cappuccino candy | norenmin

Extra 1: Una pequeña manada

Los extras no tienen un orden cronológico.

[...]

La casa era un caos, un completo caos.

—¡Ven aquí!

El grito de Jeno se escuchó por toda la casa, seguido de escandalosas risas infantiles. El alfa corría detrás de la niña que desnuda huía de él, saltando por los sillones y riéndose del desespero de Jeno por atraparla. Habían estado así desde hacía ya un buen rato, cuando el alfa le quitó las prendas para poder bañarla, pero la niña había huido tan rápido como sus cortas piernas se lo permitían, sólo volviendo loco al chico que trataba de agarrarla para que dejase de exhibirse por toda la casa.

—¿Qué pasa? —Jaemin entró a la sala principal, donde Jeno seguía correteando detrás de la cachorra. En sus brazos sostenía un bebé, quien chupaba tranquilo de un biberón lleno de leche tibia. Lo mecía con cuidado, arrullándolo.

—¡Tu hija no quiere bañarse! ¡Dile algo!

Na rodó los ojos ante el desespero de Lee, quien se dejó caer en el sofá a mirarle cansado por todo el ejercicio que la cachorra le hizo hacer. —Hyesung, ¿qué te he dicho sobre molestar a papá Jeno?

La aludida dejó de correr para lentamente acercarse a su papá Jaemin, bajando la cabeza y moviendo el pie en un gesto tímido. La niña era una tierna combinación entre los ojos y labios de Renjun, junto al tono de piel y la pequeña nariz de Jaemin, además de ese lacio cabello castaño que le caía desordenado por sus hombros, un fleco que apenas llegaba a rozar sus finas cejas. La niña era adorable, pero sin duda también era un pequeño demonio de tres años. Se la vivía molestando principalmente a Jeno, porque era un blanco perfecto al caer tan rápido en sus pequeños trucos de manipulación. ¡Pero no podían culparlo! Era débil cuando la pequeña ponía sus ojitos brillantes de cachorrito y le hablaba con ese aegyo infantil tan bonito.

—No molestar a papá Nono poque es sensible —respondió en voz baja, remarcando ligeramente el sonido de la "s".

—¡Oye! —El aludido se quejó ofendido, aunque ninguno lo tomó en cuenta.

—¿Qué más?

—Cuidar a papá Nono porque puede hacerse daño.

—¡Se supone que es al revés! —Volvió a quejarse, otra vez siendo ignorado.

—Así es bebé, ahora dale un abrazo a papá Jeno.

El aludido refunfuñó como un niño pequeño, pero de todas formas abrió los brazos para dejar que la chiquilla se abrazara a él, envolviendo su pequeño cuerpo desnudo. Así que aprovechó, alzándose con ella en brazos, gritando un: —¡Te tengo, ahora a bañarse! —Corriendo hacia el cuarto de baño, escuchando las quejas dramáticas de la pequeña alfa.

Jaemin negó con la cabeza, mirando al bebé en sus brazos, quien había dejado de tomar su leche para comenzar a mover sus extremidades sin orden alguno, mirándole con esos rasgados ojos marrones decorados con pestañas largas. Era un bebé bonito, con la tez pálida y lacios cabellos oscuros, una tierna nariz fina como la de Renjun y labios como los de Jeno. Un bebé alfa de nueve meses. Era tranquilo, pero desde el momento en que llegó a sus vidas les había dado problemas porque: el mini alfa no lloraba cuando tenía hambre, ni cuando ensuciaba su pañal, lo único que sabía hacer era balbucear y mover sus extremidades sin control. Tuvieron que hacerla de adivinos, porque al no hacer ruido ellos no podían saber qué era lo que necesitaba exactamente.

Cuando Renjun no estaba en la casa, todo era un desastre. Ambos adultos podrían ser alfas, pero el omega estaba al mando, podía controlar a los mocosos en cuestión de segundos y arreglar los desastres que todos esos alfas creaban con tan sólo cruzarse de brazos y mirarles con las cejas fruncidas en irritación.