sí, es verdad, lo quiero.

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Las personas en realidad nunca entenderían el arduo trabajo de un demonio.

Esa mierda de "ve abajo y siembra maldad en las personas" había pasado de moda. Se veía inválido con los tiempos que corrían: los demonios ya no corrompían a las personas, estas se corrompían unas a las otras. Como un virus. Ya venían podridas desde su concepción, en muchos casos, y jamás llegaban a sanarse por completo. Se destruirían a sí mismas.

La humanidad era un caso perdido. Siquiera valía la pena intentarlo.

Así que no, demonios de alto rango como la propia Exael no se dedicaban a poner una manzana en un árbol para que un humano la muerda.

—Firma —ordenó.

El Duque Louis le dió una mirada al informe impreso con tinta roja y fingió una sonrisa.

—Parece que tuviste tiempo de hacer tu reporte anoche —dijo—. ¿Finalmente dejaste de seguir como un perrito faldero a tu novia la angelita?

El tipo era de los más repulsivos que jamás había conocido. El inmaculado odio que le tenía a cualquier criatura del Cielo solo se podría justificar con una cosa, concluía Exael, un amor fallido.

Por lo que decidió disparar por ese lado:

—Suenas celoso, LouLou. ¿Es por mí o porque yo sí puedo tener al ángel que quiero?

—Así que lo admites... —el demonio superior no mordió el anzuelo— ¿Realmente quieres al ángel?

—¿Qué harás si es así? ¿Me delatarás con el Jefe? 

—No. Por supuesto que no. —Cuando ella comenzaba a creer que le quedaba algo de dignidad humana, el demonio prosiguió—: Guardaré mis cartas para jugarlas bien —admitió el descarado—. Sabes que si lo hago será tu fin. Tú y esa tonta santa serán desterrados de los Dos Reinos.

Dy sujetó a Louis del cuello y lo acercó a su propio rostro, incluso con un escritorio oscuro en medio de ambos. Sus ojos ardían en llamas, dos cristales azules que de repente eran rojas bolas de fuego.

—Quiero verte intentarlo —fue lo que dijo.

—Chicos. Basta. Actúan como dos niñitos. Tenemos trabajo que hacer.

Dolly era quien se asomaba en la mugrosa oficina Central, logrando que la demonia suelte al Duque. Su nombre surgía a raíz de su parecido a la cantante estadounidense: tenía esos mismos rizos dorados, grandes ojos marrones oscuros y una voz angelical; en otra vida quizá hubiera sido parientes. En esta, Dolly era un demonio de alto rango con un nombre latín tan difícil de pronunciar que tuviera que ponerle un apodo.

—Buen trabajo, Exael. Causaste muchos disturbios —Dolly dejó su sello en el informe de Exael con una sonrisa en los carnosos labios. Joder, el tipo sí que era atractivo—. Necesitas que el Jefe firme esto y tendrás la semana libre.

No fue a propósito.

—El jefe no está aquí —ella repuso.

—Entonces consigue la firma de la Jefa —solucionó él.

—Ella tampoco está aquí 

—Consigue la firma de alguien, maldita sea.

Como no le importaba en absoluto vagar por el Inframundo, Exael estaba caminando por los largos y oscuros, de vez en cuando rojos, en busca de la oficina del Gran jefe.

O en su defecto a Persefone.

En realidad, Perséfone era la Jefa de la jefa.

Su relación con Lucifer era extraña, así que Exael no metía las narices en eso. Estaban casadas o una mierda así, pero esta pasaba mucho tiempo Allá arriba por cuestiones familiares.

Cruel SummerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora