Soborno

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Antonella:

Las últimas dos clases del día, Física, terminaron y al fin pudimos salir. Como cada día, Dai y yo fuimos al baño y cuando salimos Brandon estaba en la puerta.

- Dai, que bueno que no te fuiste. - claro, como si no supiera que vamos todos los días al baño, si estaba clavado con los pies en el suelo, y Jesús estaba esperándolo a 1 metro de distancia.

- ¿Pasa algo? - le pregunta alarmada.

- No, no pero quiero hablar con vos. - no necesito escuchar el típico "a solas" para saber que necesitan privacidad, así que marco mi tarjeta de salida.

- Te espero afuera. - le sonrío a mi amiga y le dedico una mirada voraz a Brandon, en advertencia de que cualquier cosa que le haga se las va a ver conmigo y por fin me dirigo a las escaleras.

- ¿A dónde vas tan apurada? - me dice desde atrás, y no necesito un identificador para reconocer de quién proviene esa voz.

- ¿Qué querés Jesús? - sigo dada vuelta, pero sé que está sonriendo a mis espaldas.

- ¿Cómo sabías que era yo? - sigue sonriendo y yo me volteo.

- Olí el olor a estúpido... además te vi a 1 metro de distancia de Brandon, no soy idiota.

- No, y veo que tenés los sentidos muy desarrollados. - otra vez esa sonrisa canchera y es posible que haga algo que no quiero hacer.

- ¿Me vas a responder mi pregunta?

- ¿Cuál de todas?

- ¿Qué querés?

- A vos te quiero. - Okei, eso definitivamente me da miedo ¿o mi pulso se aceleró por otra cosa?

- No me jodas Jesús. - digo, aunque estoy segura que no sueno tan determinada como hubiese querido.

- No te jodo, es en serio. - su expresión es increíblemente seria, y eso me acelera más el pulso, si es posible. Por suerte Daiana viene hacia mí y me agarra del brazo, emocionada.

- Tengo que contarte algo. - dice sonriendo.

- Hablamos después Anto, y felicitaciones Dai. - de nuevo la sonrisa canchera, mirándome fijamente y va a buscar a su amigo.

- ¿Qué pasó Dai? - pregunto una vez que mi respiración es normal.

- Brandon me invitó a salir. - dicho esto me abraza, y aunque no me gusta para nada la situación sonrío porque sé que está feliz.

- Te felicito. - digo y nos separamos - ¿qué te dijo?

Bajamos las escaleras mientras ella me narra la situación, pero aunque odie admitirlo, no estoy escuchando. No puedo sacarme de la cabeza al idiota que acaba de decirme que me quiere.

Jesús:

- Te dije que te iba a decir que sí. - mi amigo todavía no sale de la emoción.

- Sí... ¡No lo puedo creer! - sonríe - al fin voy a salir con Daiana.

- Te lo mereces. - le devuelvo la sonrisa.

- ¿Y vos qué onda? - me mira y me guiña un ojo - te vi hablando con tu enamorada.

- No está enamorada de mí, y nada, hablamos de cosas.

- ¿Cosas?

- Sí, pavadas, me trató mal como siempre...

- ¿Pero qué le dijiste?

- Que la quería. - contesto simplemente pero mi amigo se queda impresionado.

Las Dos Caras Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora