17

207 34 14
                                    

El cigarrillo entre los dedos de Viktor dejaba caer su ceniza dentro del auto. En el pasado esto le resultaba molesto y por lo tanto era terminantemente prohibido fumar dentro de su vehículo, pero en los últimos días cualquier molestia no relacionada a sus descubrimientos pasó a segundo plano.

Estaba estacionado frente a comisaria, esperando que se acercara la hora de su encuentro con Horacio para contarle lo que averiguó. Miraba el cigarrillo arder y respiraba el olor que inundaba el auto, de vez en cuando subía la mirada hacia el retrovisor central y localizaba el Toyota negro que lo estuvo siguiendo desde que se despidió de la doctora Schneider.

No era necesario sobre analizar las cosas, sabía que estaban tras él, descubrieron lo que hizo ese día y ahora vigilaban sus movimientos. ¿Cuánto tardarían en descubrir que él podía comunicarse con el otro lado? ¿qué significaría eso para Horacio y su universo? ¿estarían en peligro por su culpa? Comenzaba a sentirse acorralado, y las opciones que barajaban su mente no le resultaban racionales.

Apagó el cigarrillo contra el tablero y lo dejó caer sin mayor importancia. Salió del auto y caminó hacia la entrada de comisaria como si no supiera que tenía dos pares de ojos y dos revolver listos para acabar con su indiscreción en cualquier instante.

Se adentró en la recepción deseando no llamar la atención, pero se encontró con Greco y Gustabo de frente y le fue imposible evitarlos. El castaño lo miró con el ceño fruncido, se colocó frente a Volkov cruzando los brazos y Viktor creyó que se vería sumamente intimidante si Rodríguez fuera más alto.

—¿Se puede saber qué coño hace aquí, Volkov?—Gustabo se colocó a su lado con cierta risilla y expectativa por ver los reproches de su superior.

—Honestamente esperaba no encontrármelo—respondió Viktor metiendo las manos dentro de su gabardina.

—Usted está de licencia, debería estar en casa descansado. ¿Le tengo que recordar que hace nada casi muere?

—Pff, que va—respondió Gustabo con sarcasmo—Qué se va a estar muriendo este de un disparo, Rodríguez, a lo mejor de cirrosis por el vodka.

Greco miró mal Gustabo, pero el rubio tan solo se encogió de hombros.

—Ya es hora de aceptar que le agrada mi sentido del humor, Rodríguez.

—De ti me ocupo luego, y usted, Volkov—respondió Greco mirando al ruso—Voy a patrullar y cuando vuelva no lo quiero ver aquí, o yo mismo lo saco en mi hombro si hace falta.

Rodríguez salió por la puerta claramente molesto, mientras Gustabo lo miraba alejarse con una risa burlona pintada en la cara—Ese cree que va a poder cargar con un cuarentón de dos metros, joder, pagaría por ver eso. Pero bueno, yo también pensaba que estaba en casa, Volkoff.

—Solo vine por unas cosas.

—Si fuera usted yo estaría en una playa en Jamaica tomándome un daiquirí.

—Claro—respondió el ruso asintiendo, sonaba como algo que perfectamente podría hacer Gustabo.

El rubio lo miró de reojo y ladeó ligeramente la cabeza hacia un lado—Bueno, a lo mejor Jamaica no es el destino de su preferencia.

Viktor lo miró con confusión.

—¿Ya sabe cómo llegar al lugar al que quería ir?

El ruso suspiro con tranquilidad, lo decía por la conversación que tuvieron cuando estuvo en el hospital—Sí, ya lo sé.

—¿Entonces qué hace aquí?

—¡Eh, Gustabo!—gritó Greco quien volvió tras sus pasos—¿tu crees que te pagan por hablar? ¡A patrullar, coño!

Away (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora