I. El principio del fin

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Adela

Otro día más, 7 de la mañana, ese despertador que indicaba rutina, suspiro apagándolo y me consuelo con el hecho de que queda un día menos para que todo acabe, tras levantarme de cama y una larga ducha opto por vestirme unos vaqueros anchos negros y un top con, obviamente, una chaqueta que tape las heridas que se hallan por todos mis brazos. Me miró al espejo unos minutos, me da verdadero asco la imagen que se ve reflejaba y sé que así nunca le gustaré a nadie, suspiro y dejo de mirarme en el momento en el que la despersonalización empieza a brotar. Me peino levemente y me hago un suave delineado que trate de centrar la mirada en sus ojos y no en las marcadas bolsas que hay debajo de ellos por haber dormido apenas un par horas en toda la noche.

Es el segundo cuatrimestre de primer curso de derecho y ya estoy arrepentida, definitivamente quiero dejar derecho y entrar en psicología. Perezosamente cojo mi mochila y salgo de casa sin ganas hacia casa de la que podría considerar mi amiga mientras me tomo el primer café del día. Llamo a la puerta y, mientras me peino un poco con la mano, me planteo si quizás mi delineado es demasiado y tendré que escuchar sus críticas, o si quizás hoy tendré que escucharlas sobre la ropa que he escogido; cuando abre, me dedico a saludarla con una sonrisa de las que desprenden todo menos felicidad pero que nadie nunca se ha parado a estudiar, acto seguido tengo que oír un par de comentarios respecto a mis horribles ojeras. Es bien cierto que mis amigos no son mi lugar seguro y que a veces deseo huir de ellos pero le temo terriblemente a la soledad. Camino en un silencio algo incómodo hasta llegar a casa de otra de mis amigos donde, como acostumbran a hacer, hacen efecto vacío sobre mí, como si directamente no existiera en ese momento. Estoy acostumbrada a ello, por lo que hace tiempo que ha había dejado de doler, simplemente me pongo los auriculares y camino en silencio, centrándome en la música y en la naturaleza que me rodeaba. Siempre he sido tratada de rara por tener unos gustos fuera de los normativos hoy en día, por pararme a observar la naturaleza o la noche en vez de jugar a videojuegos o ir a comprar, por el simple hecho de que mis gustos de música fueran en inglés, por el estilo de mi ropa y por numerosas cosas, el tiempo me había demostrado que nadie era "raro" y que era una palabra que ni siquiera debería existir ya que nadie debería ser tratado de fuera de lo común de una manera negativa solo por tener unos gustos diferentes a los de la mayoría. Al llegar me reúno con mi grupo un pequeño e incómodo tiempo y, tras conseguir la excusa perfecta para huir, me despido para dirigirme a mi primera clase en la cual no coincido con ninguno de ellos.

Entro a la clase la cual todavía está practicamente vacía y, sin quitarme sus auriculares, me siento en silencio echando una vista rápida a la clase: dos chicas que tratan de destacar entre la multitud, dos chicos haciendo exactamente lo que ellas les pedían, gente que probablemente no sabe donde está ya que se le ve bastante perdida, varias personas sueltas por la clase, una pareja besándose y, en la última fila una chica vestida de negro que hizo que mi respiración se cortara por unos segundos, necesité apenas 2 segundos para admirar su outfit en silencio y desear tener esa seguridad sobre mi misma aunque, si tuviera su cara, probablemente me resultaría mucho más fácil. Decidí hacer como que nada había pasado a pesar de que las ganas de hablarle me provocaran ciertos nervios, pero simplemente me giré hacia delante prosiguiendo con escuchar mi música, probablemente tarde meses en saber la noticia de que yo tuve el mismo efecto sobre la pelirroja y que lo que se hayaba en su cuaderno eran los primeros trazos de un dibujo sobre mí.

Las clases transcurren como siempre, a un ritmo normal para quien le interese y a un ritmo lento para quien no, a decir verdad, creo que a practicamente nadie le interesa una clase de tres horas de Derecho Romano a las 8 de la mañana, y menos todavía cuando apenas has dormido.

Mi grupo de amigos ha quedado para comer al salir de clase para volver todes juntes a las clases de tarde y, al salir, ir a casa de una de ellos. Yo decido ir a comer por mi cuenta, ya nos reuniremos todes a la salida de la tarde, por lo que al salir de clase caminé hasta la cafetería donde ya me conoces por haber ido casi la mitad de los días del primer cuatrimestre, pido un cappuccino y una magdalena ya que no tengo mucho apetito, ya merendaré algo más amplio. Mientras espero mi pedido saco el ordenador para hacer una de las cosas que más disfrutaba en este mundo, escribir. Como lo poco que había pedido y escribo un poco, estoy bloqueada a mitad de lo que había escrito como acostumbro a hacer; al final escribimos por lo que vivimos y sentimos, cuando en nuestra vida falta una experiencia va a ser más complicado explicarlo, y eso era lo que siempre me pasaba, falta en mi vida el sentimiento de querer a alguien hasta desgastarte y, sin él, probablemente no voy a saber nunca como narrarlo. Apago mi ordenador levemente frustrada y guardo las cosas para dirigirme a las clases de la tarde, al entrar frunzo el ceño al ver como la chica que antes me había cortado la respiración está sentada en el suelo acorralada de gente que semeja ser mayor a ella, pero erróneamente lo dejo pasar porque llego tarde y no soy quien de meterme en temas ajenos por lo que me voy a clase en silencio y me siento en su sitio.

Las clases no transcurren rápido pero al menos son un poco menos aburridas que las de la mañana, en realidad, yo tampoco destaco por haberme pasado las clases prestando atención concretamente. Salgo de clase en cuanto acaban, dos amigos del grupo y yo acabábamos 10 minutos antes que el resto del grupo por lo que al salir nos quedamos esperando en la entrada, charlamos de diferentes temas hasta que ya no encontramos temas para hablar y reina el silencio, me quedo observando la naturaleza y después a mis amigos, se nota cierta tensión entre ellos y se puede apreciar que están hablando por whatsapp, sé que hay algo entre ellos que probablemente nunca admitirán por miedo a la reacción del grupo, el cual no es concretamente muy abierto en cuanto a orientaciones sexuales. Mientras observo a la gente pasar puedo ver a la pelirroja entre la multitud, ella justo gira la cabeza en ese momento y compartimos miradas unos segundos hasta que la tensión me llena y aparto la mirada. No quiero asumirlo, pero es la primera vez que me doy cuenta de que con solo una mirada se puede apreciar lo rota que está una persona, puedo verme reflejada en esa mirada que pide ayuda a gritos; pero no hago nada más, porque eso implica que tengo que asumirlo.

Cuando el resto sale de clase nos dirigimos a casa de Marta, la amiga con la que fui a la mañana, el trayecto no es muy largo aunque sí algo incómodo, el grupo que acostumbra a estar unido se está rompiendo poco a poco, pero nadie lo admitirá. Sé que esa tarde/noche va a ser divertida para todos excepto para mi, así que simplemente me limitaré a beber y tratar de integrarme en las conversaciones. Al llegar nos servimos cada uno por nuestra propia cuenta y nos sentamos en los sofás haciendo un círculo, les miro en silencio con una cerveza en la mano mientras el resto decide que hacer, al final deciden jugar a yo nunca para calentar y después a verdad o reto.

— Va, empiezo yo. — Dice uno de los chicos con los que esperé antes, Mark. — Yo nunca he mentido a alguien sobre mi estado de ánimo.

Prácticamente todos beben, al final esa es bastante obvia, el juego prosigue normal hasta que sale la famosa pregunta.

— Yo nunca me he sentido atraído por alguien de mi mismo sexo.

El silencio incómodo se apodera de esa pequeña sala, nadie quiere ser mirado mal, nadie sabe como reaccionar, al cabo de un rato Mark bebe, seguido de él fui yo y por último el chico con el que Mark tiene cierta tensión, Paul. Los tres nos ganamos algunas miradas de asco bastante mal disimuladas, pero el alcohol que tenemos en vena no permite que eso dure mucho más ya que el cambio de tema es casi inmediato. Jugar a verdad o reto también es un poco de lo de siempre, y ya se hace aburrido. Mark acordó volver a casa conmigo, ambos estamos sobrios pero no quiere dejarme volver sola de noche y vivimos prácticamente al lado, sé que quiere protegerme y que no me pase nada. Nos despedimos de todos y salimos mientras nos ponemos el abrigo.

La noche es fría, aunque tampoco demasiado, se podría decir que una temperatura casi perfecta, caminamos en silencio y yo desvío mi mirada numerosas veces al cielo, está muy estrellado hoy, eso me gusta.

— Oye, ¿te puedo hacer una pregunta? — Mark me mira esperando mi respuesta mientras me rodea con su brazo cómo una señal de apoyo que no necesito, y yo simplemente asiento. — ¿Está todo bien? Es decir, se te ve apagada últimamente, como muy fingida, tus ojos han perdido ese característico brillo que poseías y eso no puede ser buena señal.

Esa es probablemente la última pregunta que me esperaba por su parte, se siente como un balde de agua fría sobre mí y no puedo evitar que mis ojos se cristalizaran, miro al suelo para evitar mirarle y suelto un largo suspiro encogiéndome de hombros.

— Sí, supongo, no lo sé. — Cierro los ojos y reúno todas mis fuerzas para sonreir, pero es un intento nulo porque la sonrisa rápidamente se transforma en lágrimas que empiezan a brotar de mis ojos.

— Eh, eh, tranquila, está bien, sea lo que sea que pasé, estará bien, poco a poco. — Susurra Mark abrazándome mientras acaricia mi espalda. — No hace falta que me lo cuentes, solo quiero que sepas que estoy aquí para lo que necesites, no hace falta nada más.

Esas palabras me hacen sentirme cómoda, me hacen creer que queda buena gente en el mundo, y asiento levemente sin mirarle.

— Gracias, creo que me voy a ir a casa pero enserio, gracias, te quiero mucho, te buscaré si lo necesitas y espero que tú también lo hagas. — Beso su mejilla y sin dar ninguna explicación más entro en casa.

No me doy tiempo a mi misma a pensar porque sé que si lo hago perderé la pequeña racha de tiempo que llevo limpia, me pongo el pijama y me acuesto a dormir.

Pero no puedo dormir; y pierdo la racha que llevo limpia.

Ese día algo más se rompió dentro de mí, algo hizo que mis ojos nunca vuelvan a brillar nunca con la misma fuerza.

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