Esa es mi chica

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La pantalla del celular de Scarlett se encendió y un número desconocido se visualizó, lo ignoró una vez más. Ella tenía la costumbre de no tomar ese tipo de llamadas porque podrían ser de bancos o compañías que insisten en que acepte ofertas que solo lo benefician a ellos.

Se alistó para su cita con Máximo, quedaron de verse en el parque del barrio oeste, no perdió mucho tiempo en vestirse, unos jeans desteñidos, una camiseta rosa con el logo de la Barbie. Un poco de rímel y pintó sus labios de terracota. Abordó el autobús y se sentó al lado de una mujer embarazada. Se puso a observar por la ventana escenarios conocidos, pero a los que siempre le hallaba algo nuevo que ver, por ejemplo, la tienda de Bonsái.

Se bajó del autobús y buscó a Máximo por el parque, lo encontró sentado cerca de la glorieta.

—Hola—le dijo un poco nerviosa.

—Que tal Scarlett —contestó Máximo, inclinándose para darle un beso en la mejilla.

Máximo poseía unos ojos muy hermosos. El chico de sus sueños, lo malo era que desde hace un tiempo él no era que aparecía en ellos.

—Vine por mi cuaderno—dijo Scarlett.

—¡¿No piensas irte de una vez?! —preguntó Máximo, sorprendido.

—En verdad sí—contestó Scarlett mirando hacia los lados—. Recordé que tengo muchas cosas que hacer.

Máximo soltó una risa seca, agarró la mano de Scarlett y objetó:—Sé que puedes estar molesta conmigo porque moví nuestra cita varias veces, quiero que sepas que tuve razones de peso para hacerlo, pero quiero arreglarlo, dame el chance.

Máximo posó su mano cálida en el rostro de ella. No le gustó para nada su toque. Sin embargo, cuando lo miró a los ojos, no dijo nada. En cambio, sus labios se abrieron y susurro: —Un helado, por favor.

Máximo la llevó a un puesto de helados artesanales.

—¿De cuál vas a escoger? —le preguntó Máximo—. ¿O quieres que elija por ti?

Scarlett detestaba que le hicieran eso, pero su cerebro se negaba a cooperar para formular una simple oración.

—Voy a pedir dos helados de chocolate con pistachos caramelizados, ¿te parece bien? —Indagó Máx.

—Sí —susurró Scarlett.

—¿Segura? —preguntó él a la vez que sacaba su cartera

—Me gusta la vainilla—le respondió Scarlett.

—Ah, no hay problema, ¿algo más? — preguntó Máximo. Scarlett negó con la cabeza y escondió una sonrisa cuando llevó una mano a su cara para apartarle el pelo—. Vamos a sentarnos allí, chica sublime —murmuró de forma que resultó casi inaudible, excepto para ella.

Scarlett se dejó guiar hasta unos asientos frente a la plazoleta.

—¿Te pasa algo? No deseo incomodarte—Indagó Máximo.

Las palabras de Máx fueron como un cubo de hielo vertido sobre la cabeza de Scarlett, que procedió a patearse mentalmente el trasero. Máximo se colocó a su lado, demasiado cerca para su gusto.

—Es muy agradable estar contigo—soltó Scarlett de golpe un tanto nerviosa.

—Eres una chica peculiar, Scarlett, ¿te gusta el helado de vainilla?—Indagó Máximo.

—Es mi favorito—afirmó Scarlett con un hilo de voz.

—¿Cómo vas con tus prácticas de estadística? —preguntó Máximo con voz suave, y le cogió la mano para que dejase de frotarla en su pantalón—. Euclides es un tanto complicado.

Mi chico DōpuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora