XI

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Conspiracies

Cuando empezó el mes de noviembre, el tiempo se volvió muy frío. Las montañas cercanas al colegio adquirieron un tono gris de hielo y el lago parecía de acero congelado.

Cada mañana, el parque aparecía cubierto de escarcha. Por las ventanas de arriba veían a Hagrid descongelando las escobas en el campo de quidditch, enfundado en un enorme abrigo de piel de topo, guantes de pelo de conejo y enormes botas de piel de castor. Iba a comenzar la temporada de quidditch.

Aquel sábado, su hermano jugaría su primer partido, después de semanas de entrenamiento: Gryffindor contra Slytherin. Si Gryffindor ganaba, pasarían a ser segundos en el campeonato de las casas. Claramente Ari iba a ir a verlo, ella ya había jugado contra Hufflepuff obteniendo su primer victoria.

Casi nadie había visto jugar a Harry, porque Wood había decidido que sería su arma secreta. Harry también debía mantenerlo en secreto. Pero la noticia de que iba a jugar como buscador se había filtrado, y Harry no sabía qué era peor: que le dijeran que lo haría muy bien o que sería un desastre.

Era realmente una suerte que Harry tuviera a Ariadnna como hermana, con su organización. No sabía cómo habría terminado todos sus deberes sin la ayuda de ella,  con todo el entrenamiento de quidditch que Wood le exigía. La niña también le había prestado Quidditch a través de los tiempos (claro  después de leerlo como 3 veces) que resultó ser un libro muy interesante.

Harry se enteró, por las constantes curiosidades que le decía su hermana, de que había setecientas formas de cometer una falta y de que todas se habían consignado durante los Mundiales de 1473; que los buscadores eran habitualmente los jugadores más pequeños y veloces, y que los accidentes más graves les sucedían a ellos; que, aunque la gente no moría jugando al quidditch, se sabía de árbitros que habían desaparecido, para reaparecer meses después en el desierto del Sahara.

Hermione se había vuelto un poco más flexible en lo que se refería a quebrantar las reglas, desde que los mellizos y Ron la salvaron del monstruo, y era mucho más agradable.

El día anterior al primer partido de Harry los cuatro estaban fuera, en el patio helado, durante un recreo, y la muchacha había hecho aparecer un brillante fuego azul, que podían llevar con ellos, en un frasco de mermelada.

Estaban de espaldas al fuego para calentarse cuando Snape cruzó el patio. De inmediato, Harry se dio cuenta de que Snape cojeaba.

Los cuatro chicos se apiñaron para tapar el fuego, ya que no estaban seguros de que aquello estuviera permitido. Por desgracia, algo en sus rostros culpables hizo detener a Snape.

Se dio la vuelta, arrastrando la pierna. No había visto el fuego, pero parecía buscar una razón para regañarlos.

-¿Qué tienes ahí, Potter?

Era el libro sobre quidditch. Harry se lo enseñó.

-Los libros de la biblioteca no pueden sacarse fuera del colegio -dijo Snape-. Dámelo. Cinco puntos menos para Gryffindor.

-Seguro que se ha inventado esa regla- murmuró Harry con furia, mientras Snape se alejaba cojeando-. Me pregunto qué le pasa en la pierna.

-No sé, pero espero que le duela mucho- dijo Ron con amargura.

-Ronald- dijo Ari en tono de advertencia.

En la biblioteca había mucho silencio esa tarde. Harry, Ron, Hermione y Ariadnna estaban sentados juntos, cerca de la ventana. Hermione estaba repasando los deberes de Harry y Ron sobre Encantamientos mientras Ari disfrutaba la paz de su lectura tras ya haber entregado el trabajo. Tanto Ari como Hermione nunca los dejaban copiar («¿cómo vais a aprender?»), pero si les pedían que revisaran los trabajos les explicaban las respuestas correctas.

𝔥𝔶𝔭𝔫𝔬𝔱𝔦𝔷𝔢𝔡| 𝘓𝘶𝘯𝘢 𝘓𝘰𝘷𝘦𝘨𝘰𝘰𝘥Donde viven las historias. Descúbrelo ahora