UNO| ¡VOLVÍ!
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LAS DIECISIETE horas de vuelo de Los Ángeles a Shanghái, sin hacer escala, había sido una tortura. A pesar de ir en primera clase, había sido inútil intentar dormir; no pude pegar ojo en todo el trayecto por las oleadas de nervios que me invadían cada que cerraba los ojos.
Con una mano me acomodé los lentes de sol sobre el puente de la nariz, estos cumplían con su trabajo de cubrir el tono oscuro debajo de mis ojos gracias a la falta de sueño. La otra mano permanecía aferrada con fuerza al mango de la maleta, en un intento de calmar la ansiedad. Me mecía de atrás para adelante, más bien de atrás arriba, intercambiando el peso constantemente. Punta, talón, punta, talón, punta, talón.
Habíamos sido cuidadosos, nadie, excepto mi familia, sabía que iba a volver. Por lo tanto, la prensa no me pudo molestar con sus flashes en la cara apenas puse un pie fuera del avión. Sin embargo, Zheng Gao, mi manager, había insistido en acompañarme en el aeropuerto mientras esperaba mi auto, en caso de algún inconveniente.
Muchas cosas habían cambiado a lo largo de los cuatro años que estuve en el extranjero. Yo había cambiado. Recordaba los viejos tiempos con el ceño fruncido en vez de con una sonrisa.
Mis padres eran, dentro de todo, buenos padres. Pero eran estrictos y estaban obsesionados con la perfección. Esperaban una hija prodigio, una especie de genio que, a más tardar, a los veintiún años se hiciera cargo de la empresa familiar. En cambio, tuvieron una hija que, a pesar de estar adelantada (forzosamente adelantada) a los niños de su edad, no cumplía con sus expectativas. «¿Los Ángeles? Ni lo sueñes. Además, tienes que comenzar la universidad, antes de que te atrases aún más y termines entrando a los dieciocho. ¿Te lo imaginas?» recordé el tono incrédulo de voz que usó cuando le dije que me iba a ir «Entrar a los dieciocho es lo normal, mamá» había respondido en voz baja «Pero tú no eres normal, eres mi pequeña Einstein».
Definitivamente no eran bonitos recuerdos. La reverencia de un hombre frente a mí me sacó de mi nube de pensamientos. No pude evitar soltar una pequeña risa al ver como había formado una "ele" con su cuerpo de forma brusca, mientras murmuraba algún tipo de bienvenida que no pude escuchar porque, técnicamente, le estaba hablando al piso. Cuando se irguió, rígido, como si lo estuvieran amenazando con un cuchillo en las costillas, volví a reír.
—Por favor, basta de formalidades. —sonreí, intentando que se relajara.
Ni se inmutó, con un asentimiento y los labios apretados tomó mis maletas y comenzó a colocarlas en el baúl del auto, dejando de última la maleta a la que seguía aferrada.
—Lo siento. —me disculpé, soltando torpemente el mango, viendo como con rapidez acomodaba la maleta y luego cerraba el baúl.
Antes de que pudiera hacerlo yo misma, abrió la puerta del asiento trasero para que pudiese entrar. Volviendo a reír por lo bajo, le agradecí. Realmente se estaba esforzando por hacer un buen trabajo.
—Escríbeme cuando estés en casa. Nos vemos mañana. —se despidió Zheng, antes de que subiera al auto.
—Nos vemos mañana.
Sabiendo que el trayecto desde el aeropuerto de Shanghái hasta casa no era del todo corto, me coloqué mis audífonos. Iba a ser un viaje silencioso por lo visto.
Las luces de la ciudad causaban un espectáculo visual, todos esos colores me recordaban a lo hermoso que se veía Hollywood boulevard de noche. Aunque definitivamente no iba a extrañar las calles infestadas de turistas.
No pude evitar preguntarme qué tanto había cambiado desde que me fui. Sabía que Jing se había ido a Francia, hace poco había hablado con ella para saber cómo le iba, y sabía que tenía pensado volver pronto. Pero había perdido contacto con los chicos, la última vez que hablé con ellos fue en año nuevo. Supongo que habrán madurado, sobre todo esperaba que Daoming Si lo hubiera hecho.
Cuando me fui tenía dieciocho, y en ese entonces todavía se comportaba como un preadolescente con problemas para controlar sus emociones. Ahora con veintiuno debería de haber cambiado.
Noté que ya estábamos a punto de llegar a casa cuando las calles llenas de personas que se veían diminutas a un lado de los gigantescos edificios empresariales pasaron a ser barrios privados y enormes mansiones que habitaban de vez en cuando grandes empresarios o, simplemente, gente importante.
La propiedad Wong se veía tal cual como la había dejado. La mansión me dio la bienvenida con su brillo, no entendía cuál era el afán de gastar tanta energía prendiendo cada luz de la casa. Pero ahí estaba Nana, que se veía como una pequeña sombra apoyada al marco de la puerta gigantesca de la entrada estando a contraluz, pero a medida que nos acercábamos mi emoción crecía al verla con más claridad.
Ni bien aparcó el auto frente al porche, salí corriendo hacia ella. Me recibió con los brazos abiertos, lista para un abrazo lleno de cariño. Seguía siendo un poco más baja que ella, dejándole más cómodo el beso en la coronilla que dejó en mi cabeza.
—Ay no sabes cuánto te extrañé, mi niña —suspiró, dándome un último apretón—. Ven, ven, los chicos se encargarán de dejar tus cosas en tu habitación. —dijo sonriente, apenas nos separamos colocando una mano en mi espalda, dejándome pasar.
Me guio hasta la sala sin despegarse del todo de mí, cosa que no me molestó. Se sentó en el sofá y con unas palmadas en el lugar a su lado me indicó que me sentara.
—Mírate nada más, cuanto has crecido. Tus padres se volverán locos cuando te vean. —sonrió con dulzura, acariciando mi cabello.
—Volverán en octubre, ¿verdad? —pregunté, recibiendo un asentimiento de su parte— La última vez que hablé con ellos parecían bastante estresados.
—Se suponía que tendrían que volver para mediados de agosto, pero por algunos problemas, todo se les atrasó —explicó mientras rodaba los ojos, ambas sabíamos que era algo recurrente en el trabajo de mis padres—. Cuéntame linda, ¿cómo te fue en Los Ángeles? ¿qué tal estuvo la universidad?
Acomodándome en el sofá, le comenté cómo había sido mi travesía en L.A, cómo había conseguido un buen balance entre el trabajo y la universidad. Ella me contó como la casa se había sentido más solitaria desde mi partida, pero que de vez en cuando los chicos venían a hacerle compañía. Su trabajo siempre fue cuidar de la casa y de mí, mientras mis padres estaban en el extranjero. Siempre se había encargado de hacer bien su trabajo. Ahora conmigo de vuelta, me encargaría de ayudarla en lo máximo posible.
Editado.
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𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐒 - Meteor Garden (PAUSADA)
Romance𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄𝐒𝐒| ❝ She is the princess of Mingde ❞ Wong Lin conocida como la princesa y genio de la Universidad Mingde, regresa a Shanghái luego de cuatro años estudiando y trabajando en el extranjero. Meteor Garden fanfiction. [𝘔𝘦𝘵𝘦𝘰𝘳 𝘎𝘢�...