Capítulo 4.

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Perspectiva de Enzo.

Ok, si esto era un sueño, les pido por favor que no me despierten nunca.

Mauro se había quedado dormido en mis piernas.

Para describírselos mejor, tenía su cabeza apoyada en mi muslo izquierdo, con el cuerpo apuntando hacia el televisor, su boca se encontraba ligeramente entreabierta y su labio inferior brillaba por un fino hilo de saliva que se le escapaba y llegaba a mojar uno de sus dedos (más concretamente el índice), con un mechón rebelde de su sedoso cabello platinado cayendo por su frente hasta tocar mi rodilla. Tan pacífico como se veía, tenía una de sus manos debajo de su cabeza, y la otra cerca de su mentón. Dado sus ojos cerrados, apreciaba con más detalle sus pestañas, largas y ligeramente curvadas al final.

Se veía precioso.

Era como una bella durmiente. O, en este caso, un bello durmiente.

Sonreí con autosuficiencia al tener una imagen tan bonita sólo para mí, conocedor de la gran cantidad de personas que lo darían todo por estar en mi lugar.

Ahora, ¿Qué debería hacer?

¿Llevarlo a su cama? ¿A la mía? ¿Dejarlo en el sillón para no arriesgarme a arruinar su dulce sueño, con mi campera arropándolo?

Un suave movimiento me sacó de mis dudas, Lit había cambiado de posición, quedando con su rostro mirando esta vez hacia mí.

O a mi entrepierna, si nos ponemos específicos.

Tragué saliva, llevando cuidadosamente mis manos a su cintura para levantar su torso, enderezándolo lo suficiente como para poder pararme y cargarlo al mejor estilo princesa.

Hecho esto, un somnoliento Mauro se agarró como pudo a mi cuello, primero tentándolo torpemente con las yemas de sus dedos para así reconocer dónde se encontraba, y luego pasando ambos brazos hasta enlazarlos detrás de mi nuca, finalmente restregando su mejilla en mi remera, antes de esconder (muy tiernamente a mi percepción) su rostro en la misma.

Pasó de ser una princesa de Disney a un bebé cansado.

Sintiendo toda la responsabilidad de no despertarlo sobre mis hombros, me moví lo más lento y silencioso posible hasta llegar al pasillo que daba a ambas puertas, la de su habitación y la mía.

Qué decisión difícil —pensé, mordiéndome el labio mientras debatía internamente sobre si ceder a mis instintos más egoístas y llevarlo a mi cama para dormir con él, o dejarle en el lugar donde seguramente hubiera querido dormir, como hacía todas las noches.

Si me golpea mañana habrá valido la pena. —me decidí unos segundos más tarde, levantando ligeramente la pierna derecha para empujar la puerta de mi pieza con el pie y así abrirla.

Mañana inventaría que la suya estaba trabada de algún modo, o alguna mentira convincente para no comerme el cachetazo de mi vida.

Delicadamente, lo dejé sobre el colchón, tomándome el atrevimiento de quitarle las zapatillas y dudando en si hacer lo mismo con su abrigo.

Es incómodo dormir con una campera, ¿No es así?

Resolviendo que efectivamente así lo era, tomé con cuidado la "cabecita" del cierre y la bajé con mucho sigilo, para posteriormente quitarle la prenda completamente.

Y si vas a seguir así, quitale los pantalones también, Enzo, la concha de tu madre.

Sí, quizás había ido un poco lejos, pero no quería que se despertara a mitad de la noche por el calor o la incomodidad.

Just Friends (Lit Killah x FMK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora