Capítulo IX
Defensas ante los depredadores
Como en la selva, la escuela es una extensión natural donde debemos estar alertas para defendernos de los depredadores. Nunca faltan los gandayas que por fortuna en mi escuela no pasan de ser en su mayoría unos buscapleitos inocentes, pues, los que ingresaron a las filas del crimen organizado y que ocupan puestos importantes en su organización, ya no asisten a clases. Esto lo comento porque un compañero de reciente ingreso nos platicó que, de dónde provenía, estaba manejada en su totalidad por una pandilla de malandros que mantenía atemorizados no sólo a los compañeros, sino también a los maestros y vecinos de la misma entidad escolar. Nadie podía meterse con ellos porque recibían una mega paliza aplicada a tablazos. Unas tablas especializadas para el tormento parecidas a las que se usan para jugar crícquet, con pequeños orificios para correr con mayor fuerza en el espacio. Nos contó de las tundas que les dieron a algunos condiscípulos y a varios profesores que en un principio quisieron oponerse a aquella fuerza devastadora. Los agredidos desertaron de la escuela y los maleantes se quedaron realizando toda clase de fechorías, como la venta de estupefacientes en abierto y a plena luz del día, tanto dentro como en las demarcaciones del colegio, además de la extorsión al mismo magisterio y a los comerciantes de los alrededores. Algo horrendo en verdad.
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Marite en el país de las mafias
Aktuelle LiteraturA Marite le falta poco para cumplir dieciséis años. Aunque sabe que no es muy bonita, sí confía en su gran personalidad, y se ha fijado como objetivo perder la virginidad con José Emilio, el chico más guapo y simpático del salón de clases. En abiert...