II. II

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Damn elf

Los mellizos no gritaron, pero estuvieron a punto. La pequeña criatura que yacía en la cama de Ari tenía unas grandes orejas, parecidas a las de un murciélago, y unos ojos verdes y saltones del tamaño de pelotas de tenis. En aquel mismo instante, los mellizos tuvieron la certeza de que aquella cosa era lo que les había estado vigilando por la mañana desde el seto del jardín.

La criatura y ellos se quedaron mirando uno al otro, y los mellizos oyeron la voz de Dudley proveniente del recibidor.

-¿Me permiten sus abrigos, señor y señora Mason?

Aquel pequeño ser se levantó de la cama e hizo una reverencia tan profunda que tocó la alfombra con la punta de su larga y afilada nariz. Los mellizos se dieron cuenta de que iba vestido con lo que parecía un almohadón viejo con agujeros para sacar los brazos y las piernas.

-Esto..., hola -saludaron los mellizos, azorados.

-Harry y Ariadnna Potter -dijo la criatura con una voz tan aguda que los mellizos estaban seguros de que se había oído en el piso de abajo-, hace mucho tiempo que Dobby quería conocerle, señores... Es un gran honor...

-Gra-gracias -respondió Harry, avanzando pegado a la pared alcanzó la silla del escritorio y se sentó, Ari simplemente se quedó sentada en la cama de su mellizo. Al lado de Harry estaba Hedwig, dormida en su gran jaula. Quisieron preguntarle «¿Qué es usted?», pero pensaron que sonarían demasiado groseros, así que Ari tomo la palabra y dijo:

-¿Quién es usted?

-Dobby, señora. Dobby a secas. Dobby, el elfo doméstico -contestó la criatura.

-¿De verdad? -dijo Harry compartiendo una mirada con su hermana-. Bueno, no quisiera ser descortés, pero no nos conviene precisamente ahora recibir en nuestro dormitorio a un elfo doméstico.

De la sala de estar llegaban las risitas falsas de tía Petunia. El elfo bajó la cabeza.

-Estamos encantados de conocerlo -se apresuró a añadir Ari-. Pero, en fin, ¿ha venido por algún motivo en especial?

-Sí, señora -contestó Dobby con franqueza-. Dobby ha venido a decirles, señores..., no es fácil, señores... Dobby se pregunta por dónde empezar...

-Siéntese -dijo Ari educadamente, señalando el espacio junto a ella en la cama.

Para consternación de ambos mellizos, el elfo rompió a llorar, y además, ruidosamente.

-¡Sen-sentarme! -gimió-. Nunca, nunca en mi vida...

A los mellizos les pareció oír que en el piso de abajo hablaban entrecortadamente.

-Lo siento -murmuró Ari-, no quise ofenderle.

-¡Ofender a Dobby! -repuso el elfo con voz disgustada-. A Dobby ningún mago le había pedido nunca que se sentara..., como si fuera un igual.

Ari, procurando hacer «¡chss!» sin dejar de
parecer hospitalaria, indicó a Dobby un lugar en la cama, y el elfo se sentó hipando. Parecía un muñeco grande y muy feo. Por fin consiguió reprimirse y se quedó con los ojos fijos en ambos mellizos, mirándoles con devoción.

-Se ve que no ha conocido a muchos magos educados -dijo Ari, intentando animarle.

Dobby negó con la cabeza. A continuación, sin previo aviso, se levantó y se puso a darse golpes con la cabeza contra la ventana, gritando: «¡Dobby malo! ¡Dobby malo!»

-No..., ¿qué está haciendo? -Harry dio un bufido, Ari se acercó al elfo de un salto y tiró de él hasta devolverlo a la cama. Hedwig se acababa de despertar dando un fortísimo chillido y se puso a batir las alas furiosamente contra las barras de la jaula.

𝔥𝔶𝔭𝔫𝔬𝔱𝔦𝔷𝔢𝔡| 𝘓𝘶𝘯𝘢 𝘓𝘰𝘷𝘦𝘨𝘰𝘰𝘥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora