Capítulo cinco: El héroe está frustrado

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Harry, como todos los días desde que compró un celular, hace ya varios meses, se levantó de la cama con cuidado. Quería hablar con Draco tranquilamente, antes de que Ginny y los niños despertaran para llamar su atención. Ahora que estaban más grandes y reclamaban su presencia.

Eran como pequeños patitos ruidosos.

Al entrar al baño, lo primero que hizo fue mandarle el mensaje de todos los días a su dragoncito y su bebé escorpión.

Cada día ese niño se parecía más a su papá en lo bonito que era. Era tan adorable, y tan gentil, siempre entregando lo que tenía, sus dulces, sus juguetes, sin quejarse o llorar si Albus o James le quitaban algo.

Quizás en eso se parecía a Astoria Malfoy, porque Draco armaba un escándalo cuando le robaba los chocolates que él mismo le llevaba.

¿Cómo podía ser tan dulce un niño de ocho meses?

Sonriendo, observó la foto del chico. Draco lo tenía en brazos, apretándose contra él. Ambos miraban a la cámara con una sonrisa, solo para Harry.

Se sentía como una familia.

Esperaba que lo fueran. Ligeramente entristecido, pensó en que quería que el niño lo reconociera como su padre. ¿Era extraño sentirse así?

Quería tener a Draco y ese niño como su familia.

Dio una risa sin humor. Últimamente, pensaba cosas raras.

Ya tenía una familia.

Observó el celular, pensando en qué escribirle. Fue casi inevitable que sus dedos se movieran solos.

«Draco, ternura mía».

«Mi lindo y dormilón hurón 🦝. Estoy ansioso por verte, pero no te creas mucho por eso. Sé que estás peor que yo, y esperas desesperado pasar la noche conmigo...»

«Me refiero a la noche de cine, ¿qué pensaste? Serpiente sucia y malpensada».

La respuesta no la recibió de inmediato; Malfoy no era un sujeto mañanero y tenía suerte de que el pequeño Scorpius tampoco lo era. Muchas veces, cuando iba a desayunar con ellos, terminaba sacándolos de la cama.

Eran tan adorables, enojados y somnolientos. Draco preparaba el desayuno con un ojo abierto y el otro cerrado.

Estaba colocándose perfume en el cuello, disfrutando de sus recuerdos, cuando su celular vibró en el bolsillo.

Con una sonrisita leyó el texto.

«Querido y ciego, Potter».

«Eso es un mapache, por si tus estúpidos ojos no saben la diferencia, pero no importa, porque no soy un animal, pequeño y apestoso, aunque...»

«Si quieres acariciarme la espalda otra vez, no diré nada».

Harry sintió que las mejillas se enrojecían al recordar sus dedos sobre su sensible cuerpo. Aclarándose la garganta, siguió leyendo.

«Y en todo caso, Potter. Con mucho gusto, tendré que bajarte de ese pedestal en el que estás. Espero la noche de cine, no a ti. Tú eres el agregado. Y no pensé en nada extraño; el sucio de mente eres tú. Intentas hacerme dudar con frases de doble sentido, pero como soy inteligente, no me engañas».

Harry negó con la cabeza, y sonrió, sinceramente encantado del humor mañanero que tenía; tan temprano y el hurón ya estaba provocando, era tan chispeante como le gustaba.

Seducción indirectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora