Capítulo tres: El héroe está avergonzado

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Harry tuvo que respirar profundamente para tratar de calmarse. Malfoy se había sentado en la cama y se estaba quitando los pantalones.

Sus blancas y largas piernas habían quedado a la vista, pero no tuvo tiempo de pensar en ello porque de inmediato fue capaz de notar cómo finos hilos de sangre decoraban sus muslos.

Harry se acercó hasta sentarse a su lado, el hurón apoyó suavemente su cabeza en su hombro y Potter dio un suave suspiro.

—Deberías ir a San Mungo, por favor, déjame llevarte ahí —propuso con suavidad.

Malfoy le envió una mirada furiosa y Harry decidió quedarse en silencio.

Acomodó sus lentes por reflejo, nervioso y asustado. No quería que Draco sufriera y sabía que estaba más que solo herido físicamente. Harry se sintió culpable por haberlo dejado abandonado. Si hubiese puesto atención, entonces esto no habría pasado.

—Potter, en ese lugar van a humillarme, no todos los magos son tan ingenuos y amables como tú —dijo y la voz herida dejó a Harry angustiado—. Se enterarán de lo que me pasa y convertirán mi dolor en un circo. Por favor, tienes que ayudarme, eres el único al que puedo pedir ayuda.

Tal vez fue la suave súplica, los ojos llorosos, o la forma en que sintió la desesperación emanar del delgado cuerpo, la manera en que confiaba en él, y rogaba su ayuda; simplemente no pudo evitarlo.

Harry se sintió emocionado; no había sentido eso desde el fin de la guerra. El fuerte sentimiento de que alguien lo necesitaba le envió pequeñas contracciones de placer que se extendieron por todo su cuerpo.

Lo cual le daba mucha vergüenza y culpa. El chico le estaba dando su confianza, y Harry solo podía pensar en la sensación que le provocaba en la zona baja.

¿Hermione tenía razón al decir que le faltaba adrenalina a su vida? ¿La estaba buscando en Malfoy?

No lo sabía, tampoco le importaba.

Se levantó de la cama y se colocó de rodillas frente a las piernas de su angustiado compañero. El chico movió sus brazos y los acomodó en los hombros de Harry, tratando de anclar su desesperación en él.

El pelinegro tomó las rodillas que habían adquirido un tono rojizo y comenzó a separarlas. Malfoy dio un suave gemido y su respiración se agitó debido al dolor, la incomodidad y la vergüenza.

Tragó saliva, cuando sus ojos recorrieron la zona privada. La sangre empapaba su ropa interior. Potter levantó la vista para mirar la colorada y sudorosa piel del rostro. Draco le devolvió la mirada, nublada por la angustia y la timidez.

—Iré al baño y traeré toallas con agua tibia para limpiar la sangre.

Harry quiso pedirle que se desnudara, pero la frase se quedó atorada en su garganta. Le dio vergüenza decirlo, como si, a través de ella, Malfoy pudiera notar que algo negro se formaba en él y no podía permitir eso.

Él mismo se negaba a dejar que esa parte se extendiera por su mente.

En el baño, aprovechó de calmarse un poco. La situación era sorprendente; la tristeza y la preocupación nublaban su mente, confundiéndolo e impidiendo que pudiera ayudar a Draco.

La serpiente lo estaba esperando justo donde lo dejó. Tal vez, la única diferencia era que la ropa interior había desaparecido del cuerpo sudoroso.

Volvió a su posición entre las rodillas del asustado chico.

Seducción indirectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora