Capítulo XIX El arribo de mi hermana

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Capítulo XIX

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Capítulo XIX

El arribo de mi hermana

Precedida por Susana y Noelia, salí de la clínica veterinaria para de inmediato dirigirnos a mi casa. Mi prima es fácil de caer bien en todas partes. De inmediato hizo migas con Susana. De primera, yo no estaba segura de que Noelia nos hubiera visto a Susi y a mí en esa situación tan incómoda, pero no quise averiguarlo, optando por presentarlas fingiendo que aquello era porque jugábamos a las luchitas.

—¿Qué tal el viaje, prima? —consulté en el camino.

—Bien, Marite. Con algo de nervios por lo que bien sabes. Los malditos malandros que balean los camiones en plena carretera. Dejé con preocupación a mis papás.

—Eso sólo sucede al norte del estado, en la frontera con Tamaulipas —respondimos casi al unísono Susana y yo.

—Pero no deja de preocupar a todo el que tome carretera.

La cultura del narcotráfico ya formaba parte de nuestra vida diaria. No importaba lo que hicieran el gobierno federal y el estatal por ocultarlo. Siempre se enteraba una de lo que sucedía hasta en el último rincón de la república. Además, contábamos con compañeros en la escuela que se la vivían en las redes sociales y en diversos sitios de Internet donde se informaba a detalle de todos los acontecimientos. Para el que quisiera estar enterado, nada le pasaba desapercibido. Era prácticamente obligatorio que en cualquier charla saliera a colación el tema de la delincuencia organizada. Tan común como si comentáramos algo referente al clima, al futbol o sobre alguna película que estuviera de moda.

—Por supuesto que ya habrás llamado por teléfono a mis tíos —consulté, mientras abría la puerta de la casa.

—Claro. Fue lo primero que hice en cuanto llegué. —Noelia hizo un rictus en su semblante y luego dijo—: Parece ser que compartiremos habitación ¿eh, Marite? La de visitas está ocupada por el viejo amargo.

—Sí, hombre. Mi papá fue por él a la Ciudad de México. Se pasó muy de listo... —contesté mostrándome molesta, instantes después de ingresar al comedor. Luego me dirigí a mi madre—: Gabriela, ya llegamos. Mira, te presento a mi amiga Susana.

Marite en el país de las mafiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora