Capitulo 11 Dentro de las tinieblas

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El cuerpo de Marcy se encontraba a la deriva en las crueles aguas de la incertidumbre, siendo arrastrada hacia lo más profundo de un plano penumbroso, un abismo acuoso y fúnebre, de mareas negras, reinantes de una quietud sofocante, de una soledad inexpugnable. La voz de su garganta se perdía en la mudez impía del océano umbrío, rompiéndose en gritos burbujeantes que nadie más que ella misma podía escuchar; lucha, patalea, sintiendo como el miedo pululaba salvajemente en su interior, como el oxígeno de sus pulmones ardía en la desesperanza; obligaba a cada onza de sus sentidos a alcanzar a la única luz que puede ver de la borrosa superficie del abismo, mas es inútil, lucha contra la fuerza de algo que no puede vencer, las raíces serpenteantes del lóbrego siguen llevándola hacia abajo, las manos sombrías no sueltan su fría firmeza en su piel, para ella, no queda más que aceptar el letargo de todo en los brazos de la nada, dejar que la oscuridad infinita reclame lo que quiera de su existencia.

En la agravación de sus pensamientos exuberantes, la adolescente podía sentir cierta familiaridad por este espacio onírico al que había sido arrojada, como si esta no fuera la primera vez que flotaba en la quietud disonante de un mar fantasma... pero también... como si esta fuese la primera vez que era consciente de ello.

La agonía de no saber que pasara es peor que especular cuál será su destino; los ojos de la joven de cabellos negros permanecen cerrados, absorta aun por el miedo, incapaz de sentir cualquier cosa ahora, de percibir su propia realidad, solo pudiendo captar la repentina intromisión de murmullos tan bajos que carecen de cualquier sentido, dejándose a la espera de que todo su sufrimiento termine en algún momento. Mas el largo camino que recorre parece nunca llegar a su fin, sigue cayendo cual pluma en la brisa del viento, siega, sorda y muda, apenas consiente de su propia existencia atrapada en una cruel eternidad sin tiempo y espacio... Hasta que, de un momento a otro, las olas muertas de las tinieblas se azotan con vehemencia, el espacio lúgubre se desgarra y tiembla, las manos sombrías la sueltan, huyen, y el ser de su resignación muere cuando la libertad llega, mas sin embargo... nada cesa... sigue flotando, su ser solo cambia de dirección, el espacio del abismo se encoje y se transforma, convergiendo en un solo punto hasta que... la delgada tela de esa realidad sombría explota, el mar de la pesadumbre se desborda y regresa dentro de los confines de la no existencia.

Entonces, solo hay calma, el viaje incierto se detiene, y nada más que un exhortante sosiego se hace presente...

¿Dónde estoy? —fue el primer pensamiento coherente que rondo por la mente de Marcy cuando sus sentidos regresaron al control de su cuerpo. La sensación fluctuante que torturaba su ser a sido reemplazada por la tranquilizadora familiaridad del peso de la gravedad, la típica incomodidad de la humedad es inexistente, siendo solo los extraños besos de una mesurada briza, y los jadeos de su propia respiración, lo que le confirma que todavía está viva. Duda un instante, más luego de unos segundos, decide abrir sus ojos por fin.

Ante su mirar desconcertante (abrazado por un atisbo de curiosidad), la adolescente se veía rodeada por un pasillo estrecho, vacío y torcido por las garras de las tinieblas; en lo poco que la oscuridad le permitía ver, notaba como el suelo era un mar de baldosas grises y agrietadas, el techo, solo un amasijo de alambres oxidados montados uno encima de otros donde, el resto de las sombras entraban y se extendían, y las paredes, estructuras carnosas y rojizas, erigidas por lo mórbido, constituidas en piel y el concreto corroído... todo, comprimido por una abrumadora carencia de sonidos, un silencio sepulcral en el que solo su respiración y el debilitado aullar del viento podían oírse.

—Este lugar... —ya no estaba en el castillo, ni en aquel cuarto derretido del que aquellas manos sombrías la arrastraron hacia las fauces de una abrumadora oscuridad... Ahora, se encontraba una vez más frente aquellos pasillos grotescos de un no tan distante evento traumático que, nunca podría olvidar por mucho que quisiera—No... —el retrato de pesadilla estaba ahí, tan vivo y latente, tan grotescamente exacto como lo recordaba... Tal fue la sorpresa de lo veía, que sus piernas empezasen a temblar, haciéndola caer de rodillas cual peso muerto—¿Q-qué es esto? ¿Qué es lo que está pasando? —ella lucho por mantener el control de sus respiraciones, sus manos se ajustaban con fuerza en su pecho, mas el pánico creciente era tan grande, que no pudo evitar atragantarse con sus propios jadeos espasmódicos—No no no... esto no puede estar pasando... esto no puede ser real... —estrangulaba su mente en busca de respuestas, de algo lógico que le diera sentido a todo lo que le estaba pasando, a todo lo que había visto... mas sus pensamientos eran un enigma en blanco, carentes de cualquier resolución—Esas manos... esas manos me trajeron aquí... ¡¿Que rayos eran?! ¡¿Qué demonios querían de mí?! —nada tenía sentido, su cabeza dolía, siempre dolía demasiado cuando las cosas no parecían tener sentido, cuando todo era demasiado para que su joven mente lo soportase... cuando lo lógico y lo racional eran completamente inútiles—¿Esto es real?... ¿Estoy viva? ¿Cómo siquiera... No... esto no es una pesadilla... no... lo de ese día... el hospital... lo que vi en el castillo... esas voces... ese lugar... C-como... —eran tantas las dudas que sobrepasaban la delgada barrera de su propio entendimiento, que el miedo no hacía más que arder como lava inyectada directamente en su torrente sanguíneo, como acido derritiendo sus huesos.

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⏰ Última actualización: May 11 ⏰

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