little, ¿barbie?

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Jennie tenía un puchero, estaba triste, aunque más molesta

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Jennie tenía un puchero, estaba triste, aunque más molesta. Su alfa la había llevado a un partido de fútbol, hasta ahí todo bien. Hasta que su alfa la empezó a mimar y ella se convirtió en pequeñita debido a la timidez, lo peor fue cuando la pelinegra estaba tan emocionada y gritando por el partido, que no notó que una mocos- niña, tomaba a la omega y comenzaba a jugar con ella como si fuera una muñeca.

Eso hasta que Jennie le mordió el dedo y la niña la lanzó lejos, tan lejos que se perdió intentando que no la pisara la gente debido a la emoción. La pequeñita se había logrado subir a una máquina de palomitas, tenía frío, mucho frío. Estaba usando una falda negra y una camiseta celeste pastel, sin zapatos. Siempre en su bolso llevaba unas prendas para cuando era pequeña, se las colocó pero esa mocosa le sacó sus zapatos, excusando que se le verían muy bien a su Barbie.

¡Y ahora la omega tenía frío en sus piecitos!

─ Ah, Lili. ¿Por qué siempre me tienes que traer a estas cosas?

Preguntó al aire.

Se acurrucó arriba de esa máquina y suspiró, entonces la gente comenzó a irse del partido, ella de forma paciente esperaba a ver si podía ver a un poste pelinegro con flequillo.

Entonces escuchó un grito, alarmado, desesperado y que ella conocía bastante bien. Su novia estaba gritando su nombre como loca por todas partes, la pequeña omega se paró encima de la máquina y comenzó a saltar haciendo señas. Pero ni ella veía a Lalisa ni Lalisa la veía a ella, lo único que conseguía era que la gente la mirara con extrañeza.

─ ¡Lili!

Gritaba pero era demasiado difícil, había mucho ruido. Suspiró y nuevamente esperó hasta que su alfa pasó cerca de la máquina y la pequeña tomó impulso para lanzarse, quedando en medio de esa cabellera azabache.

─ ¡AH!

Chilló Lisa intentando quitarse a la pequeña de sus cabellos, hasta que cayó al suelo cubriéndose su cabecita. Alzó su mirada llorosa y adolorida a su alfa, la cual la miraba con arrepentimiento.

─ Oh pequeñita, perdóname.─ La alfa la acunó entre sus manos con tristeza, Jennie soltó un sollozo, ahora sentía más frío y tenía dolor en su cuerpecito.

─ D-Déjame en tu bolsillo, alfa. Quiero llorar en paz y calentita.

Lalisa asintió con un puchero y dejó a la omega en el bolsillo de su sudadera, allí estaba calentita su pequeña. En lo que salía de allí escuchó series de pequeños sollozos débiles y dolorosos, se demoró un poco al llegar al departamento, pero Jennie ya había caído dormida.

La azabache con tristeza la dejó encima de una almohada y la tapó con una pequeña mantita que era delgada, pero para la pequeñita estaba bien.

Luego de eso se dirigió a la cocina, donde empezó a cocinar unas cuantas cosas para que su pareja la perdonara, una de las cosas más curiosas del síndrome que poseía Jennie era que siempre que era pequeña tenía que comer cosas dulces, una vez cometieron la equivocación de darle unas papitas fritas y la pelicastaña estuvo así por una semana, con fiebre y un resfriado terrible.

Para no cometer más errores así la tailandesa había comprado todos los libros disponibles que encontró sobre el síndrome de fairy.

─ ¿Me darás comida, alfa boba, o tendré que morir de hambre?

Lisa pegó un respingón al escuchar esa chillona voz adormilada. Se dio media vuelta y encontró a su novia que aún era pequeña. La alfa sonrió con ternura y se agachó para acunarla en sus manos, la llevó a su cara y pasó su nariz por la pancita de la omega, como consecuencia sintió que ésta le picaba el ojo.

─ ¡Omega!

Se quejó alejándola y cerrando sus ojos. Se intentó acostumbrar al dolor y la dejó sobre la mesa.

─ Uy, que sensible eres, Lili.

Lalisa rodó sus ojos bufando, pensando seriamente en el comerse todo ella y no darle a aquella rebelde omega.

─ Yo había cocinado unos pastelitos pero tú, omega insolente siempre me golpeas.

─ ¡Me dejaste caer!

Chilló Jennie indignada.

─ ¡Tú te fuiste de mi lado, Nini!

─ ¡Una mocosa me robó creyendo que era una muñeca y me sacó mis zapatitos!

Lalisa suspiró, seguir peleando no tenía solución. Sacó dos pastelitos y se sentó a la mesa, viendo a la rebelde coreana con un puchero.

─ Sí me das... te hago una mamada.

─ Dos.

─ Una.

─ Dos o no hay trato.

─ Una y te dejo que me comas.

─ Hecho.

─ Hecho.

Lisa le entregó el pastelito y Jennie comenzó a comerlo de pequeños bocados, el pastel era más grande que ella. La pelinegra suspiró al ver a su pequeña novia intentando combatir con el dulce, se lo quitó y lo partió en varios pedacitos antes de volver a entregárselo.

La omega se acercó a ella y le dio un beso (pequeño) en una de sus manos.

─ Gracias, Lili.

Lalisa sonrió enamorada.

─ De nada, amor.

─ De nada, amor

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WOLFFIA ━━ JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora