Bueno pues los padres y la joven, se quedan en el campo de concentración de Auschwitz, los demás los mandáis a Bikernau directamente. 

¿Qué?, no podía ser, encima me iban a separar de mi familia. No pude quejarme, porque antes de que me diese cuenta, estaba a punto de de llegar a aquel horripilante lugar. 

Una vez llegamos, no dije ni una sola palabra, me limité a dirigirme a donde me indicaban. Se podían apreciar varías vallas diferentes,  supongo que para no escaparnos. Al entrar se apreciaba una torre principal, más alta, y la continuación del edificio de una menor altura. Por esa parte solo había una valla, aunque supongo que estaría más vigilada. Miedo. Sentía miedo. Ese era el momento en el que veía y comprendía que las cosas eran reales. Pero ya no había vuelta atrás. Una vez el vehículo atravesó la valla, y ahí es cuando supe que ya no era libre. Me tenían. Era suya. Cuando apagaron el vehículo estaba nervios. Nunca había visto un campo de concentración, y no sabía como era  ni que se hacía. O si me daría tiempo ha hacer algo. Bajé del vehículo atada entre cadenas, y e dispuse a subir unas escaleras. Era feo. Un lugar triste y feo. Me dirigieron hacia un mostrador, en el que una chica me pidió los datos. Los señores que me acompañaban se los dieron. No podía hablar. Me llevaron frente a una puerta y me empujaron con mala gana. Al girarme habían un montón de mujeres, todas iban a sufrir el mismo infierno, o eso pensé. Al pasar unos 10 minutos de miedo y soledad y nuevas incorporaciones, abrieron la puerta pasando varios carros con ropa. Era como un uniforme. Camiseta y pantalón negro y una camisa de rayas azul y blanca, que repartieron posteriormente, con un numero diferente para cada una, pero seguido. Ahí supe como pasaría el resto de mi vida, encarcelada. 

Una vez nos cambiamos todas, sin ninguna intimidad, abrieron otras puertas que se encontraban al final de la sala y no comprendía. Estaba dentro del fucking campo de concentración. Pero todo era..., diferente. No había salido de la sala y sabía que era un lugar triste. El último lugar en que hubiese elegido cualquier humano para vivir, o simplemente pasar un rato. Parecía que se iba a caer a pedazos. Nos llevaros, encadenadas, a un edificio. Atravesamos un largo pasillo que contaba con edificios a los lados. Todos iguales. Y era imposible salir de ellos, ya que contaba con una valla eléctrica, que llegaba llegaba hasta un lado del pasillo, al igual que la valla del edificio de enfrente, y también separaba a los de los lados. Lo que pude observar, es que todos íbamos vestidos iguales, lo único que cambiaba, era el número de nuestro uniforme. Eso demostraba que para aquellos señores solo eramos números. Además, pude observar que era mucho más joven que el resto de mujeres. 

De repente, nos paramos frente una puerta que estaba en la valla eléctrica. Todas pasamos en fila, y entramos en el edificio. Subimos unas escaleras y nos metieron en una habitación. Era del tamaño de mi casa, o menos, y pretendían meter a toda esa gente. Cuando entramos, no tenía a nadie a menos de 20 cm. Me asignaron una cama y si no me sobraban 2 cm por cada lado no me sobraba ninguno. Era muy incómoda. Parecía cartón. Y estaba a unos 15 cm de la persona de al lado. Por lo menos al otro lado no tenía a nadie. Era el primer día y estaba podrida por dentro. Además no sabía donde estaba mi familia. Ni porque habían mandado a mis abuelos y a mis hermanos a otro campo de concentración. ¿Pronto lo descubriría?

lo que destruyen los pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora