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Narra Astrid

Todos estaban muy borrachos, acabó la fiesta de la que salimos y nos dirigimos a mi auto. El lugar estaba ubicado muy lejos de la ciudad por lo que tuvimos que viajar bastante para llegar y ahora tendríamos que hacer lo mismo para volver.

Cuando subimos al auto, algunos ya estaban durmiendo. Manejaba yo porque era la que menos había bebido esa noche. Media hora había pasado desde que arrancamos y todavía faltaba mucho recorrido, pero los chicos comenzaban a despertar y me hacían un poco de compañía.

Una pequeña capa de neblina hizo presencia en nuestro campo visual, tapando los árboles que nos rodeaban y la verdad, cada vez hacía más frío dentro del auto.

-Ey, ¿Vieron eso? ¿Llegaron a verlo? -Jonatán, que estaba sentado en el asiento del medio, se abalanzó sobre Nerea para ver en la ventana. Tuvo que pasar la mano para retirar la neblina pero ya no llegó a ver nada.

-¿Qué era? ¿Jonatán, que viste?

Él no contestó nada pero minutos después, siento unas manos agarrando el volante, tomando el control de él, desviandonos del camino. Intenté pisar el freno pero era tarde... Solo veía negro. Ya habíamos chocado.

Las sombras del puebloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora