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Podía resultar frustrante estar en un mundo como aquel, lo había moldeado a un lado de una persona, y esa dependencia terminó destruyendo su casa de cartas. Kuroo sabía eso, se mantenía consiente de que Kenma igual se encontraba de mal modo por el cambio de página repentino, aunque no lo demostrara en sus charlas tontas, donde contaba sus problemas como forma de desahogo de última opción, en un momento que no leyera lo que escribía para no pensarlo demasiado.

Para ajenos, ver que el pelinegro dejaba ciertas cosas de su vida de lado debido a la perdida, parecía un capricho.
Tampoco perdería la oportunidad de categorizar sus emociones de ese modo. Podría ser eso en el fondo, pero lo negaba solo para seguir llamando la atención... Aunque la presencia de alguien siempre sería más que una simple golosina negada por su madre, y entender esa enorme diferencia era cuestión de vivir dicha desgracia, de la cual no se dejaba de hablar al marcar su paso por cualquier lugar donde relativamente conocían su imagen, y el gran aprecio que tenía por el que se mudó.

"Tu vida no debería girar en torno a una persona, a menos que estés enamorado"

Le repetían, y aunque fuera una frase errada desde diversas perspectivas, no la tomaba en serio por chocar con que, más que la distancia o la persona, le dolía ver todo lo que se encontraba perdido en su mundo, muchas cosas perdieron sentido desde entonces.

Buscar un reemplazo le parecía inútil y el intentarlo le recordaba la razón de su pesar, un bucle que conocía, y asimilaba, sin lograr trabajar para superar.

Salía de la secundaria de mal humor

《¿Será por sus pocas horas de sueño?》

Pensó en busca de justificaciones propias.
Escribirle a Kenma estando al otro lado del mundo para brindarle un apoyo en su rutina, implicaba desvelarse para ubicarse en su zona horaria. En esos momentos admiraba como su amigo pudo siempre seguir funcionando a pesar de la falta de energía, o el malestar psicológico que afectaba sus emociones.

Pero, valía la pena a su propia perspectiva. Quería que Kenma durmiera, y por su conectividad, supuestamente estaba siguiendo sus ordenes, las interacciones sociales y los medicamentos debían dejarlo sin fuerzas durante las jornadas iluminadas por el Sol. Se lo debía, su consciencia se lo recordaba cuando sentía que ya no podía permanecer despierto, por él salió ese día, y por él estaba en otro país sin familia, una culpa agobiante hasta cierto punto, pero que servia como energizante para superar su fatiga.

Salió de sus pensamientos al escuchar el fuerte chillido de unas ruedas de un auto cerca de él, junto la aturdidora bocina de este, ganándose un gran susto por el impacto repentino que lo hizo ver el que lo originaba.

Un hombre insultando a una pequeña bolita de pelo tricolor, delgada de forma extrema, la cual maullaba, sin comprender el ruido o los gritos, por estar en medio de aquel peligro, como lo era la calle transcurrida por autos.

Contempló la escena unos pocos segundos, hasta notar que las acciones del hombre eran tomadas por su enojo. Obligándolo a actuar para defender al indefenso animal por el cual corrió para tratar de tomarlo antes de que pasara algo malo.

Cruzó la calle sin mirar por no oír sonidos de otros vehículos acercándose, se agachó y cargó al felino de ojos amarillos sacándolo del alcance de quien pretendía dañarlo.

—¿¡Ese animal es tuyo, idiota!?— Le cuestionó al adolescente que no supo del todo que responder, pero solo dijo lo obvio y claro.

Bullet without Firing﹙Kuroken﹚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora