Estaba muy ocupado moviéndose por la pequeña cocina. Llevaba apenas una semana en su nuevo apartamento, pero ya empezaba a acostumbrarse a las dimensiones de los cuartos. Tarareaba una canción de Elvis, mientras iba buscando entre cajones y repisas el toque final para que aquel platillo agarrara el sabor de su madre. Encontrando el azafrán y sintiéndose un ganador, pudo voltearse a la estufa y echarlo sobre su comida, disfrutando del delicioso olor que se regó por el lugar, viajando mentalmente a la cocina de su madre, donde un par de verduras bastaban para hacer un plato digno de los dioses. Regresando a su realidad, se dedicó a mover un poco lo que tenía en el fuego, esperando que no se pegara en la vieja sartén, mientras seguía tarareando el rock de la cárcel. Bajó el fuego y se dirigió al pequeño comedor, colocando su plato y vaso en la mesa, junto a los cubiertos, en la silla que daba a la televisión; en eso estaba cuando escuchó unos leves toques a su puerta. Extrañado, pues aún no hablaba con ningún vecino ni sabía de algún amigo que tuviera planes de visitar, se acercó a abrir, encontrando a un castaño un par de centímetros más bajo que él, con una hinchada barriguita que delataba su estado y un leve sonrojo en su rostro. Le pareció que estaba por el séptimo mes, basándose en el tamaño de su barriguita, y sonrió medio enternecido.
—¿Sí?
—Disculpa —la suave voz le recordó a esas noches tormentosas en las que su adorada madre le contaba un cuento para calmarse; a frías tardes que ella tornaba cálidas con canturreos y chistes que le hacían reír hasta que le dolía la barriga; y a frescas mañanas bañadas en anécdotas con olor a panqueques de vainilla—. ¿Podrías darme un poco de lo que estás cocinando? Es que huele delicioso —preguntó, jugando con el hilo suelto de su playera de AC/DC—. No tienes qué, si no quieres —añadió, la vergüenza y pena bailando en sus ojos castaños, tan cerca de ser los ojos de Bambi—. Es solo... huele delicioso y... lo siento, no puedo controlar esto, disculpa-
—Claro, siéntate en lo que te sirvo un plato —interrumpió con una risa, haciéndose a un lado y dejando pasar al castaño que caminaba como pingüino. Sintió una extraña sensación de calidez inundarle el pecho cuando escuchó la razón de la visita. Era el efecto que tenían las recetas de su adorada madre, lo que significaba que él empezaba a agarrar la sazón que bañaba sus recuerdos de infancia. Sirvió un plato para su desconocido y muy embarazado vecino. Aparte, entendía -porque su madre fue enfermera y solía explicarle cuestiones del cuerpo humano- que había ciertos antojos, en en embarazo, imposibles de controlar. También, ¿qué era una porción menos, cuando él había hecho comida para un batallón?
Cuando tuvo el plato listo, volteó hacia su vecino en la mesa, quien se acariciaba distraídamente el hinchado abdomen, con los ojitos, tan parecidos a los de Bambi, fijos en ningún punto en específico. Le causó mucha ternura verle así, a pesar de no conocerlo de nada, y una extraña necesidad de cocinarle todos los platos que quisiera. Sacudiendo la cabeza para alejar esos extraños pensamientos, se acercó y ofreció el plato, que fue recibido con una gran sonrisa. Charlaron un poco, pero entendió que el más bajito no se sentiría cómodo en el apartamento de un extraño así que le dejó marchar, viéndolo avanzar por el pasillo como un pequeño y tierno pingüino feliz por la pequeña caza que había realizado. Sintiendo la misma felicidad, procedió a comer la mejor cena de su vida, con una boba sonrisa en su rostro.
Le gustaría saber más del pequeño vecino pingüino con ojitos de Bambi.
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Pequeños universos
Fanfiction"They say that the world was built for two, only worth living if somebody is loving you, and, baby, now you do". 🤍Los personajes pertenecen a Marvel