Capítulo 2.

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Perspectiva de Enzo.

Una pequeña mueca de preocupación se formó en mi cara, volviéndose mi plato de comida de pronto el objeto más interesante de la sala, haciéndome replantear si yo realmente quería o no seguir comiendo.

Era conocido por todos que en muy escasas ocasiones Lit había terminado un almuerzo o cena por completo, casi siempre terminaba dejando alrededor de un cuarto de la porción que se le hubiera servido.

Pero, ¿No comer absolutamente nada? Ese comportamiento no era usual. Siempre tenía apetito.

Quizás eran las incontables paletas de helado que había comido en la mañana, o quizás era algo más.

— ¿No planeás decirle nunca que te gusta? —la voz de Martín me sacó de mis pensamientos, haciéndome cortar el contacto visual que tenía con los fideos para poder verle a los ojos.

Sí, él lo sabía. Así como también lo sabía Rusher. Y así como también lo sabía María.

El único que no lo sabía era Tiago, y le pedí a los chicos que jamás se lo dijeran, porque presentía que en esto de ganar el amor de Lit nosotros teníamos una especie de competencia. Competencia la cual iba perdiendo, dado aquel primer paso que él se animó a dar, y yo no. Todavía recuerdo la cantidad de veces que reproducí el clip del beso, sólo para buscar en algún fragmento un mínimo indicio de que a Mauro no le había gustado.

No lo hallé.

Suspiré pesadamente, y negué con la cabeza.

— No tiene caso, Tin. ¿Viste cómo se fue de la mesa? Le había preparado un plato que le re gusta. Y apenas comió. ¡Ni siquiera me dijo que le faltaba sal! Debe haber pensado que tenía que quedar bien conmigo por lástima. Y somos amigos, Martín. Mejores amigos. No nos tenemos lástima, nos decimos las cosas como son. Algo debe estar pasando. —declaré, sonando decidido con mi teoría, pero el qué me resultaba desalentador— Probablemente ya no me quiere. Es decir, sí, ponele. Pero no como antes. Últimamente sólo se la pasa hablando con Tiago. Hacen videollamadas por esto de que está en Miami, y que le extraña, y el otro le muestra todas las cosas lindas que está viendo. Lo tiene prendido al celular. —chasqueé mi lengua con visible molestia, recargándome en el respaldar de la silla, y cruzándome de brazos.

Martín me miró como si fuera un psicoanalista y yo fuera el paciente más difícil que hubiera tenido en mucho tiempo.

— Cuchame, gordo. ¿Por qué no vas y lo encarás? No digo que le digás "Ey, Mauro, me re gustás, por favor amame", pero podrías decirle que lo notás, no sé, raro, distanciado, y que querés saber si pasa algo, para... ¡Para ayudarlo! Metele ese cuento. Quizás tiene un re mambo, y vos ahí, pum, como su mejor amigo, le ayudás y sos el número 1 otra vez para él. Tiago le puede decir y mostrar mil cosas lindas, pero él está en Miami, vos estás acá. Aprovechá la cercanía, es tu mayor y por ahora única ventaja, mi rey. —sonando lo más motivacional posible, concluyó su discurso, palmeándome en la espalda y luego tirándome ligeramente del cabello para que moviera el culo y le fuera a hablar a Lit.

Qué haría sin este pibe.

— Está bien. Al principio pensé que eras un pelotudo porque sonaba a que me estabas pidiendo que le reclamara y no soy su novia, viste, no da. Pero lo de ayudarlo me convenció. Deseame suerte, master. —dije parándome mientras chocaba puños con Martín, antes de dirigirme a la escalera para ir directo a la habitación de Mauro. En el tercer escalón, sin embargo, me detuve, y miré a mi amigo miope, quien me levantó el pulgar en señal afirmativa.

— ¡Vos podés, gordito!

Con esa última motivación y un asentimiento de cabeza, subí rápidamente hasta llegar frente a la puerta de madera con el loguito pegado de "Mawz", la línea de ropa de Lit.

Just Friends (Lit Killah x FMK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora