VI. Resaca de sentimientos

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Mar

El martes es el peor día de la semana, pero cuando el martes es de después de un festivo es todavía peor.

Son las 7, suspiro pesadamente porque no tengo ningunas ganas de ir a clase. Me levanto de cama a ritmo lento para evitar desmayarme por la falta de nutrientes y me quedo unos minutos manteniendo el equilibrio. Cuando consigo estar equilibrada voy a la cocina y me sirvo un beso de agua, la bebo y vuelvo a mi habitación con la intención de vestirme.

Abro mi armario y ojeo la ropa. Me decanto por coger unos vaqueros negros, un top algo ajustado negro también y una chaqueta gris oscura encima. Una vez vestida me miro en el espejo y trato de ordenar un poco mi pelo, cosa que parece imposible, ya que es rizado y está un tanto encrespado, pero se podría decir que lo consigo.

Miro el reloj, 8:40, no sé en que momento he perdido tanto tiempo, pero tengo el tiempo exacto para llegar puntual y evitar a la gente que ya estará en clases, así que cojo mi teléfono, mi mochila y mis llaves y salgo por la puerta de casa.

Las clases son aburridas, pero aguantables, siempre podrían ser peor, aunque se hacen algo más largas cuando no tienes nadie a quien mirar, porque ese nadie suele ser Adela y no ha venido. Pero todo tiene su parte buena y es que al menos así atiendo algo más, las clases pueden resultar medianamente entretenidas cuando las entiendes. Son las 13:15 cuando termina mi tercera y última clase de hoy, a pesar de ser el día con menos clases es el más duro para mí. Recojo mis cosas y salgo de clase caminando a paso lento por el pasillo. Me sobresalto al notar un brazo rodeando mis hombros y desvío la mirada hacía allí, suspiro algo más tranquila al ver que es Mark.

— Mmm... ¿Querías algo? — le miro sin saber muy bien que decir esperando su respuesta. Él niega.

— No, digamos que ha habido una pequeña discusión en mi grupo y alejarme de ellos es una buena excusa para protegerte del resto, aunque sé que puedes sola, a veces el resto no viene mal. — sonrío inconscientemente y asiento.

— Creo que es una buena excusa, sí, sin duda lo es, gracias, anda. — Río en un intento de quitarle la gravedad y sé que funciona cuando él ríe también. — Oye, ¿tú no deberías estar con Adela? No ha venido.

— Si, bueno, no me pertenece a mí contar nada, pero le he prometido ir algo más tarde para dejarle su espacio. — Asiento lentamente y le dedico una sonrisa sin saber muy bien que hacer.

— Oye, ¿tú tienes con quién desahogarte y eso? Es que a veces se te ve tan desvivido por la gente que parece que se te ha olvidado lo principal, centrarte en ti. Como que da la impresión de que te preocupas tanto por la gente sin recibir nada, pero quizás me equivoco.

— Bueno, en parte tienes razón y en parte no. Es cierto que me desvivo por la gente, que no me centro en mí y que lo voy sin nada a cambio, pero porque yo lo quiero así, no por la gente ni porque no se preocupen. Es como que hay que sacarme las cosas con calzador y hay gente que no tiene ganas de apretar tanto donde duele. Era pequeño cuando mi madre murió y como no sabía como reaccionar al dolor me cree otra superficie, otra donde estaba toda la mierda y solo podía acceder yo, y supongo que me funciono pues es lo que seguí haciendo el resto de mi vida. — Asiento porque realmente le comprendo, porque aunque fueron circunstancias distintas ambos acabamos haciendo lo mismo.

— Pero, ¿guardártelo no hace que te duela más?

— A veces sí, otras no. Porque cuando no lo guardas lo reflejas en otra persona esperando que entienda tu dolor y cuando no lo hace porque no lo entiende y es algo nuevo también le duele a la persona, y eso es justo lo que no quiero, dañar a más gente. Así que como tal sí, guardármelo todo me hace daño, pero a veces me merece la pena tan solo porque sé que no estoy dañando al resto. — Asiento y le miro.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2021 ⏰

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