dos.

1K 129 58
                                    

— Nana, por dios, abre la ventana.— se quejó el pelinegro, corriendo a abrir la pequeña ventana del baño de su habitación. La fina capa de vapor recorría cada esquina del cuarto, haciendo que pequeñas gotas de agua resbalasen por los azulejos.— No deberías ducharte con agua tan caliente.

— ¿Qué placer tiene ducharse si no es con agua ardiendo?— cuestionó el menor, secándose con la toalla que Jeno le había prestado. Frotaba la gruesa tela sobre su cabello, tratando de quitarle humedad. En cambio, algunas gotas de agua cayeron al suelo.

— Puto sádico.

Jeno dejó la puerta del baño también abierta para que se airease el baño. Para cuando regresó a la habitación, Jaemin se colocaba la camiseta prestada, que cayó con facilidad sobre su cuerpo.— Me está grande.

— Se llama oversize.— explicó el mayor. Jaemin jugueteó con las puntas de la camisa, que era tan larga que incluso le tapaba una pequeña parte de los muslos.— Aprende de moda.

— ¿Qué coño? Visto mejor que tú.— contestó ofendido. Procedió a ponerse los pantalones. Jeno  mientras tanto volvió a entrar al baño para cepillarse los dientes.

— Te lo tienes muy creído.— contestó el mayor, medio gritando para que el contrario lo escuchase a pesar de la distancia.

Jaemin trató de meter la camiseta por dentro de los pantalones, dándose cuenta poco después de que quedaba mal. Trató de estilizar el atuendo arrugando la camiseta por diferentes zonas. También aprovechó la ausencia del pelinegro para echarse de su perfume.

El fuerte olor inundó sus pulmones, haciendo que su nariz doliese ligeramente. Tenía un olor más potente del que habría esperado, puede que porque se había echado demasiado. Jaemin rezó internamente para que la fragancia fuese rebajandose conforme pasasen las horas.

— Te queda bien, para que lo sepas.— comentó el pelinegro en cuanto regresó al dormitorio y vio al castaño, que se observaba en el espejo de cuerpo entero. Olfateó el aire un par de veces.— ¿Te has echado mi—

— Sep.

Jeno se tapó la nariz, una mueca disgustada pintándose en su anguloso rostro.— Te has pasado.

— Ya lo sé, genio. Me duele la nariz de lo fuerte que huele.

— Hm.

Jeno despeinó sus oscuros cortos cabellos, masajeando por encima su cuero cabelludo con las yemas de los dedos. Jaemin lo observó, fascinado por los suaves movimientos de su huesuda mano.

Entonces Jeno paró, en seco y mirando con intensidad a su amigo.— Por cierto, deberíamos irnos. Empieza a las diez, en su casa.

Jaemin boqueó.

— Pero vamos tope tarde, son ya casi las diez y media.

— Da igual, Jaemin, llegar tarde está de moda.

— De nuevo, no tienes ni puta idea de moda.— lo acusó el menor. Agarró al pelinegro del brazo y tiró de él para meterle prisa.— Vámonos ya, joder.

...

— Que casa más guapa.— silbó el pelinegro. Jaemin asintió a su lado, repeinándose un par de mechones de cabello que le habían caído sobre los ojos a causa del ligero viento nocturno.— Se nota que es un niño de papá.

— No más que tú, chulo.

Si Jeno se picó por la burla, no lo mostró. De todas formas sabía que Jaemin no lo decía con real intención.

El menor lo agarró de forma repentina de los hombros, apretando sus huesudas manos sobre éstos.— Fuera coñas, Jen, quiero que me prometas que no me vas a dejar solo. No quiero que la líes.

drug ;;ɴᴏᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora