capitulo 3

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El día había empezado normal. Aunque ese mañana había habido un montón de ajetreo en la librería. A parte de que nos había vuelto a llegar un pedido, cosa que no era normal, nunca nos habían llegado dos pedidos en tan poco tiempo. Bueno, igualmente yo estaba el doble de feliz. Además, por un motivo desconocido, esa mañana mas del triple de las personas habituales habían venido. Y mis padres realmente estaban felices, al igual que el resto de la familia. Ya era hora de comer, sin embargo, como teníamos tantos clientes, mis padres habían decidido o cerrar a medio día, y que uno de los dos se quedase allí, y luego se cambiasen para que le otro comiese. Y eso hicieron. A las 15:00 h hicieron el cambio y mi padre entró a la trastienda a comer. Una vez terminó, volvió a salir a la librería. 

Esa tarde, como todas las otras, mis padres me habían dado permiso para salir a dar una vuelta, pero opté por quedarme a ayudar en la librería, ya que la tarde había empezado casi igual que la mañana. 

Cuando salí de casa preparada para pasar la tarde en la librería, me llamó la atención una mujer de unos 50 años. Iba vestida con una falda larga de color marrón desgastado y una camisa blanca. Nunca la había visto por la zona, pero la mujer en sí no fue lo que me llamó la atención, más bien en la zona de la librería en la que se localizaba. Janusz Korczak. Allí se encontraban todos los libros de ese escritor. Y no era uno de esos que la gente pudiese leer sin problemas, al contrario, era muy duro. Esa zona era la menos visitada. Me acerqué hasta ella y le dije: 

-Buenas, ¿necesita algo?, ¿está buscando algo en concreto?

Ella no se inmutó. Ni me miró. Siguió a lo suyo. Decidí volver a preguntarle esta vez tocándole con delicadeza, para que no se sintiera incómoda. 

- ¿Necesita algo? - repetí

Esta vez me miró furiosa pero silenciosa, me parecía extraña.

-Déjeme en paz - dijo

Rápidamente dejó los libros que había seleccionado y salió rápidamente. Genial, no había comenzado la tarde y acababa de espantar a una clienta. Espero que la cosa siga mejor. 

Pasadas varias horas, era la hora de cerrar. Mi padres estaban cogiendo el dinero de la caja y yo ya me iba. Cuando estaba camino a la trastienda se me calló un anillo y me agaché a cogerlo. Incliné mi espalda hacia abajo, y al sentir el anillo entre mis dedos, apreté estos y lo agarré. Cuando me iba a levantar escuché a mis padres hablando. ¿Qué decían? Lo que escuché me dejó realmente asombrada.

-Cariño, pero, ¿no te das cuenta? - dijo mi padre.

- ¿De qué ? -contestó mi madre

- Con el dinero que ganamos en la librería y el que nos darán si la vendemos, podemos hacerlo.

¿Hacer el qué?, no entendía nada. Me iba a levantar para preguntarles, hasta que sin saberlo, ellos mismos me respondieron. 

- Lo sé. Es realmente peligroso que descubran nuestro verdadero apellido y nos lleven a campos de concentración. Además no creo que los abuelos vivan. No les valen para trabajar y suponen un gasto. 

- Cierto. Por eso tenemos que huir lo antes posible de este lugar. 

No podía dar crédito a lo que estaba escuchando. Nos íbamos a mudar de Auschwitz, para ir a no se donde, y para colmo, mis padres me habían estado mintiendo sobre quien soy. ¿Como me podían querer tan poco? Yo había si muy buena hija. 

Lo que dijeron de los campos de concentración, era lo que más me había sorprendido, ya no solo me habían mentido sobre mi identidad, sino que era judía y en cualquier momento me podían meter en cualquier campo de concentración. 

Estaba a punto de dirigirme a ellos y decirles que lo había oído todo, pero creo que eso paralizaría nuestra mudanza y si realmente eramos judíos, eso no le hacía bien a mi familia, por lo que cautelosamente entré en la trastienda.

Esa noche no dormí nada, como de costumbre. Pero ese día era por un motivo diferente. Lo que más rabia me daba, no era la mentira, sino la manera de la que me había enterado. Dolía. Pero ya no podía hacer nada. Bueno si. Cuidarme. Cuidarme mucho. Porque si alguien se enteraba que era judía, nos meterían en el campo de concentración, y eso era lo último que quería. Pero aún me quedaba una duda, ¿cuándo nos iríamos?. 


...


-Hija despierta, vamos es la hora de levantarse. - dijo mi madre apresurada. 

Me desperté enredada entre la fina y rasposa sábana. 

- Te esperamos en el salón - dijo dejándome sola en la habitación. 

Cuando estaba más espabilada ande un poco aturdida hacia en salón. Al llegar toda mi familia se encontraba ahí. Parecía que me estaban esperando. 

-Siéntate hija - dijo mi padre con cara de emoción camuflada en una neutra.

Me senté en el suelo junto a Noth ya que los sofás estaban ocupados.

-Bien chicos, tenemos una noticia muy importante que daros - dijo mi padre mirándole a mi madre, con la intención de indicarle que le tocaba hablar.

- ¡Nos mudamos! -dijo realmente alegre y estirando los brazos formando una V con ellos

¿Qué?, ¿cómo?, ¿cuando?, ¿tan rápido?. Yo ya sabía que nos mudábamos pero, ¿tán rápido?, no podía ser. Así que, para que mis padres fueran más precisos, me atreví a preguntar.

- Y, ¿cuando? - dije fingiendo mi cara de emoción.

- Dentro de tres días - contestaron mis padres al unísono. 

¿Qué?, madre mía, y ¿como avisan ahora?. Me volví a atrever a preguntar.

- Y, ¿por qué?

Mis padres se miraron. Parecía que les extrañaba la pregunta, pero para mí era de lo más normal. Cuando te mudas es usual preguntar ¿por qué? Y mi padre tomó la palabra.

-Bueno cariño, pensamos que vamos que ahí podemos tener mejor vida 

- ¿En donde? - dije pensativa

- ¡Nos mudamos a Vilna!

Había escuchado hablar de esa ciudad, y me sonaba que no estaba en territorio alemán, esta ciudad pertenecía a la Unión Soviética. Ahí no corríamos peligro por nuestra raza.

Bueno, estaba decidido. Nos mudamos a Vilna.


lo que destruyen los pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora