Visita nocturna

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El taxi volvió a frenar, pero esta vez delante del portal de Flavio.

Con todo el valor que había ido alimentando en los cinco minutos que se tardaba en llegar de su casa a la del murciano en coche, subió las escaleras agarrándose a la barandilla, por muy convencida que fuese, seguía un poco mareada.

Tan lanzada iba, que ni siquiera pensó en que eran casi las cuatro de la madrugada y que quizá hubiese sido mejor idea llamar al móvil del murciano, en vez de hacer sonar aquel desagradable timbre, que podía escuchar toda la finca.

Dentro del apartamento, Flavio se despertó con el sonido del timbrazo y sin abrir los ojos del todo, arrastró los pies hasta la entrada. Vio la hora que marcaba el reloj que colgaba de la pared del salón y dudó en si abrir la puerta o no. ¿Quién hace una visita en mitad de la noche?

Se asomó por la mirilla y nada más ver de quién se trataba, toda indignación por que interrumpiesen su descanso se fue de un plumazo y se volvió preocupación.

— ¿Samantha? ¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo? — hablaba susurrando, quería atenderla, pero a ser posible sin que Brisa se despertase.

— ¿Puedo pasar? — sonreía nerviosa y Flavio cada vez se sentía más confundido.

La valenciana entró y tomó asiento en una esquina del sofá. Dio unos toques con la mano sobre el hueco que quedaba libre a su lado, indicándole al murciano que se sentase también.

— No me mires así, que parece que venga a matarte o algo — Flavio no había dejado de fruncir el ceño y comenzaba a sentirse incómoda.

— Son las cuatro de la madrugada Samantha, lo último que sé es que has salido de fiesta con las chicas, permíteme que no entienda nada.

Aunque lo pareciese, no estaba enfadado, solo nervioso. Samantha sabía que lo mejor era ir al grano, así que eso hizo.

— Quiero que lo volvamos a intentar

— ¿Qué?

Se quedó blanco. De todas las cosas que se le habían pasado por la cabeza al ver a la rubia en su puerta, esa ni siquiera se le había ocurrido.

— Lo que dijiste el otro día, en el hospital. Yo también quiero que pasemos más tiempo juntos. — dijo mirándole a los ojos.

— ¿Cuánto has bebido?

Le había bajado bastante el alcohol después del viaje en taxi, era consciente de lo que estaba haciendo, pero tampoco es que estuviera cien por cien sobria.

— ¡Oye! Que te lo estoy diciendo en serio — se quejó apartando la mirada hacia abajo — Ostia Fla ¿porqué sigues teniendo ese pantalón tan feo? — dijo señalándole la pierna.

Se echó a reír de repente, le hacía tanta gracia aquel pantalón de pijama de cuadros verdes, que no podía parar de carcajearse. Y a él también le causó risa el cambio de humor de la rubia.

Fue el murciano el que en medio del ataque de risa, se dio cuenta de que estaban armando demasiado escándalo, y aún riendo, se puso un dedo en los labios, para indicar que tenían que bajar el volumen.

— Tú hija está dormida Samanthi...

— Estoy un poco piripi... — movía la cabeza de un lado a otro, como si se regañase a sí misma.

— Ya lo veo ya

Y al escucharle volvió a cambiar el gesto, y puso cara de cachorrillo abandonado.

— Pero se lo que estoy diciendo Fla... te echo mucho de menos...

Tan pronto se estaba riendo como se enfadaba, o le entraba la pena de repente. Por mucho que él quisiera creerla, necesitaba que se lo dijese en otro momento, para asegurarse de que no se arrepentiría al llegar la mañana.

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2021 ⏰

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