Bendice el Trono

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Una sola advertencia en una palabra: XieLianDom!

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— Gege debe saber que es suyo— rectifico Hua Cheng, con las manos en la espalda— Todo lo mío es suyo para poseer.

— Sigue siendo tu silla, tu puesto.

— ¿Preferiría el sofá?

— Me gusta aquí— dice Xie Lian, fingiendo que se lo piensa con los ojos rebotando en las esquinas oscuras y luces filtradas a través de la cortina roja— Pero es el trono de San Lang.

— Si gege no quiere dejarme atrás, ¿Otra opción sería reposar en su regazo? — bromeo el rey fantasma, observando con deleite lo fácil y grácil que era Xie Lian sentado en la intimidad máxima de la Guarida de los Apostadores.

A pesar de llevar una túnica clara que contrastaba bastante, esa pura blancura resplandecía entre montones de tonalidades de rojo y dorado de luz. Era una visión exquisita para retractar más tarde.

— Buena idea— convino el dios— San Lang, toma asiento.

Si no estuviera parado ya, no cabe duda que se hubiera tambaleado del shock. Miro sin palabra a Xie Lian, que se froto la pierna derecha dándole golpecitos alentadores.

— Ven aquí.

Su carácter amable y paciente seguía presente, por lo que Hua Cheng tardo en hacer click. Agradece que su cuerpo vaya en automático a la voluntad de su amado dios, porque al pensar en lo delirante que es esto, cual fantasía de su niñez, donde se inclina hacia el hombre mas maravilloso del mundo y se-

— Sube ya— insto Xie Lian, con otra sonrisa divertida.

El resultado es extraño una vez que subió al regazo de Dianxia. Su ropa era muy extravagante, el color carmín resaltaba en todo el si no fuera por la platería pulida, sin olvidar su propia altura.

Es una imagen hilarante ver a un hombre altísimo sentado en la pierna de otro hombre, físicamente delgado y más bajo, hundido en los almohadones adicionales del trono. Sin embargo, Xie Lian hizo que funcione; sus manos guiaron a Hua Cheng para graduar el ángulo, las piernas apenas temblaron por el nuevo peso a soportar, un par de accesorios en la cintura fueron quitados por conveniencia de la postura.

— ¿Gege preferiría que cambie de forma?

— Es tu trono, eres el rey. ¿Por qué me impondría en tu presentación?

Hua Cheng deja fluir una pequeña carcajada. Eso es curioso, teniendo en cuenta que nadie los ve más allá de la cortina perlada, quien lo intentara seria castigado.

Es imposible no comparar esto con un deseo de su yo infantil, del Hong Er buscando el consuelo de su Alteza, cuando conocía toda la maldad del mundo y no sabía distinguir el bien, solo enfocado en Xie Lian; la fuente de toda bondad. Pese a lo absurdo de esta posición ahora, con el siendo mucho mas alto y luciendo pomposo en su indumentaria, la emoción subyacente brilla en su ojo, vibra en E-ming, rebota en sus manos que buscan las de Xie Lian y se aprietan juntas.

— Quiero verte jugar.

— Por supuesto— Manda un mensaje tácito con un solo movimiento de mano y el bullicio no tarda en estallar.

— El Señor no solo está aquí, ¡Va a participar hoy!

— Maravilloso, ¿Quién sigue? ¿Quién se atreverá esta vez?

El ajetreo de clientes, apostadores y croupiers, llena la Guarida del Apostador.

Hua Cheng se enfoca en el susurro bajo de su dios.

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