El bar.

1 0 0
                                        

Virginia pasó por mi casa cuarenta y cinco minutos más tarde, después de todo la puntualidad no era algo que la caracterizara aunque de todos modos era común que se tardara hasta más de lo que lo había hecho.
  Mi amiga besó tiernamente mi mejilla por un par de segundos en un intento de consuelo sin palabras: Nuestra química era descomunal, muchas veces no era necesario hablar para entendernos, eramos demasiado parecidas exceptuando nuestras preferencias a la hora de buscar a una pareja: Ella estaba de novia con Blanca y a mí, nunca se me había cruzado por la idea por la cabeza de interesarme por alguien de mi mismo género. La música estaba tan fuerte que retumbaba en los vidrios del coche, parecía que por poco no terminaría saltando el vehículo completo.
  Su melena llena de esos rulos pelirrojos tan característicos de ella se encontraba indomable, una falda negra y corta estaba pegada a su cuerpo para acompañarse con un brasier con tachas bajo una remera bastante trasparente, un estilo un tanto rockero, mucho más de lo que ella estaba acostumbrada a lucir.
  Virginia bajó un poco el tono que ya estaba aturdiéndome.
-¿Estás bien? - Preguntó Virginia.
-Hasta venus Virginia – Aseveré.
  Teníamos como un código especial que también podía usarse cuando hablábamos por texto: Que yo estuviera diciendo Venus, significaba que estaba molesta y no quería decir nada, que se sentía tan intenso que se volvía imposible aguantar ese carácter tan explosivo que tenía y eso podía terminar volviéndose en contra de personas que no tenían culpa de nada: Como ese ángel que me sacó de mi casa.
  Necesitaba calmarme un poco, suspender esos desiveles revolucionados que querían sacar chispas contra cualquier persona que se me cruzara.
-Iremos por unos tragos – Anunció Virginia.
  Como si tuviera un plan predeterminado desde antes. Nos bajamos en uno de los bares más refinados del lugar, entrelazamos la cintura de la otra con las manos hasta llegar a esos banquitos altos que estaban delante de la barra. La música estaba un poco fuerte pero aun así se podía entender perfectamente lo que hablábamos.
-¡Dame dos mojitos! - Pidió gritando Virginia.
-¿No es un plan cierto? - Pregunté.
  Rompiendo ese silencio que yo misma había creado, pues quien creara un venus era la responsable de destruirlo o interrumpirlo también.
-¿De qué hablas? - Refutó Virginia.
-¿No es un plan secreto con Daniel, o sí? - Aclaré.
-Los únicos momentos en los que he hablado con él han sido en tu presencia cariño – Argumentó Virginia.
-¿No me estás mintiendo? - Insistí.
  Incrédula, ante una mínima esperanza de un plan para una sorpresa posterior en la que ante un “Olvido”, llevaría a que oportunamente Virginia me llevara con ella por un sentimiento como el que sentí. Creo que mi cabeza a veces es demasiado imaginativa, ese tipo de cosas sólo pasan en las películas.
-¿Cuándo te he mentido amiga? - Planteó Virginia.
  Tomé con mi mano izquierda el vaso que había llegado a mi poder y lo tomé de un solo movimiento hasta lograr verle el fondo.
-¡Espera Evaluna! - Exclamó Virginia.
-¿Esperar qué? Lo único que deseaba esta noche era celebrar mi quinto aniversario con Daniel, cenar mi comida favorita bajo unas cursis velas que dejaran entrever nuestros rostros mientras de fondo una cálida música estuviera sonando – Dije.
-Y algunos niños llorando y gritando porque sus padres no pueden controlarlos – Murmuró Virginia.
-¡Da igual! Lo único que quería era estar una noche con mi chico, hace meses que no tenemos una mísera cita fuera de las cuatro paredes que ya me están agobiando – Manifesté.
-Quizás solo él… - Comenzó a decir Virginia.
-¡Quizás nada! - Callé – No pienso justificar lo injustificable.
-Oh, cielo – Murmuró Virginia.
-Y en vez de estar disfrutando una salida contigo, lo único que quiero hacer en este momento es acurrucarme en mi cama para llorar sin descanso – Aseveré.
-¿Te parece que es para tanto? - Preguntó Virginia.
-¿Qué harías si Blanca lo olvida? - Refuté.
-Ninguna de nosotras recuerda siquiera el día en que nos pusimos de novias -Aseguró Virginia.
  No, no me parece adecuado justificar aquello que no tengo intenciones de defender, no estoy de acuerdo con que nadie lo haga porque simplemente el echo de que te haga doler un poquito el corazón, es razón suficiente para que tenga significación de ser valorizado, es un acto de amor propio en donde se validan nuestros propios sentimientos.
  Bebimos un poco más, las situaciones y entorno comenzaban a tornarse difusas pero no tanto como para decir que el estado de ebriedad se había apoderado del cien porciento de mis sentidos. Aun no podía olvidar lo acontecido pero podía asegurar que dolía un poquito menos, al menos este efecto ayudaría a calmar esa ansiedad por un tiempo.
-Vamos Virginia, por favor – Pedí.
-¿Quieres volver a tu casa? Sabes que Blanca no tiene inconvenientes en que vengas – Propuso Virginia.
-No, quiero ir a mi casa pero – Dije e hice una pausa – Agradezco de corazón que me hubieras dado ese espacio.
  Me paré casi sin darme cuenta, mis tacones y mi no estado de sobriedad hicieron que perdiera el equilibrio en pocos segundos, me desvié hacia el lado opuesto de la barra para acabar cayendo sobre un muchacho de tez muy oscura que detuvo mi vergonzoso desplome. Con sus brazos me rodeó desde mi pecho hasta mi espalda, yo terminé embarrando mi cara en su pecho, ¡Qué vergüenza! Quería que la tierra me tragara en ese momento.
  Intenté recomponerme confiando en la estabilidad de mis piernas, con una mano sujeté mi cabeza intentando sostener las vueltas que la misma estaba dando pero al parecer, no tenía el efecto buscado.
-Disculpame – Mascullé.
-No te preocupes – Respondió el muchacho.
  Sus ojos tenían unos color café que le brindaban una mirada profunda, podía verse tras unos cristales enmarcados en forma cuadrada, una tenue barba acompañaba su mentón. Su suave mano derecha acarició mi mejilla correspondiente a ese lado logrando que inconscientemente abriera un poco mi boca.
  No se si fue la ebriedad o el despecho que mi corazón estaba sintiendo en ese instante, quizás sea algo que nunca logre descifrar, terminé descubriendo que sí tenía la capacidad de pasar más vergüenza en una misma noche: Ante la sublime acción de ese joven de acercarse para entender mejor las palabras que mi boca intentaba formar, la única respuesta de mi parte fue posar mis labios en los suyos, impulsivamente.
  No pasó ni un segundo, mi ángel en forma de mejor amiga me tiró hacia el lado contrario evitando que de esa forma continuara perdiendo la poca dignidad que me quedaba.
-¡Disculpa! Es que las burbujas se le subieron a la cabeza – Aclaró Virginia.
  Me sacó lo más rápido que pudo del lugar haciéndome chocar contra todas las personas que estaban bailando por ahí, por poco no me cargó en sus espaldas para lograr sacarme de ese sitio. Nos sentamos en su coche, ella casi no había bebido ya que tenía que manejar.
  Su boca expresó un gesto mudo de indignación, parecía que estuviera pensando en las palabras correctas para retarme como si fuera una niña pequeña.
-¿Qué rayos tienes en la cabeza? ¿Una cucaracha? -Preguntó indignada Virginia.
-Fue solo un beso – Comenté – Además, es una respuesta merecida ante su olvido.
-Definitivamente tienes varias cucarachas en tu cerebro – Insistió Virginia.
-¿Qué más dá? No lo volveré a ver nunca – Afirmé.
-¿Estás jugando conmigo? - Planteó Virginia.
-No – Negué.
-Él era Ulises -Sentenció Virginia.

¡Al carajo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora