El vestidor.

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Fueron las pruebas de modelaje, ensayamos los turnos, los pasos, para que mañana en el gran día todos brilláramos sin inconvenientes. Por la noche acabé durmiéndome del cansancio, casi que no contesté ningún mensaje de Daniel, él de todos modos conoce lo atareado que puede llegar a ser cuando participo en estos eventos.
  Hoy era el gran día, a pesar de todo tenía que poder dejar de lado todo lo que estaba pasando por más dificil que resultara. Y no, no lo estaba logrando, me encerré en un vestidor, me quedé detras de un panel que intentaba generar un tanto de privacidad, me hice un bollito en la esquina tapada por una prenda grande que me ocultaba por completo.
  Ya no sabía que hacer ni que pensar, quería gritar y quería llorar, no quería ver a Daniel y al mismo tiempo quería que me convenciera de que todo esto era una equivocación desastroza.
  Escuché un ruido que me hizo saltar, alguien había entrado al vestidor por lo que me apresuré a limpiarme las lágrimas lo más que pude consiguiéndolo en tiempo record. Me asomé de a poco para encontrarme con un muchacho de tez oscura y el cuerpo muy bien marcado, su espalda era ancha y sus piernas se notaban que habían sido trabajadas en el gimnasio, ¡Que vergüenza! Volví a ocultarme como una niña pequeña, lamentablemente no tuvo éxito.
-¿Quién eres? - Preguntó el muchacho.
  No respondí, estaba en modo planta, sin respirar ni emitir ningún tipo de sonido.
-Se te ven los pies – Comentó.
  ¡Rayos! Tomé aire y me destapé de golpe logrando que mi pelo se despeinara.
-¿Evaluna? - Preguntó el muchacho.
  Levanté la vista para ver quien era el que me estaba hablando.
-¿Ulises? - Planteé.
   ¿Tanta suerte podía tener en un solo día? No podía creerlo.
-No sabía que vendrías al evento – Aseguré.
-¿Segura? - Insinuó Ulises.
  Acercándose hacia mí y apoyando su brazo en la pared, las venas de su brazo se marcaron entre sus músculos y desde mi perspectiva podía ver su torso totalmente marcado.
-Algo me dice que sabias y te quedaste esperándome – Insistió Ulises.
  Me paré de golpe luego de resolplar un poco, como lograba sacarme de quicio.
-¡Vete al carajo! - Exclamé molesta.
  Me dirigí hacia la puerta con la mayor velocidad con la que pude, quise abrir esa puerta, me cansé de hacer fuerza intermitente contra ese picaporte, una vez tras otra forcé ese maldito picaporte esperando un milagro que me sacara de esas cuatro paredes en las que estaba encerrada, y quizás el problema no era el encierro, sino la compañía.
-Maldita sea – Mascullé.
-¿Qué pasó? - Preguntó Ulises.
-Seguro tienes algo que ver con todo esto – Dije.
-¿Y de qué tengo la culpa ahora? - Refutó Ulises.
-Estamos encerrados – Sentencié.
-Nos encerraste - Aseveró Ulises.
  Mi boca manifestó un gesto de disgusto e indignación, mis manos apretaron el vestido que llevaba a la altura de mis caderas. Respiré hondo sin que él pudiera notarlo y luego de mantener los ojos cerrados por dos segundos volví a dirigirme hacia él.
-Tu entraste luego que yo – Recordé.
-Eso no quiere decir nada – Argumentó Ulises.
-Eres la última persona con quién querría estar entre cuatro paredes – Manifesté.
-¿Estás segura? - Insinuó Ulises.
  Mi ceja derecha se levantó a modo de interrogación, esto definitivamente no me hacía gracia.
-Mucho – Refuté.
  Ulises se acercó a mí de prepo, casi sin dejar espacio a qué me fuera ni a nada. Su brazo tenso hizo fuerza contra la puerta que estaba tras de mí y cuando volteé para intentar entender lo que pasaba su brazo opuesto imitó la acción del otro lado de mi cuerpo dejándome completamente acorralada entre sus musculosos brazos y su cuerpo, detrás de una puerta que si no estuviera trabada tampoco me permitiría salir por la fuerza que él tenía.
-¿Que... Qué haces? - Balbuceé.
  Su aroma a almizcle era extrañamente cautivador, su aliento a menta era tan refrescante, podía sentirlo perfectamente por la proximidad de nuestros rostros. El corazón se me estaba comenzando a acelerar ni bien las yemas de su mano izquierda comenzaron a deslizarse por mi mejilla izquierda para terminar en mi cuello.
-Te ves mucho más bonita cuando te sonrojas - Confesó Ulises.
  Podía sentir como la piel de mi rostro ardía intentando imitar un incendio, la boca se me secó completamente a tal punto que ya resultaba difícil poder tragar un poco de saliva.
  Él se acercó un poco más hasta el punto en el que nuestros labios podían rozarse de a momentos.
-No te imaginas como me muero de ganas de besarte en este momento - Susurró Ulises e hizo una pausa - Esa dulce boca, que esos lindos ojos me miren.
  Se movilizó algo que no sabía que tenía dentro, era una mezcla entre el miedo y las ganas de seguir con todo esto por alguna razón, ¿Que estaba respetando en todo caso? Si mi novio de hace cinco años me estaba siendo infiel en mí propio rostro, ¿Por qué yo le debía fidelidad después de tal mentira? Que me dejó llorando como me dejó. Al menos con Ulises podría sentir que me querían un instante solamente a mí.
  En ese momento recordé las palabras que hace varias semanas me había dicho: “Daniel te es infiel”, como si lo supiese de alguna manera y me lo estuviera ocultando. Y en vez de prepotear o lo que fuera, en vez de responder impulsivamente, solo quería llorar y que no me viera pero tal acción no tuvo oportunidad y vio mis lágrimas caer por lo que dejó de hacer lo que estaba haciendo.
-¿Qué pasa Eva? ¿Te he hecho daño? - Preguntó Ulises.
-No – Aseguré – Solo mi vida se derrumbó.
  Suspiré y él logró hasta escucharme, mordí mi labio inferior.
-Ya no quiero más problemas – Sollocé.
  Ulises se acercó sin decir más y me abrazó a la altura de mi espalda y a pesar del recelo que manifesté en imitar su acción, terminé abrazandolo también, lo único que necesitaba en este momento era un abrazo aunque fuera de su parte.
  Enterré mi cara en su pecho ni bien él comenzó a acariciar mi espalda como dándome el pie para que pudiera descargarme. Lo miré a los pocos segundos, lo miré a los ojos estando a centímetros y aferrada a él como si fuera la última persona en este mundo y solo se me ocurrió decir: ¡Al carajo!
  Aumenté mi altura al ponerme en puntitas de pie y besé su boca sin más, sin ningún tipo de permiso, a pesar de haberlo tratado siempre mal. Nuestros labios se fundieron en un beso sin movimiento, en el que simplemente por posarse era acción más que suficiente.
  La puerta comenzó a sonar derepente en un intento forzoso por abrirse, el mismo acabó teniendo éxito cuando terminamos de separarnos.

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⏰ Última actualización: Aug 12, 2021 ⏰

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