Un Grand Amour

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Nos llega un gran amor
que nos lleva sin volver
sin excusas, sin porqués
Y entonces, ahí está el gran amor
en el que siempre soñamos
en el que siempre soñamos
(Fragmento de Un Grand amour
Carla Bruni)


Semana Levihan💚💜 día 2 Juventud
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Como todos los días de la semana laborable Hanji Zöe  acudía a su centro de trabajo en la cafetería "Des Deux Moulins", situado en pleno corazón parisino. Un lugar tradicional con estética de los años 70's, el cual contrastaba con los elegantes edificios cosmopolitas que lo rodeaban,  donde se alojaban oficinas de importantes corporativos y empresas de gran renombre.

Aunque en un inicio el trabajo como mesera era un empleo temporal, sólo hasta que la castaña pudiera ahorrar lo suficiente para costear sus estudios universitarios, sin embargo la vida le  demostraba  que las cosas no siempre suceden como se quiere ni como se planean.

Hacía un par años que tenía ese empleo que si bien estaba lejos de ser el trabajo de sus sueños al menos la paga era suficiente para  costear su estancia en París y solventar sus necesidades.

Su vida se había tornado rutinaria, sin embargo su entusiasmo y alegría característicos no mermaban, ese día estaba por suscitarse un hecho que cambiaría su vida de manera definitiva.

Desde un mes atrás ella se había autonombrado como la encargada de escribir y borrar el menú y las promociones del día en el ventanal que daba de vista a la calle, esa decisión tenía un motivo y ese era poder ver  a través del cristal al joven desconocido del cual se había enamorado.

Aunque ella no era una mujer enamoradiza, él joven pelinegro de estatura baja, ojos acerados, piel nivea, que  vestía  elegantemente con trajes sastres cada día,  desperto en ella un sentimiento que hasta ese momento desconocía.

De lunes a viernes como si se tratará de un ritual, quince minutos antes de las nueve  la castaña corría a la gran ventana con plumón en mano para anotar el menú del día mientras veía hacer su aparición al pelinegro, quien caminaba a paso seguro por la rue Lepic, así también la misma rutina se repetía a las seis como diez minutos de la tarde la castaña con un paño en mano comenzaba a borrar las letras del cristal que había escrito horas antes, mientras observaba nuevamente el andar de aquel joven, seguramente en dirección a su hogar, aunque sólo eran unos segundos eso bastaba para que el corazón de la joven mesera latiera acelerado.

Ella estaba consciente de que se trataba de una situación platónica e incluso temía que aquel desconocido la tachara de stalker, quizá su comportamiento podía considerarse  infantil,  ya que la lógica de cualquier persona dictaría ir a hablar con  aquel  sujeto y salir de una vez por todas de las dudas, pero ella se negaba a hacerlo.

Lo suyo no se trataba de un problema de timidez ya que la fémina era una persona muy sociable pero se negaba a buscar un contacto frontal, quizá no era tan malo soñar de vez en cuando e imaginar toda clase de historias fantásticas con aquél joven.

Y vaya que su imaginación volaba podía pensar en él desde un espía  secreto, al estilo del 007 hasta un vampiro infiltrado entre humanos, eran muchísimas y muy variadas las historias que se formaban en su cabeza dignas de una novela.

—Vamos Hange, deberías ir a hablar con él—dijo Nanaba tratando de animarla, era su cantaleta de todos los días.

—No, es mejor así—respondió la de lentes, quien estaba cómoda viviendo en ese mundo de fantasía.

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