Playa.

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Blanca nos invitó a su desfile a Virginia y a mí, yo era una de sus modelos favoritas por varias razones: Cuidaba tanto mi piel que casi no necesitaba una base de maquillaje siquiera, mi cuerpo era digno para lucir cualquier prenda, sin menospreciar a nadie, pues Blanca también tenía sus modelos con algunos kilos de más y solían ser quienes revolucionaban la pasarela, ¡Eso me agradaba tanto! Que se rompieran los estereotipos también era bueno.
  Llegamos luego de tres horas de viaje, nos metimos en un hotel muy elegante, en las habitaciones había camas grandes y muy suaves, teníamos un gran espejo a un costado de la sala y un gran ventanal en la pared opuesta que nos daba toda la vista de una gran playa, el lugar parecía un sueño, era el desfile más importante en el que iba a salir, de alguna manera iba a ser conocida por las personas que asistían a estos eventos.
  Blanca era una gran diseñadora de moda que estudió en las mejores facultades, vivía viajando por ese motivo y en cuanto la carrera de Virginia se lo permitía, solían realizar estas travesías juntas. Su trabajo era increíble, y hasta reconocido mundialmente, era una mujer sumamente agradable en muchos sentidos, siempre podías contar con ella a pesar de su atareado trabajo. En esta ocasión su cabello tenía un color rosa y estaba corto, sus ojos celestes se resaltaban en su tez tan clara. Con mi amiga, la relación parecía perfecta, se complementaban de una manera inigualable.
-Podríamos ir a la playa – Propuso Virginia.
-Pero no empaqué ningún traje para eso – Argumenté.
-Mi amor, viniste con Blanca Idarriaga, ¿Acaso eso no te garantiza cuanta ropa se te ocurra a total disposición? - Planteó Virginia.
-Pero es su nueva colección Vir – Aclaré.
-Siempre traemos cosas de la temporada anterior – Aseveró Virginia.
  Ella se acercó a la valija verde que había traía y la abrió luego de apoyarla sobre la cama, comenzó a revolver con cierto cuidado hasta que sacó dos prendas acorde al plan que teníamos.
-¿Segura que Blanca no se va a molestar? - Pregunté.
-Eso le trae más trabajo luego, no te preocupes – Aseguró Virginia.
  Me dio una prenda entera con unas tiras que se cruzaban en la espalda, iba en un degradé  desde el celeste claro hasta el azul pasando por un verde agua en el centro. Virginia ocupó una bikini con un diseño particular que tenía en color negro. Me puse un sombrero grande que me ayudara a cubrirme del sol a modo de una sombrilla portatil, lo acompañé de unos lentes oscuros logrando que me sintiera como una supermodelo famosa y no una simple mesera que trabajaba esporadicamente de esto.
  La estaba pasando tan bien, el agua del mar se repartía en cada parte de mi cuerpo sin ninguna dificultad, el sol brillaba como nunca, los niños corrían descalzos por la arena, mi pelo bailaba libre en el agua. Me sentía tan relajada, tan en el lugar en el que hace tanto deseaba estar. Quizás este viaje me ayudaría a tomar el coraje de hablar con Daniel. ¡Tenía que darmelo! Si o si, no podía seguir con esto.
  Respiré hondo, me dejé fluir con el agua como si la misma fuera una extensión propia. El atardecer no tardó en aparecer, ya estaban todos yéndose, el frío también comenzaba a hacer su presencia por lo que volvimos al hotel con Virginia, sería mañana un día largo y atareado para nosotras.
  Todo estaba tan bien en verdad, tan bien que solo podía pensar en disfrutar todo este momento, esta experiencia. Mi movil sonó, un mensaje de Alejandra me había llegado, un mensaje que acabaría derrumbándome con apenas unas palabras: “Evaluna, Daniel está en el restaurante con una muchacha”.
  ¿Una muchacha? ¿Qué era todo esto? Alejandra tenía una cita en la laguna dorada, nos había avisado a Virginia y a mí, lo único que esperaba recibir de su parte era un mensaje contándonos que le había ido bien y no algo como esto.
  Alejandra adjuntó una foto, era verdad: Mi novio estaba sentado en la misma mesa que otra muchacha, el corazón se me volvió chiquito, un nudo se forjó en mi garganta apretando tan fuerte que no me dejó siquiera emitir ningún tipo de sonido, se me derrumbó el mundo.
-¿Qué pasó? - Preguntó Virginia - ¿Por qué estás llorando?
  Apreté mis labios y al cerrar mis ojos un par de lágrimas terminaron de correr sin ningún tipo de impedimento. Extendí mi teléfono para mostrarle la fotografía que nuestra amiga nos había mandado.
-¿Qué es eso? - Consultó Virginia.
-Alejandra me mandó la foto, es Daniel – Aseguré.
  ¿Cómo iba a poder confundir siquiera su cara? O su cuerpo, o sus gestos, me resultaba imposible.
-¿Y ella? ¿La conoces? - Insistió Virginia.
-No – Aseveré.
-Tiene que haber una explicación – Dijo Virginia.
-Eso espero – Contesté molesta.
  Saqué su chat, no me privé de llamarlo en ese momento pero para mi desgracia y mis dolientes sospechas, Daniel no contestó el teléfono. Fueron tres llamadas, diez veces en cada una sonó el tono que me indicaba que mi llamada no estaba recibiendo ningún tipo de respuesta y eso solo conseguía que el dolor se incrementase como si yo fuera el recipiente que estaba conteniendo el agua que salía de una canilla mal cerrada: Solo aumentaba con el correr de los segundos.
  Tenía una mezcla de emociones: Una parte mía quería destruirle, la otra quería fundirse en un mar de lágrimas hasta desaparecerse por transformarse en un agua similar a la que estaba hace un rato y la tercera parte quería pensar en que todo esto era un malentendido, que era una amiga de su facultad o de su trabajo con quien simplemente salió a cenar, por lo que solo tenía que esperar su confirmación. Los ojos se me hincharon ¡Y por Dios! Blanca me mataría si me veía de esta manera, la cabeza me daba vueltas a modo de una calesita y Daniel seguía sin devolver mis llamadas.

¡Al carajo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora