"Por tanto, si tu ojo derecho te hace pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder una sola parte de tu cuerpo y no que todo el sea arrojado al infierno"
Mateo 5:29
Un pájaro color azul brillante canta encerrado en su jaula, a pesar de las barreras revolotea por todos los lugares donde se puede quedar estable. Su voz es aguda y fuerte.
—¿Ansioso por el primer día? —pregunta Jake, mientras desayunamos amenamente.
—¿Debería? Creo que cuando era un nene me entusiasmaba el primer día. Ahora solo me da un poco igual.
Le resto importancia y me meto un bocado de panqueque seguido de un trago de jugo de sandía. La naranja me daba asco. Pero la sandía era la gloria en mi boca.
—Te has vuelto un poco aburrido ¿no crees? —Alec me da una mala mirada, parecía niño pequeño.
—Para nada, solo ha crecido. A ti no te haría mal hacerlo Alec —dice la señora D'amico. Oh, mejor dicho, Margaret.
—¡Mamá! ¡Yo soy muy maduro! —Alec se lleva una mano al pecho con indignación, no me sorprende que no tenga novia a estas alturas.
—Es un gusto tenerte de vuelta Aron. Te extrañábamos —me acaricia los hombros y me planta un sutil beso en la mejilla.
Ella era como otra madre para mí. Y los chicos como mis hermanos, cuando tenía diez años perdí a mis padres en un accidente aéreo. Me quede a cargo de mi abuela, pero ya estaba mayor y eventualmente murió hace tres años.
Me dejaron el suficiente dinero para vivir, de eso no me quejaba, siempre había tenido un resguardo. Y cuando comencé la escuela conocí a Jake y Alec, rápidamente nos hicimos amigos.
Aunque ellos solían viajar mucho por el trabajo de su padre y nos separamos por bastante tiempo. Pero ahora que su papá se ha jubilado de su antiguo trabajo y conseguido uno que le permite estar más tiempo con su familia y no tener que mudarse de país, han decidido asentarse en su país natal, Estados Unidos.
Soy honesto y reconozco que de no haber conocido a esta familia seguramente sería otro joven echado a perder, sumido en las drogas y con problemas de alcohol, amigos pandilleros y un lugar reservado y seguro en el infierno.
Pero mi futuro era alentador y bastante claro, o al menos eso dice Margaret.
—Bien, andando. No quiero llegar tarde a clases.
Alec se levanta y Jake y yo tardamos unos segundos en seguirlo, nos despedimos de Margaret y le doy las gracias por el desayuno. Si no fuera por ella seguramente hubiera terminado comiendo alguna porquería en la calle.
Y me desagradaba ampliamente no comer comida casera. No me fiaba de la comida de la calle.
Nos subimos al bebé de Alec. Si, el idiota amaba su auto. Muchas veces quise chocarlo para ver si le daba un infarto y por fin dejaba el mundo. Pero nunca me dejo conducirlo.
Ellos dos ocupando los asientos delanteros y yo el de atrás. Eso me gustaba, me daba tiempo de tenderme a lo largo y descansar un poco más antes de llegar al instituto.
—¿Y tú auto? —Jake habla en tono mañanero.
—Aún no lo traen al país, seguramente vendrá en una semana.
—Ya. ¿Y en serio no piensas quedarte con nosotros?, a mamá no le molesta la idea. —La oferta de Alec era tentadora, pero por ahora debía rechazarla.
—No. Quiero un poco de lugar para mí solo. Igual se los agradezco.
Me encogí en el asiento trasero y cerré mis ojos. Diez minutos haría la diferencia en mi cansancio. Además, el movimiento del auto me hacía sentir una vibración que me calmaba y los sillones eran lo suficientemente cómodos para dormir sin problemas.

ESTÁS LEYENDO
Ateos (Libro 2: Trilogía To Lovers)
RomanceAndra, una joven de 18 años, carga con el peso de la culpa por la trágica muerte de su padre. Solo su familia conoce el secreto que ella guarda y el pasado que la atormenta. Su vida da un giro inesperado cuando Aron Wolf, un enigmático hombre de Ale...