ocho.

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Una joven asomó el rostro a través de la ventanilla bajada de un coche. Era un vehículo viejo, rojo y polvoriento. Además hacía un ruido extraño, casi chirriante. La chica sonrió a la distancia y se apresuró a abrir la puerta del coche para salir, cerrando de un portazo.

Jeno comenzó a aproximarse a ésta.

Su pelo estaba recogido en un tirante moño, y escondía parte de su barbilla y cuello tras una gruesa bufanda, casi más grande que su propio cuerpo. La vestía a pesar de ser principios de abril.

— ¡Jeno, Jeno, Jen, Jen!— exclamó la pelinegra en cuanto tuvo al contrario lo suficientemente cerca, clavando su dulce rostro entre el fuerte pecho del muchacho mientras lo abrazaba con fuerza.

— ¿Qué te cuentas, niña?

El muchacho rodeó la espalda de la chica con sus grandes manos, no apretando demasiado pero aún así sacando un quejido de la chica, que lo pellizcó en la espalda baja a modo de venganza.

— Estoy tan contenta, Jen.— admitió tras una inspiración entrecortada. Algo pareció cruzar por la brillante cabecilla de la chica, que miró con una cara extrañada por detrás de Jeno. Después volvió a dirigirle la mirada a su amigo.— ¿Y Jaemin?

— Buena pregunta. Estará al caer.

— Qué raro es no veros juntos.

Hubo un silencio.

— Calla.

Heejin arrugó la nariz, irritada con el constante mal humor de Jeno. Procedió a ignorarle.— ¿Te parece si esperamos dentro del coche?— cuestionó la joven, señalando con el pulgar al coche rojo que tenía detrás. Jeno asintió, y poco después se encontró sentado en el asiento del copiloto.

Jeno observó a la menor. Llevaba unos nuevos pendientes, tan grandes como ciruelas y del color del oro, con pequeñas piedras coloridas incrustadas. Llevaba un pintalabios rojo oscuro. Y se había esmerado como nunca en hacerse aquel moño, desde luego. Su ropa tampoco se quedaba por detrás; unas sandalias con plataforma, un vestido con estampado de flores y una rebeca morada que Heejin no se habría puesto en la vida. Al menos no hasta hace unas semanas.

— ¿Qué pasa, Heejo?

Heejin sonrió de oreja a oreja, y golpeó con sus huesudos puños el hombro del mayor enérgicamente, clavándole algunos de sus anillos de imitación. Después se despojó de la bufanda con agilidad, y estiró el cuello hacia un lado para mostrárselo al joven.

Tenía varios chupetones en el cuello.

— Hostia, te has liado con un vampiro, muy guay.

— Gilipollas.— rodó los ojos la pelinegra. Se rozó con el dedo índice la marca del cuelo.— Tengo novio.

El pelinegro tomó una bocanada de aire.

— ¿Estáis follando en el coche?— cuestionó una tercera voz mientras se abría una de las puertas traseras del coche. Tanto Heejin como Jeno chillaron al unisono. Jeno saltó sobre el asiento, y la chica, en cambio, se giró como una mala tuerca y lanzó un puño al aire en la dirección de la cual provenía la nueva voz, fallando en el intento.

— ¡Dios, serás subnormal, Jaemin!

Jeno se giró a mirar a su amigo, quien dejó de reir de golpe al ver la mirada de ojos oscuros y sorprendidos que le dirigía el pelinegro.

— Heejo tiene novio.

Jaemin parpadeó incrédulo. Después, miró a Heejin, que le señaló la marca morada de su cuello. Jaemin boqueó.

Y el joven castaño se lanzó hacia la zona delantera del coche, propinándole un codazo a Jeno y un torpe abrazo a la menor, que se enganchó como un koala al contrario.— Qué bien, dios, te quiero mucho, me alegro mucho, mucho.

— Estamos contentos por tí, niña.— dijo también el pelinegro.

Segundos después Jaemin se separaba de la chica. Besó rápidamente la mejilla del mayor a modo de saludo y, después, se dejó caer de culo en el asiento trasero, clavándose una de las hebillas de un cinturón en la cadera. Se quejó, pero nadie le hizo caso.

— Muchas gracias amores.— lloriqueó la chica, sonriendo nerviosamente y con los ojos centelleantes. Miró al frente, viendo ante sí un coche aparcado.— El plan era presentaroslo ahora, si os parece.

— Me da pereza.— respondió Jeno, ganándose una colleja por parte de los otros dos.

Heejin arrancó el coche con un sonido lastimero del motor.

drug ;;ɴᴏᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora