No fue casualidad

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Gilbert hablaba por celular con Moody, su mejor amigo, mientras caminaba hacia el departamento que compartían.

Luego de egresar del colegio ambos habían decidido embargarse en la vida universitaria juntos. Moody iba en tercer año de pedagogía, mientras que Gilbert iba en tercer año de medicina.

–¡No es justo! ¡Esta semana te tocaba a ti ir de comprar al supermercado! –alegaba el pelinegro a través del celular a su mejor amigo.

No es para tanto Gilberta, además, a ti también te ha pasado antes –señaló el joven Spurgeon.

Ya sé, pero Moody, literalmente llevamos tres días desayunando, almorzando y cenando avena.

–Te juro que mañana sí o sí voy.

–Eso me dijiste ayer.

–Pero esta vez es verdad –prometió Moody.

Más te vale que sí.

–Lo es. Ahora, ¿puedes pasar a comprar comida, por favor? Ruby llegó de visita sorpresa y no tenemos nada en el refrigerador más que dos láminas de queso, ¡y es intolerante a la lactosa! –habló el castaño medio en broma, medio en serio. Gilbert rio.

Está bien, pero que conste que sólo lo hago porque Ruby me cae bien –lo molestó.

Me ofendería, pero siendo sinceros, lo comprendo totalmente –se escuchó de fondo una expresión de ternura por parte de Ruby.

Ya Romeo, mejor dime qué van a querer.

–Amor, ¿qué quieres? ¿pizza? ¿hamburguesas? Lo que quieras –se escuchó como le preguntaba Moody a su novia –. Queremos comida china, esa del local de la calle 54.

–Eso queda como seis cuadras más atrás, estás loco si piensas que me voy a devolver.

Por favorrr ­–rogó el castaño.

Pero entonces tú te encargas de lavar la ropa este fin de semana.

–Te aprovechas Blythe, pero tú ganas.

Con el trato cerrado el pelinegro dio media vuelta y retrocedió sobre sus pasos. A esa hora las calles no solían ser tan concurridas, la mayoría de los negocios ya habían cerrado y las personas ya estaban en sus casas, resguardándose del duro invierno canadiense.

Según los cálculos de Gilbert, debía faltar poco para las nueve de la noche. Bostezó y apresuró su paso cuando notó que caían unas pequeñas gotas de lluvia.

–Como se ponga a llover va a tener que lavar la ropa todo el maldito mes –murmuró entre dientes, apurando el paso.

Siguió caminando, faltaban un par de cuadras más, estaba esperando en la esquina a que cambiara el semáforo, cuando escuchó una pelea a sus espaldas. Una pareja joven, un rubio y una pelirroja, parecían más o menos de la edad de Gilbert, ella llevaba una maleta en su mano derecha. Discutían a gritos afuera del edificio de departamentos.

–¡Te dije que no me siguieras! –exclamó furiosa una joven pelirroja.

–¡Me importa una mierda, Anne! Deja de hacer el ridículo, ¡nos vamos a casa ya! –el muchacho se acercó peligrosamente a ella, los sentidos de Gilbert se pusieron alerta.

–¿Hacer el ridículo? ¡Estás demente, Billy!

–No me hables así, escoria –la sujetó por la muñeca fuertemente. Sin darse cuenta Gilbert dio un paso hacia ellos, quedando detrás del joven, quien ni se habían percatado de su presencia.

One Shots - Anne x GilbertDonde viven las historias. Descúbrelo ahora