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Despertó jadeante.Había una voz en su cabeza, resonando en toda la oscuridad de su cuarto, persiguiéndola hasta donde un demonio tenía prohibido indagar.
Apuesto a que será tu primera vez, así que querrás ir lento...
Cerró los ojos. Quiso volver a dormirse, pero sabía que no funcionaría. Cuando todo estaba negro y en silencio, su cabeza reproducía una y otra vez las mismas imágenes; esas que acababa de vivir con Dy, en menor medida de la deseada, y las que jamás se atrevería a decir en voz alta.
En sus sueños más salvajes, Exael no tenía guantes ni nada que podría detener su roce en el cuerpo del ángel.
Y yo no podré complacerte porque soy muy ansiosa...
En situaciones así olvidaba a quién debía rezarle para sacar todos esos pensamientos de su cabeza. Porque por más que intentara e intentara, solo podía verse con claridad parada justo enfrente de Exael, jadeando y esperando la caída brutal al inevitable pecado.
Tocaré cada parte de tu cuerpo, pero quizá te escuche y lo haga lentamente. Comenzaré por aquí. Y cuando comiences a volverte loca, subiré. Y subiré, subiré. Pero ignoré su pequeño problema y besaré tu abdomen, tus huesos, tus pechos... Morderé tu cuello, lo marcaré como mío. Subiré hasta tus rostro, miraré tus labios y finalmente...
—¿Quieres que continúe? —murmuró la pelinegra en su oreja, mordiéndole levemente el lóbulo. Adriel quería gritar.
Sí. Por favor. Tócame. Hazlo.
El demonio sonría. Simplemente había leído su lente y ahora una fría mano estaba bajando su ropa interior, adentrándose con peligro dentro.
—¡Basta, basta, basta!
Pero las palabras no bastaban. No podría sacarsela de cabeza.
Y era exactamente ese el problema. Exael estaba solo en su cabeza. No en su habitación. Muy, muy lejos de ella.
Pero no podría admitirlo en voz alta. Aunque Exael quizá ya lo sabía.
Siquiera sabía cómo la miraría a la cara ahora.
Todo era culpa de Exael y de su maldito alucinógeno. Ella estaba bien antes de todo eso.
Todo era su culpa. Desde el inicio hasta el día de hoy. Todo, todo, todo.
—¿Por qué no simplemente...? —Maalik, un viejo amigo, le dijo una vez todos en la mesa tuvieron su desayuno-almuerzo. Sostenía un tenedor con un pedazo de pastel rosa clavado en la punta, haciéndolo lucir irónicamente angelical— Ya sabes... ¿no has probado...? —parecía sonrojado. Extraño, teniendo en cuenta que era un demonio— ¿masturbarte?
Adriel entendió por qué el demonio se sonrojó, e hizo lo mismo. Solo que, a diferencia del hombre, a ella se le notaba el doble debido a su pálida tez.
Ārgos rompió en una risa que alertó a todo el restaurante.
—¡No puedo hacer eso! —chilló la rubia, roja cual tomate— ¡Es un pecado!
—Bueno, la biblia no dice nada sobre eso —Ārgos se arrimó al moreno—. ¿O no?
—No lo sé, no vi la película —negó este—. Pero solo lo haces y luego, ya sabes, rezas un poco y te arrepientes.
—No creo que funcione así —negó el ángel que seguía con el impulso de reírse—. O quizá sí.
—No funciona así. Desde un inicio no se supone que yo sienta lujuria.
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Cruel Summer
RomanceAdriel es una de los ángeles preferidos del Creador. Es aplicada, responsable y adorable. El ángel perfecto, diría Perséfone. Pero tiene un problema: sueña recurrentemente que es besada por Exael. Exael, o simplemente D, es el peor demonio del Infr...