Tiempo

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Antonella:

Vuelvo a mi casa y me encierro en mi habitación. ¿Cómo puede ser tan idiota? ¿Cómo puede sobornarme para que salga con él? ¿Cómo puede acercarse a mí de esa manera y decirme que no quiere besarme? ¿Cómo pude ser tan estúpida de pensar que quería hacerlo? Ahhh mi cabeza va a explotar. ¿Será que yo tengo ganas de que me bese? No, para nada, él es un idiota y yo soy muy inteligente como para caer en sus trampas.
Admito que una sensación realmente extraña me recorrió el cuerpo cuando estuvo a cinco centímetros mío, pero eso debe ser asco ¿no?
Clavo la cabeza en la almohada, frustrada, y reprimo un grito. ¿Por qué tuve que aceptar salir con él? Todo es culpa de mi papá y su demencia. Y de Jesús y su micro cerebro.
Está bien, puedo manejarlo, es una cita, son treinta minutos o una hora como mucho, ignorándolo como hago desde tercer año.
Jesús y yo nos conocemos desde primaria, y éramos bastante unidos, de hecho. Él era uno de los únicos chicos del colegio que me aceptaba, y yo como toda nena de seis años era tonta y soñaba con el príncipe azul muy en el fondo de mi corazón, y claramente, Jesús siendo lindo, bueno, tierno y divertido era el candidato ideal.
Pero de repente, la escuela secundaria empezó, ambos crecimos, y el dejó de ser ese chico para convertirse en el arrogante, idiota y popular Jesús que es ahora. Sumado a eso mi vida se desmoronaba por la decisión de mi padre, entonces Jesús fue todavía más popular y yo más invisible.
Y así comenzamos a alejarnos el uno del otro, bueno yo empecé a alejarme de él, para evitar lo inevitable: yo iba a seguir fiel a él, mientras estaba con otras chicas, se alejaba de mí y me rompía el corazón de sobre manera.
Me negué a eso y lentamente fui alejándome de ese chico que estrujaría mi corazón en cualquier momento, el problema fue que al hacerlo también empecé a alejarme de lo que alguna vez fui.
Bueno, mis pensamientos ya se desperdiciaron mucho en ese inútil corazón de piedra, así que lo mejor va a ser que tome un baño para relajarme, aunque no creo que pueda ¿qué persona con un 30% de coherencia podría? tengo que ir a una cita con el chico que estoy apartando desde los quince, porque parece que él es tan idiota como creí e insiste en algo que no tiene futuro. ¿Será que gusta de mí? No, sino lo hubiera dicho, ni que le costara tanto. Seguramente quiere saber que se siente salir con la estúpida del papá "amo de casa" que revolea naranjas a la cabeza y hace un escándalo en plena vía pública, o sólo quiere demostrar que puede salir con una de las veinte chicas en la escuela que simulan no estar interesadas en él, aunque no creo que haya hecho bien al elegirme a mí.
El baño no sirve de nada, todo lo contrario, me da más tiempo para pensar en él, así que salgo, me seco y me pongo el pijama. Son las seis de la tarde, y yo sigo pensando en eso. Me acuesto y planeo dormirme, pero no puedo.
Me siento en la computadora y escribo, es lo que más o menos me calma en momentos como este. No soy fanática de las novelas románticas, pero me gusta escribirlas, me gusta inventar sobre el sentimiento irreal, horrible y estúpido que los humanos llaman amor. El amor es una mierda, es la manera más sencilla de gastar plata en cosas sin sentido y de sufrir desconsoladamente. Es una pérdida de tiempo y energía que podría estar destinada a otra cosa. Es como el fútbol, millones de idiotas gastando más y más plata para ver a sus clubes favoritos, para viajar a los mundiales, plata que podría estar destinada a escuelas, invertida en estadios más grandes, más costosos, como si no hubiera gente muriendo de hambre a cada minuto.
Por eso es que detesto la política, no podría soportar tener que ver la injusticia desde adentro sin poder hacer nada. Admitámoslo, los políticos son todos unos corruptos, y alguien que trate de cambiar las cosas terminaría totalmente defraudado al respecto.
Pero en este momento es un tema que amo, porque hace ¿unos qué? tres o tal vez cinco minutos que no pienso en el idiota con el que voy a tener una cita.

Jesús:

El martes comienza y estoy más feliz que de costumbre. Sí, la escuela sigue siendo una mierda, los profesores aburridos y las materias todavía más, pero ayer Antonella y yo hablamos más de cinco minutos y no solamente eso, sino que aceptó salir conmigo.
Sin desayunar llego a la escuela en mi Yamaha YZF R6 negra y hago el mismo recorrido de siempre para encontrarme con Brandon.
- Hey amigo. - sonríe y yo le devuelvo la sonrisa mientras lo saludo - pero si es el chico que no sólo cumplió su apuesta, sino que también consiguió que la única chica que le gusta dijera que sí.
- ¿Estás hablando de vos?
- También.
Sonreímos y nos dirigimos a las gradas para sentarnos.
- Igual no puedo creer que la hayas sobornado. - dice sorprendido.
- ¿Qué querías que hiciera? Le pregunté bien y me dijo que no.
- Sí, pero ¿no es mucho?
- No, no voy a decirle a nadie lo que sé, fue para que salga conmigo. Cuando salgamos este sábado después me va a decir que sí sin soborno.
- ¿Estás tan seguro de eso?
- Hermano, esa chica me gusta desde que tengo memoria y no creo ser tan idiota como para estar enganchado con una mina a la que ni siquiera le gusto.
- Eso sería deprimente.
- Sí, además Antonella y yo somos el uno para el otro, vas a ver.
- Como digas.
Suena el timbre así que formamos y después nos encaminamos al aula.
- Hola Dai. - sonríe feliz mi amigo apenas la ve.
- Hola. - contesta ella tímidamente pero sin sacarle los ojos de encima.
- Hola y chau, los veo después. - corto el momento para no ser muy descortés al no saludarla, pero me alejo porque no quiero molestar. Entonces la veo, sentada en la mesa mirando a Daiana y a Brandon para luego bajar la mirada cuando me acerco.
- Hey. - me paro frente a ella y le sonrío abiertamente.
- Hola. - el mismo tono frío de siempre. No esperaba menos después de sobornarla y estar a punto de besarla en la calle para finalmente dejarla sola.
- ¿Todo bien? - tengo que lograr que hable más de lo que estoy acostumbrado a escuchar.
- Sí, ¿vos? - no es un tono simpático pero es mejor que la frialdad, eso seguro.
- Bien, muy bien. - vuelvo a sonreír.
- Te felicito. - sé que no va a ser fácil, pero yo no me doy por vencido, con nada.
- Gracias. ¿Querés saber por qué? - pregunto inocentemente.
- Me lo vas a decir igual así que... - asiento mientras sonrío ¿es que no puedo dejar de sonreír cuando esta chica está cerca?
- Estoy muy bien porque ayer tuve un día increíble. - me mira a los ojos, por primera vez en lo que va de charla.
- Que bueno. Mi día fue una mierda. - contesta sin apartar la mirada, lo que me pone nervioso pero al mismo tiempo me llena de paz.
- ¿Por?
- Bueno, para empezar mi única amiga en la escuela va a salir con un chico que tiene más fama de mujeriego que Dorian Gray, después el mejor amigo de este mujeriego, el cuál es más mujeriego todavía, me dice que me quiere, me caigo en la calle y mi papá empieza a gritar que es porque me levanté con el pie izquierdo y les revolea una naranja por la cabeza a unos chicos que se ríen de él y para terminar, el mejor amigo más mujeriego me soborna para que salga con él. - ¡Wow! levanto las cejas impresionado y después sonrío.
- ¿Dorian Gray? - pregunto como si fuera la parte más importante de todo el monólogo.
- Sí, de "El retrato de Dorian Gray" - la miro simulando confusión - por favor, es un clásico y uno de los mejores libros que leí en mi vida, no puede ser que tengas tan poco cerebro como para no conocerlo.
Sonrío nuevamente - sí, lo conozco y lo leí, no soy un idiota matriculado Antonella. - ahora ella es la que quiere sonreír, pero claramente lo oculta.
- Que bueno que le hagas ahorrar a la gente. - sonríe falsamente, pero me conformo aunque sea con eso, y me río de su comentario.
- ¿Viste? Soy genial.
- Ajam.
- Escuchame, tenemos que planear la cita. - me mira seriamente.
- No da hablarlo acá.
- Cierto, una de las reglas. - otra vez la estúpida sonrisa de embobado en mi boca - pero no creo que podamos hablarlo en otro lugar, a no ser que volvamos a la calle de ayer.
Se me queda mirando como por medio minuto - no, no creo que sea una buena idea.
Asiento y entra el profesor, así que nos sentamos. Pero se me ocurre algo en medio de la aburrida clase: si no quiere hablar, nos tendremos que escribir.
Arranco una de las hojas de mi cuaderno de Lengua y escribo:
"El sábado a las 8 te paso a buscar a tu casa. ¿Te parece?"
Se lo paso y le guiño un ojo. Me levanta una ceja, mientras se muerde el labio inferior, y siento unas ganas inmensas de remplazar sus dientes con los míos. Me volteo para que el profesor no se dé cuenta y después siento como me golpea de atrás para devolverme el papel. Apenas me volteo, lo abro y leo:
"Si no me queda otra."
Sonrío, vuelvo a escribir y le paso la nota que esta vez dice:
"Es una cita"
Miro para adelante y al rato vuelvo a recibir el papel. ¿Y ahora por qué? Bueno, mejor si quiere mantener la conversación escrita. Desdoblo el papel y leo lo que escribió esta vez:
"Scalabrini Ortiz 2000"
Claro, la dirección de su casa, porque ella supone que yo no sé dónde vive, porque ella no sabe que lo sé, porque no sabe que a veces la sigo para ver que llegue bien a casa, o que camino por ahí para "chocar" con ella por casualidad. De todas maneras sonrío porque eso quiere decir que piensa en que llegue a destino. Me doy vuelta, la miro y le dedico una sonrisa genuina a lo que ella responde con un suspiro y mira para abajo esperando a que me dé vuelta nuevamente.
Perfecto, el sábado a las ocho voy a tener la mejor cita de mi vida, con la más increíble chica que conozco, ahora sólo necesito saber cuál va a ser la cita divertida y creativa que voy a idear.

Las Dos Caras Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora