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Universo B, Marbella. 1 Agosto, 8:03 am.


Viktor permanecía en su oficina; recostó su espalda en la silla, sus dientes presionaban suavemente el borde de la uña de su dedo pulgar y su mente permanecía ocupada pensando en los eventos de la noche anterior.

Tras la puerta lograba escuchar un alboroto pero no le ponía demasiada atención a lo que sucedía; el ruso tan solo podía pensar en el espejo, en el hombre del FBI, en cómo demonios lo conocía. ¿Seguiría su nombre escrito en el espejo? Porque si de repente iba a revisar y no había nada allí entonces eso significaría que simplemente... estaba loco. Recordaba que habían pactado un encuentro para la noche ¿Qué haría si el tipo no se presentaba? ¿Qué haría si comprobaba que todo era un invento, que había perdido los cabales y comenzaba a alucinar en plena comisaría?

—Apenas llegó dejó en claro que no quería que le molestasen.

—Bueno pues a mi me va a tener que ver.

La puerta se abrió de golpe y a través de ella entraron Gustabo y Greco. El pelinegro se apoyó en el marco con los brazos cruzados, mientras el rubio se posicionó frente al escritorio de Viktor con las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta roja. El ruso continuaba mirando a la nada, era como si ni siquiera se hubiera percatado de la presencia de los otros dos hombres.

Gustabo miró por encima de su hombro a Greco con el ceño fruncido. Rodríguez se encogió de hombros igual de extrañado al ver la actitud de Viktor.

—Volkof—llamó Gustabo mirándole y el ruso finalmente salió de su burbuja.

—¿Gustabo? —preguntó mirándole— ¿Qué hace aquí? —esta vez buscó la mirada de Greco.

—Él se metió—respondió Rodríguez levantando las manos para librarse de culpa.

—Quiero mi chapa.

El ruso enarcó una ceja—¿Cómo?

—Mi chapa, mi placa.

—¿Para qué quiere la placa?

—Bueno no puedo parar gente por la calle si no tengo una chapa, ¿no?

Viktor recostó los codos en su escritorio y se inclinó hacia delante; miró a Gustabo por encima de sus lentes oscuros. Esa era la manera en la que el rubio le pedía su trabajo devuelta, no lo decía directamente porque Gustabo a veces era muy orgulloso y prefería decir las cosas a su manera. Viktor se esforzó por reprimir una pequeña sonrisa que amenazaba con escapársele y esta vez se dirigió a Greco.

—Hágase cargo del papeleo, y que venga por la placa.

—Vale.

Antes de seguir a Rodríguez, Gustabo miró por un segundo a Viktor e hizo un leve movimiento con su cabeza, el cual Viktor le devolvió. Una vez que el ruso se encontró solo en su oficina, suspiró con alivio. Desde la muerte de Jack, Gustabo había perdido el rumbo, entró en un torbellino de descontrol, furia y resentimiento lo cual lo orilló a dejar el cuerpo. Pero el tenerlo frente a él, el verlo pidiendo su trabajo de vuelta le daba paz, le daba tranquilidad porque sentía que le debía a Conway el bienestar de su familia.

Pero tras ese momento de paz, la tormenta volvió a alcanzarle. Necesitaba respuestas, necesitaba saber si todo lo que ocurrió fue un invento suyo o no, pero al mismo tiempo le aterraba si quiera intentarlo porque no estaba seguro de la respuesta a sus interrogantes.

Se levantó de la silla, tomó su chaqueta y tras salir de su oficina activó la radio—Estaré fuera por un par de horas, Rodríguez queda al mando.

Away (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora