Cuando ya no puedas más

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Otro WuLian, vaya, le estoy dando mucho enfoque.

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A decir verdad, el sitio que eligió Wu Ming no está mal.

Cuando Xie Lian le dio la chance de elegir dónde ir el día anterior, Wu Ming no dudo en llevarlo en ese mismo momento al exterior.

Al parecer, ya tenía algo planeado para su próxima salida y Xie Lian cada vez se impresiona de todos los avances futuros que proyecta Wu Ming para sus salidas, como si en vez de simples citas fueran a ir a determinar si iban a seguir juntos el día siguiente.

Hace tiempo que Xie Lian se rindió de quitarle ese miedo absurdo, excepto que no puede evitar deslizar su mano por la maleza y tomar la palma de Wu Ming, entrelazando sus dedos lentamente, como para decirle que no se preocupe y deje de pensar demasiado.

Su soldado todavía tiene esa manía de ponerse su máscara de sonrisa cuando están juntos y Xie Lian suele tirar de el cuándo lo hace.

Esta noche, quiere ver el rostro de Wu Ming bajo las estrellas nocturnas.

El sitio elegido de hoy es la cima de una cutre colina, por donde se ven los cerros a distancia y las montañas orgullosas de su altura. Xie Lian se siente pequeño al verlas desde abajo, aunque sabe que podía moverlas de lugar con el poder de un solo dedo. Wu Ming también, si quisiera.

Su Alteza, el Príncipe Heredero de Xianlee, no sabe exactamente qué está pasando aquí que Wu Ming insistió en cenar a la intemperie, entre la humedad de la tierra y bajo sombras demasiado oscuras para distinguir algo.

— ¿También desayunaremos aquí?

Xie Lian hace un gesto mudo a la canasta que han traído. Quedan varias porciones en la olla de hollín. Wu Ming siempre le insiste que mientras sea comida hecha por su Alteza, no le importa si no es convencional para el día o la noche, sea la temporada que sea.

— Si su Alteza lo desea.

Sus respuestas automáticas y simples, le hacen sentir alivio y confort.

Con Wu Ming jamás hay malas respuestas o sorpresas desagradables.

Siguen hablando con esta dinámica, hasta que el tiempo deja de pesar y la frialdad de la noche poco a poco se calienta.

— Mire, su Alteza.

Cuando quiere darse cuenta, esta recostado en el hueco del hombro de Wu Ming, su nariz casi tocando el esternón del más alto. Esta seguro que, si Wu Ming tuviera la capacidad de respirar o de tener piel de gallina, ahora mismo estaría hecho un manojo de nervios.

Solo sus ojos, de intenso y hermoso carmesí, traicionan ese carácter neutro y temblé completamente quieto.

Xie Lian se soba un poco los ojos, descubriéndose que estaba un poco cansado, o si no, muy relajado para haberse arrimado así al otro. Mira a su soldado y este le indica el cielo.

No es nada nuevo, la verdad.

Como príncipe ha visto muchas bellezas y como vagabundo ha observado lo que sucede por la noche, pero hoy, especialmente un día de invierno y con Wu Ming de compañía, siente que este es un hermoso paisaje.

El Sol se asoma lentamente, bañando lo que toca con su luz cegadora y vibrante. Alcanza al monte de flores que sobreviven al invierno a sus pies, iluminando todo alrededor. Son muchos colores, aunque abunda el amarillo que intensifica todavía más el impacto del Sol.

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